miércoles, agosto 29, 2007

Era Mikelow, joder, de eso no me cabía la menor duda. El mismo. Por su contoneo, su mirada cochambrosa o quizás el bizqueo que mal escondía una sonrisa un poco desdentada. Corrí para saludarle como estudiante insatisfecho. Él no me recordaba ya.

Puso por un momento cara de asombro, y simuló tener prisa, aunque sabía que llevaba apostado en aquella esquina toda la mañana. Estaba trabajando, persiguiendo a cualquier fulana que ponía los cuernos a su macho. Tal y como me trataba, imaginé, no quería que volviera a escribir nada de él.

Le dije, ¿te acuerdas tío?, pero entonces él negó todo. Me guardaba rencor creo que porque le había convertido en un guiñapo, en un monigote de pinturilla. Y Mikelow era mucho más. Mantuvimos una conversación estúpida mientras fijaba su mirada en los andamios del Brook East, y en los negros que escupían por las aceras. Él solo me veía como un tontiloco con él que había intimado en un barra americana no sabía cuándo. Y me creía capaz de todo, de diseccionarlo, de hasta hacer papilla su imagen de cabrón. Porque los detectives deben tener la picha fuerte, no pueden andar con monsergas. No pueden ser unos pazguatos.

Le di la mano. Sus dedos enormes, pequeños morcillones prensiles me envolvieron con su humedad fría. Pero antes de marcharme, guiñó el entrecejo y sus gafas negras al descolgarse acertaron a dejar visibles unas cejas pobladas aunque hermosas y la caída de unos ojos heridos.

De lejos Mikelow aún parecía una sombra recortada, un animal acosado y sucio.

viernes, agosto 24, 2007

Daniel


He recuperado estos versos de un antiguo naufragio. De una libreta que se deslizaba de una habitación a otra de la casa, como evitando ser leída. Hoy tomé las fuerzas precisas para pasarlo todo a limpio.

Será la lechuza que visita mi ventana de cuanto en cuanto.


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Viniste, y como la noche
esparcida,
te fuiste.

En tu rinconcito malva
fuiste tesoro
y la isla
y los acantilados bruscos.

Hoy se descuelgan de la luna
tus no tirabuzones
dormías en su vientre
y en nuestro corazón
como lacre sellado,
y eran tus deditos
que se nos fueron
pero que son vida
porque son la palabra repetida.

Fuiste luz
y en tu precipicio quedaron
horrores respetables,

has sido devuelto al
cúmulo ceniciento de las mil posibilidades
de los albures largos
de las almohadas
y porque si fuiste hecho por amor
con amor acunarás nuestras palabras
y de los versos la cuna,
meceremos tu cuerpecito
al camino abierto de las alegrías
a las gardenias futuras

que por no despedirte
serás siempre semilla
y de entre las veredas
en recoletas fuentes, tu
recuerdo alimentará renovadas
promesas
potencias fuertes
con robles de sombra,

jardines donde trotarán nuestros hijos
con tu breve recuerdo
de compañero.