miércoles, diciembre 17, 2008
«La Regenta»
Dicen de «La Regenta» que es un libro ufano de viejos, un mar de palabras vanas, un vacuo entretenimiento decimonónico y truculento, un relajo de los siglos lentos, algo obsoleto como cuando comparas tu móvil con el de hace seis años y te preguntas cómo pudiste soportarlo tanto tiempo, qué pesado era y aquella antena larga que siempre te molestaba. Nadie lee ahora «La Regenta» salvo en los monasterios de los ingenuos, salvo en las aduanas no transitadas entre montañas, o quizás en el metro mientras te transportas por su línea más larga de un extremo a otro, o si debes esperar la cola del INEM sin esperanza, porque eres un apátrida acostumbrado a lo feo, a lo inútil.
A qué demonios sabe la literatura si apilamos los libros y las estanterías se comban con su peso. Si Clarín fue un mamón que no supo hablar de códigos indescifrables, que no supo colar de rondón ninguna penetración salvaje, que no dulcificó la timorata maldad de las cosas, que no hizo cabriolas para entretenernos y darnos relajo, que no abrevió y escribió sus dos pesados tomos, que no utilizó siglas de SMS.
Cosas aparte, tampoco Clarín leyó a Harry Potter, y, oh, qué sorpresa, no le dio por la novela histórica, ni siquiera practicó el género de guerras ni el folletinesco. Y todo para qué: me pregunto qué valor tuvo tamaña excreción. Propongo se nos apilen en singular fogata todos sus ejemplares publicados y que sean condenados sus tenedores a cruel castigo: quema o lectura, y que ellos elijan. Cuando no quede ni un solo ejemplar llamaremos entonces al espíritu de Clarín, el espíritu que nos restituya del horrendo castigo de sus palabras. Porque es cierto señores, «La Regenta» es un libro envenenado, una fornida noche perpetua: afortunados sus no lectores, aquellos vapores serán no probados y el sopor no contaminará vuestra sangre y seréis prósperos y audaces, que llenaréis vuestros corazones de pistraje de Noche Nueva.
Desprecio
El Otero, permanentemente desactualizado, obra en construcción viva, les invita ahora a que detengan el motor de sus vidas, y donen varios minutos a dicha "causa", reflexionen un instante para después seguir con su camino. Que les guste.
De casi todos sus desprecios ella prefería los más taimados porque eran los que más necesitaba, los que más le dolían, los que más la precipitaban al abismo. Había intentado de todo: ser su cómplice, su amante, acendrada ama de casa, jornalera del hogar sin horarios. Sierva y señora. Nada había sido suficiente para apagar aquel pozo húmedo. Porque él se lo había dicho desde un principio, «conmigo tendrás a tu mejor amigo o a tu peor enemigo». Parecía un trabalenguas pero fue ciertamente un acertijo tramposo, nunca adivinó que sería fundamentalmente lo segundo, sería su verdugo, y que las bofetadas nunca dolerían tanto hasta verse finalmente sola como una perra a sus sesenta años, sabiendo que algo se le había perdido para siempre.
Él no supo dar amor y ya no era lo importante. No le odiaba por eso. Estaba cansada. Se despreciaba a sí misma. Era un papel roído, un payaso vapuleado, un excremento solido carente de sentido. ¿Qué le hicieron mantenerse con vida? Veamos: sus dos hijos. El perro. Su madre. Nada más.
Pero todo esto le sabía a obligaciones asfixiadas, a un ir y devenir caduco, más ahora porque ellos dos habían crecido y no la necesitaban en su vuelo, el perro era un cabrón egoísta y su madre había muerto hacía mucho tiempo. Nada más que eso. Había decidido ponerse una visera de burro y tirar con todas sus fuerzas, sola, muy sola, tan sola como su alma le permitiera aquella singladura, era su camino, pero ahora todo había terminado sin previo aviso.
