viernes, febrero 27, 2009

Tempus Fugit Est

Así comienza mi última novela "Tempus Fugit Est", obra parida en busca de lectores o editores. Una colección de relatos que expía parte de mi reflexión sobre la felicidad humana y sus componentes dentro de la empresa “moderna”: los sueños y las aspiraciones, el éxito, el amor en sus diferentes vertientes, el fracaso, la muerte. Son pequeñas historias ficticias pero que siempre arrastran un poso de realidad, que remueven las entrañas del lector unas veces mediante una propuesta absurda que incita a la reflexión, otras por insinuaciones contagiadas de ironía o de humor, la más, a través de perfiles humanos que nos retan. Son largas horas las que dedicamos a nuestra vida profesional pero creo que muchas menos las que dedicamos a escarbar con interés en la pregunta: ¿Somos realmente felices en lo que hacemos?

Tiempo estimado de lectura: 10'

«Sed fugit interea, fugit inreparabile Tempus.» «El tiempo pasa irremisible, intensamente.» (Virgilio)

Los ingenios sobre el tiempo siempre han existido; fueron los dioses medievales, los constructos de los sabios quiromantes o las ensoñaciones de algunos matemáticos inefables del barroco europeo. Sentimos el tiempo como una odalisca fofa, un ave rapada que se contonea imitando una noria desmembrada; es la vejez que se torva oscura, que se rapa el vello de las axilas, que nos escupe y que nos engaña y nos acompaña por caminos equivocados hasta la muerte.
Peor sucede ahora cuando nuestra sociedad babea por el tiempo de los demás: y esto tiene nombre, lo llaman el capitalismo facilón del cronógrafo, de la agenda electrónica, del «possit», de las citas, del móvil ultracompacto que nos recuerda cuanto tenemos que hacer y que siempre hemos llegado tarde. Es la secretaria perpetua y automática que nos organiza la jornada, el remo de nuestra personal galera diaria, la que llama a nuestros clientes sin darnos cuenta e incluye los familiares y su revisión anual. «Tempus Fugit», tiempo en fuga, y tras él nuestra hirsuta felicidad, la de los mejores recuerdos adolescentes, la de los deseos irrealizados, son aquellos que embuchamos y que nos engordan en el comedor de empresa al recordarlos.
Erase que se era una sociedad anónima cuyo fin primero, su misión y visión eran ofrecer la felicidad a los terráqueos y en concreto a los habitantes de las grandes empresas, de las multinacionales. Y vendían que esta felicidad proporcionada debería corresponderse con la felicidad máxima, prudentemente personalizada para que sus clientes dispusieran de jugosos sueños: la capacidad infinita de dormir alguna hora más de madrugada, de mantener una segunda vida y quizás una ulterior oportunidad a la cual afanarse. Romper con la monotonía, el maquinismo del trabajo. Para conocer paisajes diferentes, para amar en tecnicolor y para morir por un ideal heroico y digno. Y nuestra organización tenía por singular nombre «Tempus Fugit» y con sabiduría hubo patentado un servicio en exclusiva que proporcionaría tal grado de bienestar y satisfacción: ofrecía a sus clientes empresariales «contadores de historias», cuentacuentos para organizaciones multinacionales, bufones disfrazados que se paseaban por las sedes y «headquarters» para animar así a los trabajadores cabizbajos, sobrecogidos por la incertidumbre de su responsabilidad. Todo esto, por supuesto, acompañado quizás por la dosis tecnológica precisa: cuentacuentos electrónicos por teléfono, DVD interactivos, canales de contenidos en la red, lo que fuera necesario para mejorar la «experiencia narrativa». Decía en su publicidad «créannos, que nos roban los sueños y nos hacen vivir a disgusto. Porque escasean sus trabajadores centrados y eficientes, nosotros les ayudamos a retenerlos, a recuperarlos y les pintamos sus sueños, aquellos que se les secaron, les construimos y envasamos aquellos que más les guste y necesiten.» Y luego mencionaban torticeramente a quien hiciera falta, siempre y cuando estuviese de moda, «porque se habla de la necesidad de construir nuestro sentido de vida», aunque por casualidad se les hubo olvidado mencionar que la felicidad tan sólo ocupaba un fragmento breve de nuestra libertad personal última. Aquella idea, la de contar historias también encerraba su doble intención. Guardaba consignas. Y los nuevos ensoñadores tergiversaban sus discursos mezclados con «product placement» y otras artimañas para incentivar un fiero «cross-selling», un arriesgado y taimado modelo de negocio. «Todo realmente innovador, todo muy cool»
