¿Calamaro estaba loco o qué? O no. O tal vez sí, o todo, o nada o quizás un poquitín.
Me arde, dice, ¡dice que le arde!, le arde la vida, le revientan las cañerías de los intestinos, le arde el encefalillo de su entrecejo, le arden los entrepaños de los genitales.
¡Le arde la Navidad!
Le arde los cambios que giran y giran y vienen para volver a irse por nuestras vidas.
Llevo días obsesionado con esta canción y ya se repite sin tregua, qué latosa: parece un estribillo estroboscópico, un villancico tosco que no puedo detener jamás en mi cabeza. Le arde, me arde, qué jodido, salto a la pata coja (con la pata buena, la no esguinzada, por supuesto) y le grito: ¡qué arda la muy…!
Y pido perdón a quien ame la Navidad. A mi me devora y me enamora. Soy el perfecto amante “autofago”.
Tan sólo le salva a Calamaro la frase con que termina su canción: “...el problema es que la nena, era linda pero buena gente,...y me tocó la frente...”
Y me tocó la frente.
Feliz Navidad, y que les arda a todos.
jueves, diciembre 17, 2009
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