De todos los desprecios hubo un tiempo que llevó su justa cuenta. Hubo un momento que el dolor físico fue soportable porque tenía fin en sí mismo. Fue como el insomnio para los sonámbulos, el patíbulo de los ahorcados, el arma homicida que llevara siempre a rastras, que parece que no te pesa pero que te hiere, y deja una huella absurda, senil, un brazo cercenado por el que pierdes sangre pero no mueres.
Él la golpeaba y luego volvía a hurtadillas a la cama para pedirle perdón, lloraba, se arrastraba, se retorcía simulando ser un león herido. Juraba que no volvería a hacerlo jamás: y le besaba. Todo mentira, todo pose. La torpe justificación del macho, del bruto que no ve sino huesos, piel y carne a quien hollar. Y cuando todo sucede sin que sepas que tú NO ERES EL CULPABLE, y cuando nadie te dice, «ABANDONA A ESTE ANIMAL, vete, déjalo, que se pudra en su miseria», y te enseñan que la servil posición debe ser tolerada, te sientes acorralada, te sientes presa de tu pánico, de unas ganas infinitas de arrojarte por la ventana. Y no pudo ser, la vida se le pasó de largo, le atropelló sin excusas.
Esta fue mi abuela y aquel era el que decía llamarse mi abuelo. A veces me pregunto por cual clase de amor fuimos traídos, otras muchas me sorprendo imaginando aquellos desprecios, porque en un tiempo fueron carne y pan de todos los días y todas las mujeres. Hoy, cuando visito a mi abuela, postrada en la silla, y veo en sus ojos el calor pesado de los años, me doy cuenta del sabor de los sacrificios, de la necedad de los valores apergaminados, de su mano destrozada por la artrosis, huesuda y deforme, que me acaricia, casi como cuando yo era un bebé desnudo y me invita a que nada de esto me suceda.
jueves, noviembre 06, 2008
OBAMA REX
-Tengo un sueño - le susurran-, habrá un día en que crucemos las calles todos iguales, y el cielo se retrate bajo un firmamento de soles y estrellas.
Hoy el imperio nos sabe a desfiles, a banderas barradas, a masas que se apelotonan para darle la mano, a embajadores que relamen en sus discursos, a perros que se mudan de acera y envían misivas de despedida, a viejos enemigos que se entrevistan en privado.
Y Obama dice: yes, we can. Y millones de libertos alzan sus brazos, porque siempre nace un tiempo cuando otro se nos acaba (¿y qué dices a esto fiero Fukuyama?). Hubo un tiempo de esclavos negros, pero esa es otra historia. Clinton dijo de sí, que él había sido el primer Presidente negro, y que se había teñido de brea su rostro y su rostro cómico nos recordaba a los primeros fotogramas del “The Jazz Singer”.
-Tengo un sueño -le susurran-, veo una América libre, veo un anuncio en tecnicolor de United Colors of Benetton, veo los amantes de la codorniz abrazados bajo la farsa de la cópula y de la democracia.
Si me encuentran, quiero que lo hagan con Obama. Quiero morir junto a su tumba. Ya sé que es un treta tonta, que su voz me seduce como a las putas en la Castellana, que es un actor de lo falso, que conduce ruinas y lleva la tristeza del capital atada: que es un político.
Pero, ah, sé que necesito soñar por instantes. Creer que detrás de esto yace un prestidigitador honesto. Que el imperio manda a sus huestes con tiento, que mañana habrá nieve y no barro, que los idus de marzo no sobrevienen envenenados.
Que hemos dado un paso para atravesar aquel límite.
martes, octubre 28, 2008
jueves, octubre 23, 2008
Los huesos de Lorca
Y todos fueron arrebatados por el odio, fueron secuestrados, ametrallados, sepultados de por vida. Me pregunto qué pensaría Lorca al verse morir, qué pensaría su compañero de fosa. Me pregunto qué se ganó aquel día disparándolos, pero también me pregunto qué ganaremos ahora con todo esto a vueltas. Que no sea la criminal venganza.