Sus narradores por otro lado funcionaban a las mil maravillas. En nuestra sociedad de consumo esta empresa había discernido que contratando a un «pull» de escritorcillos frustrados y guionistas de segunda sería capaz de hacerse con la maquinaría atroz que ejecutará contenidos personalizados y bajo demanda. Siempre hay un san Martín a la medida de nuestra necesidades: para las azafatas, el vuelo en exclusiva acompañando a su actor favorito. A las teleoperadoras, un mes de silencio. A los poetas de los departamentos creativos, un atril y millones de lectores expectantes. A los solitarios financieros, una amante loca por los créditos revolver. De esta guisa buscaban ocupar las estrechas alacenas de nuestro tiempo vacante con emociones fabricadas, enlatadas y listas para el toque definitivo de «postponed emotion». Y ocupaban los corazones de dichos trabajadores para que no sintieran su propia infelicidad, latiendo con fuerza, sus canas y su calvicie agresiva, mezcla de estrés, mezcla de melancolía no diagnosticada a tiempo.
Imaginen: es el paisaje madrileño, los cuatro torreones del castillo que se yerguen sobretodo, el cristal y el asfalto, son pirámides con sus tumbas de faraones, que se ven desde cualquier lugar, desde la sierra, desde el río Jarama, desde San Martín de la Vega, son el punto atractor de nuestra mirada, camino y peregrinaje definitivo.
Imaginen: una gran cristalera de uno de estos mastodontes y el horizonte abierto, y las nieves que se enganchan en las cumbres y muchos metros abajo, la singular culebra de la N1. Una ligera neblina rezuma, el diablo que consigue alzarse sobre la contaminación metropolitana. Las mejores salas de presentaciones se localizan en los pisos superiores y su alquiler por horas cuesta una fortuna. Forradas de pizarra o mica, el cuero cruje y acaricia nuestros traseros. A pesar del lujo nadie quiere mirar la proyección, ni tomar las viandas de suculentos ibéricos acompañados de Pérez Pascuas, todos quieren arrojarse por las vidrieras y si tuvieran un catalejo buscarían su barrio, su casa, sus hijos marchando a la escuela. El lujo y la ostentación acompaña y atonta. Y a ultranza la altura parece hacernos un poco más dignos. Ésta es parte de la estrategia empresarial de «Tempus Fugit», conmocionar al cliente.
–Hemos diseñado nuestros contenidos cuidando fondo y forma, siempre sin ostentación ni ruido morfológico ni semántico. Evitando lugares comunes, «of course», arañando… –Este era Jaime Peñalver, el DC o Director Creativo, un pájaro de cuidado, ojos intensos, azules como la nieve, y pedazo de MFA de la Wharton Business School–…el interior, raspando los intestinos de sus empleados. Estos rellenan el formulario, todo muy simple y para el Consejo recogeremos las recomendaciones del «coacher» personal…
–¿Y habéis valorado los «adhoc meetings»? –Preguntó el directivo responsable del proyecto en la compañía cliente. Éste era un tipo más bien anodino, con voz arrastrada, visiblemente preocupado por cumplir en tiempo, que no en calidad, tal vez porque no entendía el sentido. No creía y lo disimulaba mal. Quizás por esto era el máximo responsable de las finanzas de la compañía, era un ser cuadriculado, era de los que decían que había que llegar uno mismo motivado al trabajo porque sino….era un fan del látigo y la orden perseguida, y así él cuidaba a sus muchachos del departamento. Y bien que le iba a su manera.
