domingo, octubre 22, 2006

Ariadna, especial de Otoño.


¡Lectores todos!

Esta vez no quiero que dediquen su tiempo a leer éste, mi último mensaje, sino que viajen un poquito y lean mi colaboración en www.ariadna-rc.com en su número de Octubre. Como siempre, orgulloso de poder participar en ella con este pequeño granito: "Turbios destinos de Otoño."

Darles las gracias a Ariadna, pero lo más importante,
que descubran el poder de las palabras y de los poetas que allí
se exhiben. Ya me comentarán que opinan del número. Merece la pena leerlo.
No se necesita más de media hora. Casi seis paradas de metro.

Salud.

miércoles, octubre 11, 2006

El ideal

Esto va por Fernando y Gonzalo. Ellos saben.



(tiempo estimado de lectura: 5')

Cuentan que una vez un brillante directivo de una empresa cotizada decidió no volver a hablar más en público. Y se calló para siempre. Llegaba al despacho con una gran sonrisa puesta y se encerraba inmediatamente a trajinar sus desconocidas maquinaciones: nadie supo nada más de su vida personal, sus pensamientos o intereses de propia palabra, puesto que no hablaba con ningún otro de sus compañeros, jefes o subordinados. Además, pronto comenzaría a dejar breves notas en las mesas de sus colaboradores con preguntas del tipo: “¿Has preparado el presupuesto para el cliente fulano?, dale un buen precio, le queremos en nuestra cartera.” o explicaciones que decían: “No cerréis el trato con tal proveedor: su precio es bochornoso y es un mangante.”. Ironías del destino, tal pobre modelo de comunicación resultó injustificadamente fructífero: sus vaticinios y consejos fueron altamente exitosos y los resultados le dieron la razón un día tras otro. Pero nadie conseguía explicarse el porqué de aquello. A cada mañana, los colaboradores llegaban a la oficina ansiosos por recibir aquellas notitas que ejecutan sin rechistar, puesto que sus frases contenían los más acertados consejos. Le tildaron desde RRHH de “visionario”, quiso hablar con él el mismito presidente, primero para darle una seria reprimenda a su ilógico comportamiento-según los tradicionales postulados del más serio “management” institucional-, más tarde para felicitarlo y elogiar su modelo de gestión, pero todo fue completamente imposible. Igual que entraba, se iba de la oficina: en silencio, sin coger el teléfono, sin responder a los correos. Aquel año en la Asamblea General los accionistas recibieron beneficios inesperados: la empresa había adquirido participaciones en una pequeña empresa, totalmente desconocida dentro del sector, y los nuevos productos comercializados había sido un rotundo éxito. Todo gracias a la recomendación del silencioso directivo.

Lo novedoso por nuevo vale el doble y las noticias corrieron rápido. Se habló de él en la prensa especializada, en las escuelas de negocio, en los núcleos corporativos de las otras hermanas competidoras. Envidias aparte, aquel éxito sostenido no tenía parangón anterior y sin mediar explicaciones o justificaciones de porqué o cómo funcionaba aquello, todos se lanzaron a la labor más hermosa y trascendente de la tarea empresarial: la copia. Por todos los lados surgieron los imitadores que querían preguntarle, o al menos, quizás tan solo rozarse con su saliva para adquirir tan preciado don, pero aquel hombre erre que erre, continuaba inmutable, silencioso y apartado de cualquier hipotética relación con amigos o extraños.

Como no podía hacerse otra cosa, aunque era evidente que aquel comportamiento parecía singularmente exitoso, rápidamente se puso de moda que los ejecutivos no hablarán más e iban a la oficina a horas distintas para no coincidir con nadie: las acciones de las empresas de comunicación cayeron en picado: total, ya no era necesario nada, ni teléfono, ni correo, ni mensajería de ningún tipo y lo único práctico eran aquellos papelitos donde todo el mundo escribía sus cosas al resto.

