lunes, abril 24, 2006

El despertar de la anestesia

Todos nos morimos
y todos nacemos

a veces en silencio,
apenas duramos un castañeteo de dientes

otras veces parece que fueron casi 100 años tensos

pero de veras les digo,

que cambiaría mi olvido
por un minuto más de sus besos

como las eternidades callejeras
del amor,
lo cambiaría todo por columpiarme en sus ojos,

tal como lo hice este fin de semana
antes de dormirme
y despertar, después,
y luego,
ya resurrecto.

martes, abril 18, 2006

La literatura "desesperada"


Otro día les hablaré de Roberto Bolaño y de como supe de él: Hablaré también de Jonny, del "Largo Adiós" y del "Penicilino". Hoy quiero ser breve y por eso les dejo con este fragmento de "Los detectives salvajes".

Y reflexionen sobre la literatura salvaje. Hoy me hierve el entrecejo.

(tiempo estimado: 7 minutos)

Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano. Grave error, como se verá a continuación. Tomemos, por ejemplo, un lector medio, un tipo tranquilo, culto, de vida más o menos sana, maduro. Un hombre que compra libros y revistas de literatura. Bien, ahí está. Ese hombre puede leer aquello que se escribe para cuando estás sereno, para cuando estás calmado, pero también puede leer cualquier clase otra clase de literatura, con ojo crítico, sin complicidades absurdas o lamentables, con desapasionamiento. Eso es lo que yo creo. No quiero ofender a nadie. Ahora tomemos al lector desesperado, aquel a quien presumiblemente va dirigida la literatura de los desesperados. ¿Qué es lo que ven? Primero: se trata de un lector adolescente o de un adulto inmaduro, acobardado, con los nervios a flor de piel. Es el típico pendejo (perdonen la expresión) que se suicida después de leer el Werther. Segundo: es un lector limitado. ¿Por qué limitado? Elemental, porque no puede leer más que literatura desesperada o para desesperados, tanto monta, monta tanto, un tipo o un engendro incapaz de leerse de un tirón En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o La montaña mágica (en mi modesta opinión un paradigma de la literatura tranquila, serena, completa), o si a eso vamos, Los miserables o Guerra y paz. Creo que he hablado claro, ¿no? Bien, he hablado claro. Así les hable a ellos, les dije, les advertí, los puse en guardia contra los peligros a que se enfrentaban. Igual que hablarle a una piedra. Otrosí: los lectores desesperados son como las minas de oro de California. ¡Más temprano que tarde se acaban! ¿Por qué?¡Resulta evidente! No se puede vivir desesperado toda una vida, el cuerpo termina doblegándose, el dolor termina haciéndose insoportable, la lucidez se escapa en grandes chorros fríos. El lector desesperado (más aún el lector de poesía desesperado, ése es insoportable, créanme) acaba por desentenderse de los libros, acaba ineluctablemente convirtiéndose en desesperado a secas. ¡O se cura! Y entonces, como parte de su proceso de regeneración, vuelve lentamente, como entre algodones, como bajo una lluvia de píldoras tranquilizantes fundidas, vuelve, digo, a una literatura escrita para lectores serenos, reposados, con la mente bien centrada. A eso se le llama (y si nadie le llama así, yo le llamo así) el paso de la adolescencia a la edad adulta. Y con esto no quiero decir que cuando uno se ha convertido en un lector tranquilo ya no lea libros escritos para desesperados. ¡Claro que los lee! Sobre todo si son buenos o pasables o un amigo se lo ha recomendado. Pero en el fondo ¡lo aburren! En el fondo esa literatura amargada, llena de armas blancas y de Mesías ahorcados, no consigue penetrarlo hasta el corazón como sí consigue una página serena, una página meditada, una página ¡técnicamente perfecta! Y yo se los dije. Se los advertí. Les señalé la página técnicamente perfecta. Les avisé de los peligros. ¡No agotar un filón!¡Humildad!¡Buscar, perderse en tierras desconocidas!¡Pero con cordada, con migas de pan o guijarros blancos! Sin embargo yo estaba loco, estaba loco por culpa de mis hijas, por culpa de ellos, por culpa de Laura Damián, y no me hicieron caso.

miércoles, abril 12, 2006


La vida tienes sus lecciones sencillas,
cosas tales como:

¿Dónde se tiran los polvos que se atragantan por la casa,
o
las borracheras
de amistad arrepentida?