–Sí –Jaime Peñalver responde mientras consulta ciertas notas que hasta ese momento mantenía escondidas en su portafolios. Entona sugerentemente–:disfraces, siempre todo muy «casual», gente guapa, profesionales del teatro. No es un simple cuenta-cuentos a la puerta del edificio, no es un mero entretenimiento, es la catarsis misma –y enfatiza esta última palabra, pero lo bien cierto es que nadie en la reunión había leído a Sófocles, y se da cuenta de su error e interrumpe su discurso–… ¿más café?
Se levanta el responsable de la cuenta, se atornilla la sonrisa y sin quitar la mirada de la cristalera espeta:
–Claro, con los resultados del piloto les propondremos nuevos cambios, adaptaremos los objetivos a sus particulares necesidades, complementaremos el «media» y les ayudaremos en la comunicación interna. ¿Qué fechas...? –Siempre, siempre, las puñeteras fechas, más todavía si se quieren cumplir los objetivos de ingresos del semestre. Aquel cliente pagaba mucho, era un pez gordo, harían lo que fuera por fidelizarlo a martillazos, por adherirse a sus ricas ubres –¿…Qué fechas manejan para adjudicar el contrato?
Aquel responsable de la cuenta tenía un simple objetivo. Zamparse al cliente, volver a casa con un «sí» a cualquier precio, sus jefes han sido explícitos: «sus huevos o tu cabeza», y aunque no hacía falta ese lenguaje soez, él sabía que lo ejecutarían sin temblarles un ápice del peinado. Y aunque extremadamente «senior», tipo experimentado que paladeaba el miedo y la adrenalina, sentía como cualquier otro el tiempo fugaz, su tiempo, que se le resbalaba en la clepsidra, agotándose. Entonces mira a Peñalver y le hace una seña cómplice; es la hora de la infantería pesada. Aquel contrato los haría ricos, sólo había que mirar la cara de esos desgraciados. Sabía que estaban en sus manos. Hace un gesto y un panel se desliza y deja al descubierto una inmensa pantalla de plasma. Engola la voz, aquello lo ha practicado miles de veces. Lo sabe de memoria. Un toque de efecto y a los clientes se les cae las bragas, aquel video que van a proyectar impacta, conmueve, les hace volar.
–Señores, llámennos raros pero en «Tempus Fugit» todavía creemos en la literatura. Creemos en su capacidad de transformación, en la magia de las palabras. Vamos a enseñarles una cata de nuestra propuesta de textos para su piloto, pueden estudiarlo al completo en el «Customer Agreement» que les entrego. Nos han hablado de la situación de su empresa, de la crisis de su sector, del horrible fracaso que están experimentando sus lanzamientos. Su última encuesta de motivación revela datos alarmantes…
–Siga, todo eso lo sabemos. –Era el directivo de la empresa cliente que se impacientaba.
–…Creemos que no valen ni son efectivas las actividades tradicionales: convenciones y encuentros semestrales en hoteles, regalos, cursos sorpresa, mejoras de horarios, rotaciones… no, no, hay que llegar al fondo… tocar diana. Conmover el corazón de sus trabajadores, hacerles pensar en la cama por las noches sobre los orígenes de su amargura, descubrir qué deberían cambiar para ser más felices, y de paso llegar al trabajo a su hora. Ellos están ocho horas con Vds., les tienen secuestrados, en su terreno. Es el lugar propicio para…
Entonces la luz de la sala se desvanece. El directivo de la empresa cliente se recuesta en el sofá de cuero, bosteza levemente dispuesto a escuchar. Y es que tiene encima con este proyecto de motivación un severo problema y debe quitárselo cuanto antes. Salvo que sea un pestiño insoportable firmará aquel tonto piloto, pero eso se lo guarda por hoy, lo dejará desgranar, y se lo comunicará en un par de semanas; conseguirá cualquier ventaja adicional de pasta. Sabe que su empresa está debilitada, en retroceso sino en franca destrucción; si esto ayuda a alguien, tiempo tendrán de verlo.
O quizás no, quizás ya no les quede tiempo. Pero esto, por el momento nadie se lo imagina.