Como se pueden imaginar mis queridos lectores, aquello fue un completo desastre. Aquel trimestre nadie dio pie con bola. Los clientes descontentos, los proveedores impagados, inclusive algunos empleados se vieron en la calle. Pero en todo aquel jaleo había algo irracional e incomprensible porque nuestro directivo, pese a toda la adversidad, seguía cosechando éxitos y se mantenía indiferente a lo que sucedía fuera de su original estrategia de incomunicación.

La vida es tiempo de cambio y mucho más ante los fracasos y pronto todo el mundo se olvidó de él. Aquel método no funcionaba y era peligroso, se decían los unos a los otros, ¡es un impostor!, confesaban los que fueron sus más acendrados seguidores, en los foros económicos fue tachado de inmediato de apostata y dejó de recibir las innumerables invitaciones que por otro lado nunca había aceptado. Pasaron los meses y la rutina retornó. Las escuelas de gestión organizaban ahora cursos de liderazgo donde se preconizaba una relación directa, intensa, constante con los empleados.

¿Y qué pasó con nuestro particular directivo? El otro día tuve el orgullo de cruzármelo en la nueva sede mundial. Había sido apartado y ejercía un discreto cargo de segunda línea, insulso en la organización, donde allí cosechaba sus estupendos éxitos intrascendentes. Yo sabía que era feliz porque seguía sin pronunciar palabra y no cejaba en su personal método de gestión. Al pasar me sonrió, pues siempre lo hacía de esa manera. En realidad lo hacía así con todo el mundo.

Mire para atrás: esta vez, haciéndome un guiño, había dejado caer un papelito, una nota para mi. Mi nota.

Y se leía: “Cree con fuerza en tu ideal, allí está el éxito que los otros no sabrán encontrar. Sé tú mismo. ”

martes, octubre 03, 2006

Verdugo Freiheit


(tiempo estimado: 5' imágen: jjfef)

Se amputó el corazón de un tajo. Su americana teñida por tercera vez; se avergüenza (tiembla su voz). Al golpear con los nudillos, baja (fango) la cabeza.

- Siéntese.

Ha cruzado las piernas.

- ¿Rellenó el impreso?

Lee la etiqueta de su pulcra y nueva tarjeta que brilla.

- Antes... desearía que respondiese algunas preguntas.
- ¿Sí?
- Hemos (usa un tono frío, distante, mágico, absoluto y plural) finalmente decidido reconsiderar su posición...

Golpeando la pluma, arrebañando el papel. Le duele su brazo. El brazo quiebra y dirige sus pensamientos, le abandona al entrevistador que sigue.

- Lo más importante: Vd. Es inteligente y desempeñará de forma inteligente la nueva actividad. Esta mejora económica le permitirá otras ropas, tal vez mejor alimentación, caprichos cada mes. Seguramente que desea su nueva posición social en el Centro.

Las paredes tiemblan, se recogen abrazando sus cuerpos. Son cuerpos de animal. Ha sonreído (tal vez algún asomo de duda arrojaría al vacío su candidatura) al recomponer su gesto. La ventana se cierra con estrépito: alucinaciones. Semanas de.

Extiende sus piernas. La sangre circula libre.

- Bien. ¿Desea iniciar...?
- ... cuanto antes.

Hubo tenido pesadillas por semanas. Poseído por sus voces, lamentándose.

- Evidentemente, puede mantener el anonimato, ocultando su rostro. Nosotros le procuraremos una celda apartada.

Le ofreció otro de aquellos cigarros secos y de sabor ácido. Conocer los nombres, convivir por semanas, para verlos morir.

- Sincérese si así lo desea. ¿Se siente preparado?
- Sí.

No lo estaba. Nadie lo está. La muerte no espera.

