martes, junio 27, 2006

A través del espejo

“El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve” (Antonio Machado)


¡Hagan juego señores!

La ruleta de la fortuna, gira que te gira, avanza para alcanzar ya su tercera vuelta, y les regala nuestro tercer número: porque esta vez nos hemos transformado en espejos, sí, créanselo. Todos Vds. habrán leído a Lewis Caroll, tal vez recuerden a Heráclito, pero tengan cuidado, que nuestro nuevo número de Caleidoscopio de Ideas no solo va por esos andurriales. Es ocioso mirar a través del vidrio, que las historias son permeables, y sin querer se nos sueltan, parecen perrillos sin cadenas: es la invitación a la disipación nocturna, a la reunión disoluta de una groupe de escritores sin futuro, de poemas de barra de bar, de mil y una vidas imaginadas, de oraciones y despertares, son 2950 gramos de una vida recibida frente a otros, los sueños de despedida, son mantras para hurgarnos las entretelas y son también imaginaciones sometidas.

Hablamos de todas estas cosas, pero todavía hay más. Hemos inaugurado una sección que bautizamos "Los malditos": los textos de nuestros malditos favoritos (la biografía de F. Scott Fitzgerald está marcada por el alcohol y Allen Ginsberg no es precisamente un ejemplo de tierno poeta colegial) que nos gustaría compartir con Vds. Ah, esperamos sus recomendaciones.

Y nada más. No les entretenemos. Descárguense el fichero y reserven la próxima hora en su agenda. No atiendan el teléfono. No salgan de casa. Y sepan que nuevos y mayores cambios se avecinan para nuestra revista, y que estos cambios siempre serán buenos si les tenemos con nosotros, por allá fuera, leyéndonos.

[Picasso Muchacha ante el espejo Óleo sobre lienzo 162, 3 x 130, 2 cm Museum of Modern Art, NYC]

domingo, junio 25, 2006

La vida breve.


(foto original de Daniel Rodríguez)

Cuando sentimos las horas como hastiales
arcadas y gárgolas o girolas
de una
catedral imaginaria.

Cuando se nos pudren los relojes
y las pulseras que fueron nuevas o hermosas
son
una cinta
un halo
una excusa.

Cuando te piden la hora
y no sabes que esfera
sabrá contenerla.

Cuando eyaculas tiempo
y tus huesos son todo mansedumbre
sin aquel sustento,
carentes del elixir que los ennoblezca.

Porque suena a viejo
y es viejo
pero tiene vida.

La vida es breve,
como el mes de abril laminado
o un verano en play-back
o tal vez un océano desecado por la era geológica.

La vida es breve,
y es inútil disecar sus pausas
y preguntarse donde fuimos
y porque cedimos nuestro paso
aquel preciso día,
si tuvimos fuerza de mula
para arar los campos.

La vida es breve,
como contingente es lo hermoso
como las anochecidas de Urueña
como los picachos que no alcanzaremos nunca en los Ancares.

La vida es breve,
y no hay baúl que atesore la pérdida
no existe otra estrella fugaz
capaz de equilibrar la balanza.

No queda moneda que pague repetir la misma canción del jukebox
no existe andamio, ni librería que guarde tus libros
ni las páginas
serán recontadas o releídas

porque el vial es de un solo sentido
y somos nosotros los transeúntes
y el autostop conduce a la misma
frenética
abierta
desconchada
noche,

y la muerte se agita
nos alinea
unos antes que otros,
pero en orden ocioso,

si mirar la hora
si pensar que será tarde:
arriba se cuece de veras
la sentina del tiempo
y el verbo preciso que ya no recuerdo,

cuando sentimos las horas como hastiales
arcadas y gárgolas o girolas
de una
catedral imaginaria.

viernes, junio 09, 2006

Mi brindis

Así pasen los años,
apasionados
torvos
lustrosos años

y vea tu cuerpo mecerse
y cimbrearse
como ahora veo los rostros
y troncos de los rosales
de tu patio

y sepa que
todo tuvo su exacto cometido,
que mereció la precisa pena:
ser hoz o ser rastrillo,

que convidamos la noche
juntos,
y la compartimos
como pan amasado
a medias.

Así pases uno, diez
cincuenta siglos
aunque se derritan las puntas del iceberg
aunque emigren los caracolillos del amazonas

pese a que tengamos caminos
prestos, prestados y presos
pero también haya los otros,

los poderosos

que se desandan con
las jornadas,
que son jóvenes y pioneros
como la golondrina que
perdió su nido
y lo comenzó siempre de nuevo

a estos caminos desconocidos
en los que merece la pena
gritar (para que no desfallezcas),
me refiero

en los que apostaría
mis ropas, y todavía
desnudo, pondría mi
cerebro, mis tripas, mi corazón,
te convido a pasear por ellos

Así pasen los años
que las canas sepan a eso,
a canas,
y vea tu rostro
y sienta tus abrazos
y participe de lo tuyo

porque yo no sabría hacerlo
de otro modo y
porque ya nada guardaría
su preciso, su necesario sentido.

martes, junio 06, 2006

Madrid, 666

Quedé con Lidia cerca de Cuatro Caminos para hablar del proyecto “Caleidoscopio de ideas”. Fuimos a un italiano y entre plato y plato hilvanamos una estrategia ganadora: conquistaríamos la luna con nuestros textos. Construiríamos puentes para que la gente los atraviese descalzos, y los versos fluyan hermosos por sus bovedillas. Seríamos una legión de poetas ensoñadores.

Pero Vds. saben que les miento. Es inútil, porque hoy es 060606, el número de la bestia. El Apocalipsis de San Juan dice muchas cosas, todos quieren leer en sus líneas profecías terribles; que si el dragón de las mil y una cabezas, que si el anticristo apóstata, etc. Y yo cuando leo la cifra, les diría que me recuerda al prefijo fragmentado de un número de móvil, si no lo fuera de verdad.

De camino casa, tras salir de la oficina, lo reflexioné una y otra vez. No me dejaba de perseguir. Y fíjense, lo he marcado, aunque claro está, me quedaron por adivinar el resto de dígitos. Luego pensé si no se tratara de un teléfono abreviado de SMS, de esos de concurso televisivo. Lo probé, tecleando con ganas:

666 La bestia

Si tengo suerte, algo habré ganado: un viaje en cesión a la luna no creo, quizás un pequeño lote de libros de Goethe o tal vez un cedé de Gound con la opera de Fausto. Pues bien, ahora en todos los sitios se habla del numerito. Pobre San Juan, hoy tenemos cientos de escritores y guionistas de los diarios rebuscando entre sus alucinaciones con ahínco.

Sin embargo, si tienen tiempo, les recomiendo cerrar su reloj y enfrentarse al viejo texto, pero esta vez sin fabulaciones, Vds. solitos. Sin falsete. Deben sentir el horror del sinsentido humano, y lo frágil y ridículo de nuestros estigmas. Todos ellos caducos, tienen su fecha: el 666. Pero no nos pongamos filósofos trasnochados (¿Eso decía Machado?), porque no vale ni merece la pena. Y bien pensado, no me pagan por ello.

Para terminar, les confieso otra mentirijilla: Lidia y yo nunca fuimos a la luna. Nos quedamos bien cerquita, y no pasamos del Retiro (será por lo de la Feria del Libro), y quizás nunca llegamos más lejos de algún cruce entre las calles Goya o Velásquez. Porque nuestra estrategia es táctica, pequeña aunque realizable; cada piedrita, un texto de Caleidoscopio. Cada revista, nuevos amigos que nos lean y que se animan a escribir con nosotros el camino.