Ponemos en hilera aquellos huesos, los transportamos en cofres, recordamos su pérdida. Hay quien escribe libros y jurisprudencia sesuda, a mí tan sólo se me ocurre esto: haya paz con los muertos. Un pueblo debe guardar la memoria precisa. Pero esta no se escribe en lápidas a la puerta de las iglesias, no se deletrea en panteones construidos ad hoc, no se persigue en juicios sumarios. Haya perdón, mis muertos caminan conmigo. Sus huesos sean la ceniza del camino. Que la memoria sea la vergüenza de habernos matado siendo todos hermanos.
Pero sepamos que Lorca no murió en balde. Digamos que hubo un tiempo de furia y que los nuevos que vengan aprenderán a ser una piña, y que las ideas son fuerza, pero deben ser sobretodo libres. Busquemos razones de convivencia. De lo contrario, muchos brazos se levantaran de sus fosas, son cadáveres doblemente entregados, doblemente fusilados, por los que fueron y por los que son ahora.
Noticia asociada: Garzón autoriza la apertura de 19 fosas, entre ellas la de Lorca
martes, octubre 14, 2008
Instrucciones para descorchar una FELICIDAD

El anterior texto se presenta al II concurso de microrelatos Martín Berdugo. Si disponéis de otros 60 vocablos os recomiendo participar. Objetivo: describir la palabra "felicidad", el premio: vuestro relato en 30.000 botellas de la bodega. ¿Tentador, verdad?
viernes, septiembre 26, 2008
Mi afonía
En mi caso era mi voz, y digo que era porque estoy descubriendo cuántas cosas cambian si te quedas sin ella: llevo casi tres meses mudito. Sin palabras hacia fuera aunque muchas dentro de mí. Los médicos dicen que no me asuste porque todas las enfermedades tienen su fin. Que ahora soy un «paciente» y mi impaciencia es como una losa, un impedimento gravoso y lastimero que frena la sanación. Y me callo y así la gente me augura una pronta mejoría.
Yo sé que todo esto pasará pero mi mochila no quedará vacía de este viaje. Ahora sé que sucede cuando eres mudo o sordo; justamente el otro día, en el parque, nos encontramos con un chiquito de aproximadamente cinco años. Tenía algún tipo de problema que un artefacto en su oídos intentaba corregir o tal vez aliviar. Estuvo jugando con nuestro bebé. El chaval se mostró sensible como creo que no había visto en ningún chico de su edad. Se comunicaba con signos, con algún sonido, pero poco más. Y de su interior emanaba un terrible esfuerzo por llegar a nosotros, y un arrojo por vivir que hacía tiempo que no veía.
Estos son mis pequeños héroes de los que tomo nota. Hacen mi silencio llevadero, me obligan a escuchar, otro ejercicio que no práctico con asiduidad, me obligan a distanciarme, a sentarme en un lado y esperar a que amanezca.
martes, abril 15, 2008
jueves, abril 10, 2008
Sobre la reestructuración empresarial
domingo, marzo 16, 2008
sábado, febrero 09, 2008
Romeo Had Juliette
Cogido por las perversas estrellas
y las líneas rectas del imperfecto mapa
que trajo Colón a N.Y.,
ni del este o del oeste
él la visitó vestido con su chaleco todo de cuero
y la tierra que chillaba, se estremecía hasta detenerse,
él, con su crucifijo de diamante en la oreja
ese que le ayudaba a conjurar el miedo
él, que había dejado su alma en el coche de alquiler de cualquiera,
dentro de sus pantalones escondía un trapo
para limpiar el desastre causado
en la vida del grácil cinturón de Julieta.
And romeo wanted juliette
And juliette wanted romeo
And romeo wanted juliette
And juliette wanted romeo
Romeo Rodríguez cuadra
sus hombros y jura mientras se desliza un peine a través de su negra cola de caballo,
estará pensando en la habitación solitaria
la pila que próxima a la cama hiede,
es entonces que otea su perfume con los ojos
y la voz de ella, que le parecía como si fuera de campana.