¿Qué será de la alergia de existir,
de una primavera estúpida de hace casi diez años
o de la rubia
que pasó a gatas
sin recordarte?

Hay besos con sabor a porro y éstos están prohibidos
pero ¡ay! si no hay cojones a saborearlos,
hasta dónde llegaría nuestra cuenta de banco.

Me dicen que escribo en rincones
y lo hago a ratos y a escondidas
son como una excepción del tiempo
como un polvo rabioso y desentrenado.

Creo en Bakunin
pero también en la mafia siciliana,
todos juntos o revueltos
parecen un grito atroz
un baile lascivo adolescente.

Temo que la vida me coja de costao
y la cornada me taladre
lo juro,
me taladre y no me recupere más tarde,

y mi semen sepa todo ácido,
olor a vísceras contrahechas de matadero senil
y mi lechuza asilvestrada
vuele bajo
o ya no vuele

y no tenga por hogar el páramo

sino la jaula de telaraña cromada,
una jaula de puta madre toda dispuesta
y hasta inclusive
en una esquina haga su pis y todo,

y no quiera salir más, allí mismo hable con desconocidos
esos viejos verdes dispuestos a envergarme,
ociosos cornudos y graciosos
que vengan a velar la pena del
pájaro memo.

miércoles, abril 05, 2006

Héroe Local

(fragmento de mi novela "Héroe Local". Tiempo de lectura: 3 minutos)

Sabía mantener la vista fija como nadie. Elegía un objeto, lo poseía en su interior, lo tomaba, lo repetía mil veces. Lo estático. Su dominio. En el sexo, lo pasivo. Círculos. Pi. Sin fin. FIN.

Odiaba los finales.

- Odio los finales. No les soporto. Es Perecer. Imagínate, aquella aguja donde se posan las cigüeñas. Me planto y las domino. Ellas no me ven y pronto sabría más de ellas, cada movimiento instintivo, el rizado del plumaje, sería una más, así hasta confundirme, sin pulso, me nacerían las alas, volaría ...

Lo dinámico parecía confuso. No era estable. Ser consciente de la perpetuidad de una posición, sus detalles.

- Te arrojas al cielo. Azul sin nubes. Limpio. Constante. Eyaculas. Terminas. Comienzas. Centras toda tu pasión en un momento fijo, tan inamovible. La recoges entre tus brazos y la besas. El beso es corto, pero si lo mantienes en la cabeza, lo congelas. Sabes, el beso resulta ser la aguja con las cigüeñas, vives y sólo vives para este beso, ni eso, es la imagen fija del beso que te repites. La vida es así. Sé parar el tiempo. Te miro, brillan los ojos y amo tu brillo, amo el momento.

Era el dominio del círculo. Señalaba las cigüeñas. Guiñaba los ojos al sol mientras lo repetía. Me había contado que mantuvo fija la mirada frente al espejo más de seis horas. Después se quedó dormido. Había memorizado su rostro y no podía olvidarlo. Memorizó el gesto, el reflejo, la luz, la piel, las cejas, mantuvo la impresión en la vigilia, la petrificó. Grabó el espejo. Durmió y el espejo siguió dentro.

Nunca creí su historia. Evidentemente exageraba. Sabía fijar la mirada, absorber al contrincante, desnudarlo, examinarlo. Media, tres cuartos, dos horas. No contra sí. Ni soñar con uno mismo.

Arrebato. Vampirismo. Pronunciaba detenidamente las palabras.

- Una vez - se reía - cuando conocí una tía, le propuse joder en silencio. La desnudé. La poseí. Se extrañó. ¿ Qué haces ?, en un descuido la até a la cama. La penetré. Al principio ella se resistió, pero cuando comprendió se mantuvo quieta. Y lo hicimos. Ves la cigüeña. No son horas. Es un siempre. Siempre estuvimos ella y yo, encima y debajo, en silencio, mirándonos la boca, gozando. Lo entiendes. Somos así.

Y se reía aún más.