martes, abril 15, 2008

Tu sonrisa



Marina regenta un puesto de helados. Es chilena (como Violeta Parra). Es una mujer vital, fuerte y emprendedora. Tiene la palabra franca y dos brazos para trabajar con fuerza y orgullo. Y sueños. Muchos sueños, sueños para arrancarse un palmo del suelo, para construir. Para tirar como un buey, fuerte y seguro.

Pero Marina es también una maga. Maga porque ha sabido concentrar en sus palabras todo un sabio sortilegio y ha hecho de tu sonrisa un talismán seguro para nuestro futuro. Porque tiene tu sonrisa de bebé un sabor a primavera, a rama verde, a fuerza centrípeta, a camino por desgranar. Y te cojo ahora en brazos y tú me palmoteas la espaldas y me besas o me baboseas y te arrancas raudo a gatas. Y me hablas con palabras que yo no conozco aunque comprendo a veces. Siempre sonríes como la luz del sol, como un olivo que hubiera germinado ayer mismo. Marina dijo que tras su vuelta de Chile, con la pesadilla del jet-lag y la tristeza de la familia que dejaron allá, sus tres niñas le dijeron que necesitaban verte, aunque fuera por un leve instante, por un momento. Porque los bebés dan suerte, y dan amor y más cuando tienen una sonrisa como la tuya: una sonrisa capaz de cambiarlo todo.

Eso nos contó ayer mismo, era media tarde, las familias paseaban y ella había recién inaugurado su puesto de helados. Ahora es solo suyo y son mejores tiempos para su familia. Y mientras nos decía esto y nos imaginábamos a las niñas pidiendo verte, tú allí mismo le sonreías, era extraño, sabía que le comprendías perfectamente aunque tan solo fueras un bebé de apenas un año.

Y de repente todo cabía en su lugar y las cosas permanecían en un equilibrio hermoso. Porque si somos lo que antes fuimos y construimos, tú serás la semilla de tu sonrisa, tú serás el árbol que nazca de ella.

jueves, abril 10, 2008

Sobre la reestructuración empresarial

Son tiempos jodidos para la lechuza, mi pequeño mundo empresarial está siendo sometido a un vaivén profundo. Escribo algo para animarme, luego escucho a Bod Dylan. Ahora me siento mejor. Que lo disfruten.



De la reestructuración empresarial hemos obtenido el sueño heredado del cieno, el asfalto o el barro que se devora, el pie que pesa más que mide, el vacío, el hierro fofo o el catafalco de fin de semana. El poeta como ídolo maldito, un ave fénix que sin embargo nació tullida. Señores, el mundo de la empresa nos vomita, como los chulos de las esquinas a sus rameras, nos chuta las meninges operadas, es un ruido sordo, una ocupación que se entretiene y nos conduce a la cárcel, un vicio aquiescente, un dosel de tálamo contrahecho, un ardid de buhonero torvo, de Circe o Medusa, de Ulises torturado. Es la felación máxima, esto es, peor que levantarse pronto por el coito propio de la factoría, de los números, del amor sin tregua ni plaza, del viento fracturado de los clientes que se engañan con vehemencia. Me siento un muñecote, una figura de plástico vomitada, un pétreo aroma de tugurio, la lechuza parda contrahecha.

Dicen que nosotros trabajamos por dinero. Yo no, que yo lo hago únicamente por vicio, soy una puta malquerida, un Quijote descerebrado que atiende a su negociado sin cortapisas. En la cúpula del poder, bajen cien peldaños, tuerzan a la tercera, hablen con el bedel y yo estaré detrás suyo, espiándoles para siempre, exigente escriba luctuoso, certera madame del lupanar, prospero auspiciador de la vehemencia laxa e impotente.

Lo práctico de la ley: el movimiento se contrarresta y saldremos para llegar al mismo lugar. Alguien decía por aquí, "le cambiaron para seguir haciendo siempre lo mismo". Yo recojo mis útiles (un círculo de “O” de canuto negro). Pero como no tengo otras herramientas ni me las dan, replicaré la carátula allí donde quieran que me embarque, haré lo mismo, mismo gesto, mismas palabras. El poder es férreo, aunque lo es más la burocracia, la inercia, el tándem donde yo ya no pedalearé jamás. Miren esta cara gris, afeitada, hirsuto material el mío, pandilla de lobeznos adocenados, diminuta hormiga, obrero de pirámide, diez toneladas de polvo y lodo para descansar con la doncella prometida, aquella de barba y voz cavernosa que se maquilla, el ósculo ventilado, el centurión de espada ametrallada. Joder, que serán cien reestructuraciones para descubrir que todo ha servido para nada, o que mi vida ha sido un entretenimiento parco de nombres, candencias y dependencias.

Hermanos, os insto a que os levantéis, elevéis el grito para decir no, basta de estulticias, de tanta autoridad dirimida, de tanto trasiego y confusión improcedente, de tanta reestructuración apelmazada, de tanto organigrama malquerido, son novelas y caballerías que leemos para secarnos los sesos entre todos.

Pero sabed que soy un cobarde. Que finalmente no haré nada. Hoy me iré a casa y puede que de camino alguna lágrima caiga y el resto se me seque en los ojos.