Fuera, en la calle, estarán vaporizando el crack
y los traficantes sueñan
con alguna uzi que apenas antes han estrenado.
Me gustaría poder golpear aquella farola
justo aquella, detrás mía, con este fuerte brazo,
dice el pequeño joey diaz,
hermano, dame otra pipa
esos vecinos del centro no son nada jodidamente buenos
y estos italianos necesitan una lección más,
el poli que murió en Harlem
¿te piensas que le habrían dado aviso?
pero yo estaba bailando cuando su sesos se despanzurraron por la acera.
And romeo had juliette
And juliette had her romeo
And romeo had Juliette
And juliette had her romeo
Guardaré toda Manhattan en una bolsa de basura
con latines escritos en ella que digan:
es duro aquí importar una mierda
y los de Manhattan se hunden y son como una roca
en el obsceno río Hudson, qué jodidos.
Ellos escribieron un libro entero sobre esto,
ellos contaron que era como la vieja Roma:
el perfume quemó sus ojos
y mientras, aún permanecía asido con fuerza a sus muslos
y algo refulgió por un minuto
y luego fue desvaneciéndose y luego, desapareció.
jueves, enero 24, 2008
Last Great American Whale

Dicen que nunca tuvo enemigos
que era una grandeza a conservar.
Fue la última superviviente de su progenie
la última de este lado del planeta.
Medía media milla de morro a rabo
plata y azabache con poderosas aletas.
Dicen que podía partir una montaña en dos
así fue como nos llegó el Gran Cañón.
Dicen haberla visto en los Grandes Lagos
Otros también dicen que estuvo por la costa de Florida
mi madre dijo haberla visto en Chinatown
aunque tú nunca debes creerla todo.
En Carolina el sol brilla con fuerza durante el día
y el faro tintinea fantasmagórico de noche.
El jefe de la tribu asesinó al hijo del alcalde,
un jodido racista,
y fue sentenciado a muerte en 1958.
Claro que el chaval del alcalde era todo un cerdo
escupía a los indios y cosas mucho peores
por eso el viejo chamán hundió un hacha en la cabeza
su vida comparada con la muerte era apenas nada.
Los hermanos se reunieron junto al faro
a cantar, a conjurar un vendaval o una tormenta.
El puerto se resquebrajó y
la Gran Ballena brincó fuera del océano con ímpetu,
causando un enorme maremoto
una gigantesca ola que derrumbó la cárcel y liberó al jefe.
La tribu rugía su triunfo
los blancos se ahogaron, y los marroncitos y rojos al fin fueron libres,
aunque la desgracia finalmente llegó:
Algún miembro local del NRA (Nacional Rifle of America)
tomó su bazoka del armario del comedor
y pensando que podía hacer puntería sobre los indios
voló los sesos de la ballena
con su arpón metálico.
Joder, a los americanos nos les preocupan
las cosas, y menos aún la tierra y los mares,
la vida animal no les interesa para nada
menos aún la del propio ser humano.
A los americanos no les preocupa demasiado la belleza,
se cagarían en los ríos,
hasta arrojarían el ácido de sus baterías a un manantial,
pero miran las ratas muertas flotando en la playa
y les jode si entonces no pueden bañarse.
Dicen que las cosas están hechas para la mayoría
nadie cree la mitad de lo que ves,
y nada de lo que tú escuchas,
Es como mi amigo y pintor, Donald, me contara:
“Pincha con un tenedor en su culo,
dales la vuelta y
martes, enero 15, 2008
Tempus Fugit / El torbellino de la ciudad

miércoles, enero 09, 2008
Xmas in February (Lou Reed)

Sam yacía tirado en la jungla
soldado envuelto en agente naranja /
y la niebla y la línea mermelada del horizonte /
con Hendrix, sonando por boca del jukebox extranjero /
todos rezaban por ser salvados /
aquellos chavales eran fieros /
animales sin ningún miedo: /
este es el precio que pagas
cuando invades /
Xmas in February.
