martes, enero 20, 2009

Las lágrimas de Marina

Marina decía que aquello era una “bomba de tiempo”. Y mientras nos lo contaba, su mirada se resquebrajaba un poquito más. Se nos hundía entre los dedos. Porque Marina es un león, un fiero gato que había abandonado Chile engañada por las circunstancias y sentía morirse poco a poco en Madrid. Todos le habían mentido. Decía que las cosas se las pintaron de colorines, no tal cual son en la realidad: el dinero no manaba del banco, todos son gastos y su familia se desparramaba partida por el océano.
Cuando perdemos las raíces somos hombres de paja. Su marido marcha a la construcción a la costa mediterránea, se ven cada dos semanas. Sus hijas juegan una adolescencia desbocada en un país ajeno. Su anciana madre reclama su retorno cada fin de semana por teléfono. Marina se siente traicionada. Éste no era su sueño. Los emigrantes son engañados, son el eslabón débil, el esclavo de hielo, son el batallón que toma las trincheras del Armagedón a trasfigurar de nuestro tiempo horroroso.
Las lágrimas de Marina saben a lágrimas porque lo son y porque golpean el suelo con un tic-tic parecido a la lluvia. Son tan pálidas y tan solidas.

viernes, enero 16, 2009

Los tiempos de Humboldt (III)

Era Humboldt un corazón endiablado, un tirano del cieno, de la noche. Un corazón de balsa. Los tiempos de Humboldt arrastrarían cadáveres y salvajes barbarismos. Había llegado de la nada, pero entre sus uñas la sangre se le resbalaba, era torpe esperar mejores esperanzas que no fuera participar de una carnicería de lobos.

Era todo un salvaje.

miércoles, enero 14, 2009

Los tiempos de Humboldt (II)

Humboldt miraba subido a la azotea del torreón. A sus pies una llanura. A sus pies cabezas que se contorneaban, iban y venían ocupadas. Había subido las mil y una escaleras. La mañana despuntaba.

Sabía que éllos lo sabían. Por el momento le era suficiente.

Los tiempos de Humboldt (I)

De repente llegó el día. Allí fuera nevaba, hacía un viento gélido, era una capa tras otra de hielo acumulado, tipo pastel milhojas con láminas de crema pastelera, las más de nata. Los viejos del lugar se apaleaban por recordar tiempos pretéritos, tiempos como aquel que se acaecía de inmediatoy buscaban tiempos antiguos, pero sus mentes se resbalaban por los años pretéritos, inermes por las estaciones que caducas habían caídos por los suelos y ahora eran hojas muertas.

Había llegado los nuevos tiempos de Humboldt.