NOTA: He elegido este vídeo de Bob Dylan como "soundtrack" de mi libro.
Aquellos lectores de la novela sabrán entender las razones.

lunes, febrero 23, 2009

Babel

Confluían en Babel multitud de razas, idiomas y civilizaciones. La Torre, abandonada y en ruinas, se cimbreaba, mecida por los tiempos de Oriente y Occidente.

En Babel, únicamente los muy ancianos habían conocido la Lengua Única, bajo la cual fueron edificados los cimientos originales de la vieja Torre. Después, arrojada la furia de Yahvé, los trabajos de construcción divergieron por derroteros fantásticos: cada maestro edificó según su propio y original criterio, incapaz de entenderse con el resto de lenguas de los artesanos de la obra.

Y muy al contrario del resultado que las crónicas nos transmiten, la aparente confusión de estilos y mezclas técnicas dotó al precario conjunto de una belleza y equilibrio que ya nunca después podría encontrarse en posteriores arcadas y cruceros de las catedrales; además, aquel sin fin inimaginable de constructos, si rivalizaban en belleza y originalidad, no guardaban comparación con el resultado de la Torre en su conjunto.

En fin, que fueron buenos tiempos para la Torre y el ansia que ésta representaba. Los maestros arquitectos, canteros, carpinteros, artesanos, plasmaron libremente sus ideales y sueños en aquellas piedras, relevándose en aquel singular trabajo año tras año sin descanso. La Torre no podría ser terminada nunca (como no tiene fin la imaginación y creación del ser humano) y cada piso albergaba nuevas y más arriesgadas cavilaciones de sus creadores.

Muchos turistas, llegados de lontananza, admiraban la singular y bella construcción que se alzaba sobre las nubes hasta acariciar casi las barbas divinas. Quizás, acrecentada la furia de Yahvé por semejante dislate, (éste) deseó ocultar el espectáculo de la Torre a los mortales, y mandó así cubrirla con perennes borrascas y nieblas; aún así, el regocijo contemplativo de sus absolutas y singulares maravillas parecía no verse mermado en gran medida...

Y aunque los pisos se sucedieron los unos a los otros y los maestros continuaban aparentemente alzando la construcción sin tregua, la cada vez más dificultosa comunicación de los artesanos con los visitantes (para transmitir sus ideas) que observaban (impávidos) la elevada altura donde se trabajaba, unido a la oscuridad de las tormentas, poco a poco iría dificultando la admiración de los pisos superiores (que sin duda eran a todas luces los más perfectos y singulares. Quizás, por eso fue que, la gente, entretenida por los quehaceres cotidianos, se fue conformando con una idea baga y simple de los tesoros contenidos en la Torre. Y como fue que iban perdiéndose el interés por su mayor y nueva diversidad, fueron cada vez menor el número de constructores atraídos por la aventura esforzada de participar en la Torre y cada vez menos los espectadores dispuestos a indagar en sus maravillas: todos ellos se iban conformando con una idea rápida y superficial de la misma.

De la misma manera que la secuoya muerta no pierde todas sus hojas hasta bien transcurridas las centurias, la Torre mantuvo una lenta agonía. Nadie advirtió ni se preocupó de la paulatina escasez de nuevos artesanos y el postrero abandono de los proyectos más arriesgados. Y cuando un día finalmente se hubo cerrado la Torre, nadie se quejó, apenas se visitaba aquella parte de la ciudad: los pobladores de Babel ahora disfrutaban con alegres y sofisticados devaneos, puesto que a pesar de la gran diferencia de costumbres e idiomas, habían desarrollando la habilidad de comunicarse fácilmente mediante rudimentarios símbolos. Este nuevo y práctico Lenguaje había hecho innecesarias las Artes, si bien había permitido desarrollar ingentes nuevas ciencias, en especial aquellas asociadas al Comercio y la Guerra.

Así fue como se olvidó el afán constructor de los hombres y su interés para alcanzar los cielos. Los aviones y cohetes ahora sobrevuelan el firmamento, dejando la vieja Torre muy por debajo de ellos; también dicen que Yavhé ha quedado en algún lugar desconocido, muy por debajo de aquellos artefactos. Pero a nadie le preocupa esto en absoluto.

Mi texto, sin animo de competir competir con esta otra Babel, de Alejandro González Iñárritu.

jueves, febrero 19, 2009

La muerte en directo

Cuando la muerte me llame que me lo suplique en hinojos, que sea rápido e indoloro…Y en privado. Pero hay mucha gente que no piensa exactamente así, por ejemplo, Jade Goody. Pero esto ya lo había visto yo antes, que la idea es original de Taberner y su “Muerte en Directo”.
Saben, a vueltas con mi reflexión sobre los medios, que la chica se nos case en directo y exhiba su enfermedad terminal no me seduce ni me escandaliza. El otro día, mientras tomaba café y esperaba no sé qué, en la tele alguien tuvo la feliz idea de proyectar lo siguiente: habían atropellado un perro cruzando una autopista en el marasmo de la circulación, otro perrillo (¿su compañero, su amante?), se esforzaba por arrastrar el cadáver fuera de la calzada… al verlo, un escalofrío se instaló en mi corazón. Un animal exhibiendo un sentimiento tan profundo.. ¿tan humano? No quiero decir con esto que la pobre de Jade Goody sea una mal bestia, o una madre interesada (como dicen) que vende su intimidad para salvaguardar la prole tras su muerte. No lo sé. Hubo un tiempo que intelectualmente vendía este tipo de escándalo, el exceso, la contrapuesta, la pornografía social, eran los tiempos de Taberner (que por cierto, no supo tampoco explotar). Ahora todo esto huele a pan de circo. A hoja caída que se pudre y que pagamos por pisar. A pelea de perro.