Sam perdió su brazo, fue en algún pueblo fronterizo /
sus dedos se mezclaron con los otros restos /
si no fuma
el dolor nunca cesaría; /
la mitad de los muchachos fueron empaquetados
en bolsas negras
con sus nombres impresos: /
Xmas in February.
Sammy fue un bocado tan breve /
bocado del pueblo industrial de obreros
todos trabajaban en la fundición /
pero la fundición tuvo que cerrar /
creyó que en la armada
tendría su futuro,
aunque aquello fue música estéril, una voz casi como la de /
Xmas in February.
Sam miraba el muro de la guerra,
quizás fuese tan solo por un instante, ahora que está en casa
su mujer y su hijo le dejaron
él no trabaja
es el recuerdo de la guerra que nunca ganaron
es el tío de la calle con un cartel que dice
“Ayudad al vet(erano) a volver a casa”
pero él está ya en casa
y no hay navidad en febrero
y nunca no importa
lo que ahorres.
martes, enero 08, 2008
Las flores de Ariadna

Les prometo que hoy he visto las flores de Ariadna.
Del cielo se descuelgan sabores azules y pétreos, verdes y cierzos como madrigueras. Hielos y noches que despueblan los campos, que desmochan los cantos de los páramos. La tarde cayó hace tiempo y una tornasolada ventisca rueda ya por las esquinas, arrastra sus susurros y las voces arrasadas por los caminos. Pienso, es cierto: nadie pertenece a ningún lugar y los huesos nos serán enterrados para luego no ser sino tierra. Y sí, es cierto también que los poetas fueron voces, fueron del “regio”, del corifeo de barderas bordadas, de proclamas y sus victorias; pero, ¿y ahora?¿Quién los reclama?
Apago el motor del coche, apago sus luces. Paro en cualquier cuneta del camino. El atardecer se parapeta tras una deslomada repoblada por pinos, con algunos secarrales y cuchitriles donde se guardan los aperos de labranza. Pronto la oscuridad contagia el paisaje. Llega lo negro. Así es Castilla.
Y pienso, cuando encuentre a Ariadna saldré a describirle mi destino. Sí, en pocas palabras, tal vez en una cuarteta, en un haiku, en un romance. En tres palabras. Y en dos.
Cuando llegue Ariadna lameré su corazón porque dentro se guarda nuestro mayor secreto. Siempre quise escribir algo así. Hurgo en la radio, encuentro una emisora donde ponen un tema de Neruda y lamento no guardar algún papelito para garabatear sus palabras de golpe. De golpe. Por aquí la noche es fría y tangible, es un eco al que se llega desde el centro mismo, con el silencio atroz de sus hielos, de sus inviernos de piedra. Pero pasearía por estos caminos del páramo para siempre hasta dar con Ariadna, quizás se esconda entre los majuelos o dormite por las hojas de la higuera. Quizás transportada por el runrún de la lechuza.
Si ven a Ariadna díganle que los poetas de hoy tienen VISA, que compran pasquines, que van a la piscina, que vomitan café y tienen prisa, que se acomodan al ruido. Que viajan desnudos a la muerte. Y hay galerías y pasadizos donde guardan su silencio en cofres, y pesan sus palabras y las intercambian por adoquines, que trabajan en fabricas rojas. Que venden su sangre y escriben en los ascensores.
Porque hay que escapar. Plegar velas. Volver a casa. Canjear tu hipoteca por un terreno de cebada, por un pozo y la luna. Hacer membrillo con tus propias manos. Tener una razón para ser uno mismo y nunca más en fila de a dos. Precisamente esto le diré a mi bebé cuando crezca: cuenta cien para ser digno, construye los versos pero vete.
Cuando vuelva Ariadna cambiaré su hilo por mi tocado. Ordenaré mis libros, pintaré sus flores doradas. Y si me buscan, cuenten de mi que todo fue un escándalo. Si me buscan, que ni los viejos me recuerden, ni tengan espacio mi versos, ni mi armadura cuelgue en la pared, ni mis botas hayan dejado huella alguna.