- Debe conocer los procedimientos del castigo. Mantenerse al margen y tan sólo actuar en el momento preciso. Debe aprender a limitar el sufrimiento. Unos ojos sin vida, ojos desesperados, el fin terminal. Sobre todo, que no exista compasión, para ellos significa toda una victoria. La victoria del reo.
- Sí.
- Lea las Escrituras si esto le ayuda. No hable. El buen profesional que secciona hábilmente. Tómese el tiempo que necesite, Freiheit. El juez y la Junta examinan su expediente. Sabe, esta decisión le beneficia, amigo. Vd. Dispone de habilidades y disposición al trabajo.

Estas palabras rebotan. Su eco se deposita y distribuye.

- Hemos tenido otros muchos antes, fíjese, eran escrupulosos, un poco sucios a mi entender. Había terror en sus cabezas, en sus movimientos.

También el terror se impregna y duele, forma y constituye a Freiheit. Terror al oír la voz y la súplica. Esa lenta respiración o la fragilidad de sus vidas al ser recordada. Conocía el valor asignado al alma, el justo precio del comerciante, el camello traficando o de la prostituta que nunca pagó. Podía escuchar sus cuerpos al arrastrarse cada noche junto a su cama, recordándole lo sucedido, heridos mortalmente.

- Como Vd. ya conoce, aquí todo es relativamente diferente. El reo ajusticiado ejemplifica al resto. Entiéndame. Y siempre tendremos algún espectador importante, es el espectáculo.
- ¿Podré abandonar el módulo?
- Como ya le dije antes, dispondrá de una celda individual a su disposición. Serán ingresados puntualmente sus honorarios. Y fumará.
- ¿Y mi condena?
- Tarea bien difícil aplacar la ira del ciudadano. El asesinato es un delito complejo. Aunque siempre existe un correcto tribunal dispuesto a reconsiderar su caso.

Tal vez al equilibrar la balanza, el peso de los cuerpos ajusticiados supere el crimen del camello y su veneno, el voluptuoso cadáver de la ramera o la avaricia del tendero y su tienda de licores. Quizás sumando a todos aquellos miserables, equipare su culpa y la dignifique. El guiño del entrevistador abstrae su pena, su pasmo, el horror de sus pensamientos.

- Colaborando con el sistema Freiheit, uno se integra otra vez en él. Aporta sus esfuerzos a la causa de la justicia, evitando nuevos crímenes.

Había matado antes y volvería otra vez, con el frío goteo negro y sin fin. Mataría por orden del carcelero, por orden del Comisario. La procesión de deudores no cabrían dentro de su celda o en su cerebro. El reo debe recibir consciente su castigo, por ello es siempre misión del verdugo mantenerlo lejos del desmayo. Ha mirado con ojos ciegos de la muerte, los ojos desesperados de sus víctimas.

- Freiheit... ¿qué piensa ahora?

El verdugo Freiheit, utiliza la cuchilla hábilmente. El joven barbero de otros tiempos, eliminaba a sus víctimas sin dolor. El camello murió al desangrase, borracho por la sobredosis. La prostituta terminó el baño caliente, amordazada. El comerciante, un certero tajo al cuello. Rápido y preciso.

- Firme la ficha, si así lo tiene decidido.

Al firmar, ha retenido la pluma. Freiheit contempla asustado su letra con su nombre, su conformidad, la monstruosidad del acto. El sudor ha revuelto la frente y sus cabellos. El entrevistador retira la ficha rápidamente de su vista, como evitando la catástrofe que se avecina.

- ... Freiheit ...

El entrevistador fija su mirada al verdugo. El verdugo yergue la pluma pasmado y borracho por el dolor. Dirige su rabia a las pupilas cínicas del funcionario, culpables de. Una oleada ha nublado el entendimiento, el irracional juicio que dictamina. Ejecutor mismo, clava junto al corazón la pluma. Por segunda y tercera vez, una nueva herida mortal.

El cuerpo se desploma al suelo.

A los gritos de Freiheit, acude la guardia. El verdugo apoya su cabeza en la mesa ensangrentada. El funcionario ha muerto.
Por los pasillos corren voces y noticias del verdugo Freiheit en su primer día de trabajo.