Cuando nuestra privacidad se mensura y se le pone un PVP y se acepta su mercadeo, pues eso, es un producto más. Nada más. Eso tiene el valor que tiene. Otra cosa es el valor del que se agarra al asiento y pretende hacer de este entretenimiento su mejor calidad y modo de ocio para vivir. Valoremos cómo nos gusta divertirnos si no queremos terminar con las neuronas secas y refritas. Entonces quizás, este mercado será un mercado “vacío” (y a ver qué publicista lo esponsoriza entonces) al utilizar este botón del mando, aquel tan guapo y apenas gastado por nosotros donde se lee “OFF”.



«No digamos la palabra del canto,
cantemos. Alrededor de los huesos,
en los panteones, cantemos.
Al lado de los agonizantes,
de las parturientas, de los quebrados, de los presos,
de los trabajadores, cantemos.
Bailemos, bebamos, violemos.
Ronda del fuego, círculo de sombras,
con los brazos en alto, que la muerte llega.» (Sabines)

miércoles, febrero 18, 2009

Asesinato de la generación 2.0

Era evidente y por otro lado era esperable: Miguel Carcaño tenía su correspondiente perfil en tuenti; el asesino también compartía con Marta su “otra” afición, y eran las redes sociales. Lugar común, de encuentro y desencuentro de hoy día. En clave cínica, qué fácil es abrirse una cuenta en myspace, en facebook y ponerse manos a la obra. Arriba la farsa.

Los periodistas dicen que de todas las redes (mafia, droga, tráfico de influencia…), las sociales son las peores. Será por no hablar del tiempo. Y no se cansan de prejuzgar con amarillismo y se regocijan escupiendo viento en contra (el pis empapando sus ojos pero aún con eso siguen erre que erre). Claro, ahora que lo pienso, será que los programas de cotilleos, sus maniqueísmos mediáticos, sus manipulaciones de marionetas son mucho más sanos para los corazones adolescentes. Ahondan el espíritu y abren los pulmones como las friegas de “vis vapurus” de la madre. Después de una maratón pornográfica de cotilleo (la “Chonchi” mostrando sus tripas al cielo abierto) me están entrando unas ganas terribles de “invitarla” a ni red de contactos, quisiera conocer todo de ella, el tamaño de sus bragas, ser su máximo seguidor y perseguidor, el postrero y pertinaz fan en twitter. Claro, para mentes resecas la red es la noticia fácil (hemos rascado la misma neurona y debe estar bastante irritada) y como buenos españoles que somos, ¡venga la envidia por delante!: a joder.

Claro que Marta tenía a todos sus amigos enganchados al Messenger. Obligada estaba. Claro que allí se coció su tragedia. Cómo no.

Pero el poso es bien otro. La poltrona de la televisión no educa. Los mass media mediatizados esclavizan. Somos libres (lo creemos), pero leyendo de torcido en los periódicos, todo lo que sucede en la red es sucio o gris y peligroso. Señores padres, den carpetazo de cierre a sus ordenadores en los dormitorios ¡Conculquen la libertad a sus churumbeles!¡Qué sean presa de los medios mediocres! Apaguen sus portátiles o que sólo visiten los periódicos oficiales.

Otro día más sin encender la tele. Qué ilusión. Las noticias me llegan por móvil. Leo mi inmácula selección de blogs. Soy un desinformado total.

En mi ignorancia veo la luz.

Post Data: Marta, he visto tus ojos hermosos en los carteles aconcogojados, ahora pendulean por las paredes conmocionados y solos. Tu familia llora. Que el criminal sea castigado, caiga la ignominia sobre su nombre, hagamos una causa común, férrea y de hierro contra el maltratro. No más Martas, que tu crimen sea de línea de salida, de camino de llegada. Nunca más otro maltrato. Que tu cuerpo no lo coma el río, que torne a casa, que tu destino guarde un sentido.

miércoles, febrero 04, 2009

Los tiempos de Humboldt (IV)

Luego Humboltd decidió actuar de la siguiente forma: los reunió a todos y dijo que primero le llegaran los más valientes, y después, por orden preciso, serían recibidos los otros, los pusilánimes ¿Si tuvieras una espada mellada harías de ella un estandarte?, les preguntaba, y todos le sonreían, como si aquel acertijo escondiera otra ignota sorpresa.
Fuera, por turnos, el resto esperaba su justo proceso, la lluvia golpeaba los rostros, fumando, meando las paredes, algunos festejando la llegada del año chino; pero todos ellos desmochando su horror, espetando palabras de consuelo o dolor o advertencia.