Con la novela de la mano, busco editor. Y recibo los primeros comentarios. Me dicen: ¡por Dios, escribe una sinópsis!
Las historias pueden se contadas de múltiples formas; Léase, comenzando por su inicio o quizás por el final de los mimbres, alternando y barajando los trozos de la acción como si de un puzzle infantil se tratara, o mezclando diafonías y fragmentos como si fueran una opera desafinada. O tal vez deban narrarse según un particular proceso, digamos, utilizando el sabroso juego propuesto del “Spanish Texas”. Me explico.
J., desganado detective, avieso putero y decidido borracho se enfrenta a su particular aventura: desvelar los entresijos de las últimas jornadas de la señorita Laura, los días que precedieron a su muerte. La mujer asesinada, a tal caso doctora y sesuda estudiosa, trabajaba en la producción de un estertóreo documental, una alucinante película sobre el viaje del explorador Cabeza de Vaca y de sus conquistas históricas por aquellas tierras, allende españolas, de Texas y sus desiertos despoblados, únicamente ocupados por la milenaria “creosote”.
Hasta aquí, bien, digamos que estaríamos frente a una sobada “nivula” de serie negra, pero sin embargo, el desvelado J., dispone de un arma que arrojará con desden a lo largo de toda la investigación: porque su poder reside en sus bilocaciones, copia enfermiza que aquellas que Sor María de Ágreda padeciese y que le permitieron cristianizar las tierras texanas allá por el siglo XVI. Y como objetivos una rutilante historia oculta por desmarañar, una persecución y de un secuestro que llevarán a la heroína, a Laura, al otro lado del Atlántico, quizás tras su perdición, quizás en busca de su personal “Spanish Texas”. Quién sabe.
Las bilocaciones nos permiten alcanzar lugares donde otros nunca estuvieron, nos permiten flotar y ver el pasado o el futuro y hasta inclusive imaginarlo sin darnos cuenta de todo eso. Y ahora fíjense en este detalle final: figúrense que por cualquier motivo (cual sueño alcohólico redimido por Jim Thomson en “1280 almas”), aquellas lejanas tierras texanas, que en su momento nos pertenecieron, pudieran ser por singular ventura o diatriba recuperadas de nuevo para los españoles, que la comicidad del “Spanish Texas” se sustentará con argumentos propios y defendibles: ¿Cómo cambiaría toda nuestra vida con aquel reguero de riquezas procedentes del petróleo? ¿Pero de quién cojones serían aquellas lejanas tierras y desiertos? Y lo más importante, ¿qué sucedería de aquellos desventurados y locos atrapados por aquella torpe intriga de poderes? J. es tan solo un muñequito, un guiñol, un muñegote. Laura una excusa,un papel plisado.
La historia suena disparatada, increíble y crispada, una investigación delirante que descubre las hojas lacrimosas de la cebolla hasta alcanzar su mismo corazón. De trasfondo, Madrid, la Gran Vía, el hoy por hoy, el día a día. Y por narración, un rapto, el de Laura, un sinsentido y la convicción que nada parece lo que resulta ser. Una “peli” de serie negra donde los malos gastan calzas y el petróleo fluye por el desierto y nuestro detective, J., flota, entre “sol y sombra” buscando la figura asesinada de Laura.
“Spanish Texas” no es un historia histórica, ni una fanfarronada de detectives. Es un artefacto que nos invita a disfrutar de nuestras vivas, sosas y aburridas, mediante un prisma divergente, un canto a los exploradores españoles de leyenda, y un mito o cuento sobre lo que nos gustaría ser de mayores y no pudimos.
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