Para quien no le conozca aún, otro poeta loco-maldito, carne de cañón de los medios atiborrados, borracho, drogadicto y transgresor de una sociedad americana de mitad de siglo XX, dicotomizada entre buenos y malos, un canto pervertido y desgraciado a los perdedores, a los diferentes, a los castigados.
Sepan que lo recupero con una maldad horrible y sepan que hay muchas razones precisamente en estos momentos. Últimamente se nos impone un afán por moderar tontamente nuestras palabras, como si pudieramos con nuestras ideas alocadas y desabridas arañar a los dioses.
Pero como dicen por ahí, los dioses deben estar aún más locos si cabe, quizás porque muchos profetas hablan a sus oídos y les dictan las palabras que luego nos obligan a aprender, punto por punto. Palabras taimadas.
Espero que Allen, esté donde esté, no se dedique a este burdo menester.
(tiempo estimado de lectura de la primera parte del poemario: 10 minutos. Traducción de Rodrigo Olavarría)
Para Carl Salomón
Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,
hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna,
que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz,
que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados,
que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre los maestros de la guerra,
que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la calavera,
que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando al Terror a través del muro,
que fueron arrestados por sus barbas púbicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana hacia Nueva York,
que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche,
con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin,
incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo,
realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente,
que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico,
que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi’s, escuchando el crujir del Apocalipsis en el jukebox de hidrógeno,
que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al puente de Brooklyn,
un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio desde ventanas desde el Empire State desde la luna,
parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras,
intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la sinagoga arrojada en el pavimento,
que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del Atlantic City Hall,
sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos tangerinos y migrañas de la china con síndrome de abstinencia en un pobremente amoblado cuarto de Newark,
que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se iban, sin dejar corazones rotos,
que encendieron cigarrillos en furgones furgones furgones haciendo ruido a través de la nieve hacia granjas solitarias en la abuela noche,
que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos instintivamente vibraba a sus pies en Kansas,
que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios,
que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural,
que subieron en limosinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle en la medianoche invernal,
que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante Español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África,
que desaparecieron en los volcanes de México dejando atrás nada sino la sombra de jeans y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en la chimenea Chicago,
que reaparecieron en la costa oeste investigando al F.B.I. con barba y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas sensuales en su oscura piel repartiendo incomprensibles panfletos,
que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del Capitalismo,
que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos aullaban por ellos y aullaban por la calle Wall, y el ferry de Staten Island también aullaba,
que se derrumbaron llorando en gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos,
que mordieron detectives en el cuello y chillaron con deleite en autos de policías por no cometer más crimen que su propia salvaje pederastia e intoxicación,
que aullaron de rodillas en el subterráneo y eran arrastrados por los tejados blandiendo genitales y manuscritos,
que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo,
que mamaron y fueron mamados por esos serafines humanos, los marinos, caricias de amor Atlántico y Caribeño,
que follaron en la mañana en las tardes en rosales y en el pasto de parques públicos y cementerios repartiendo su semen libremente a quien quisiera venir,
que hiparon interminablemente tratando de reír pero terminaron con un llanto tras la partición de un baño turco cuando el blanco y desnudo ángel vino para atravesarlos con una espada,
que perdieron sus efebos por las tres viejas arpías del destino la arpía tuerta del dólar heterosexual la arpía tuerta que guiña el ojo fuera del vientre y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano,
que copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrillos una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de conciencia,
que endulzaron los coños de un millón de muchachas estremeciéndose en el crepúsculo, y tenían los ojos rojos en las mañanas pero estaban preparados para endulzar el coño del amanecer, resplandecientes nalgas bajo graneros y desnudos en el lago,
que salieron de putas por Colorado en miríadas de autos robados por una noche, N.C. héroe secreto de estos poemas, follador y Adonis de Denver -regocijémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de muchachas en solares vacíos y patios traseros de restaurantes, en desvencijados asientos de cines, en cimas de montañas, en cuevas o con demacradas camareras en familiares solitarios levantamientos de enaguas y especialmente secretos solipsismos en baños de gasolineras y también en callejones de la ciudad natal,
que se desvanecieron en vastas y sórdidas películas, eran cambiados en sueños, despertaban en un súbito Manhattan y se levantaron en sótanos con resacas de despiadado Tokai y horrores de sueños de hierro de la tercera avenida y se tambalearon hacia las oficinas de desempleo,
que caminaron toda la noche con los zapatos llenos de sangre sobre los bancos de nieve en los muelles esperando que una puerta se abriera en el East River hacia una habitación llena de vapor caliente y opio,
que crearon grandes dramas suicidas en los farellones de los departamentos del Hudson bajo el foco azul de la luna durante la guerra y sus cabezas serán coronadas de laurel y olvido,
que comieron estofado de cordero de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lodoso fondo de los ríos de Bowery,
que lloraron ante el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música,
que se sentaron sobre cajas respirando en la oscuridad bajo el puente y se levantaron para construir clavicordios en sus áticos,
que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados de fuego bajo el cielo tubercular rodeados por cajas naranjas de Teología,
que escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes,
que cocinaron animales podridos pulmón corazón pié cola borsht & tortillas soñando con el puro reino vegetal,
que se arrojaron bajo camiones de carne en busca de un huevo,
que tiraron sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo, & cayeron despertadores en sus cabezas cada día por toda la década siguiente,
que cortaron sus muñecas tres veces sucesivamente sin éxito, desistieron y fueron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron,
que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de versos plúmbeos & el enlatado martilleo de los férreos regimientos de la moda & los gritos de nitroglicerina de maricas de la publicidad & el gas mostaza de inteligentes editores siniestros, o fueron atropellados por los taxis ebrios de la realidad absoluta,
que saltaron del puente de Brooklyn esto realmente ocurrió y se alejaron desconocidos y olvidados dentro de la fantasmal niebla de los callejones de sopa y carros de bomba del barrio Chino, ni siquiera una cerveza gratis,
que cantaron desesperados desde sus ventanas, se cayeron por la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron descalzos sobre vasos de vino rotos y discos de fonógrafo destrozados de nostálgico Europeo jazz Alemán de los años 30 se acabaron el whisky y vomitaron gimiendo en el baño sangriento, con lamentos en sus oídos y la explosión de colosales silbatos de vapor,
que se lanzaron por las autopistas del pasado viajando hacia la cárcel del gólgota -solitario mirar- autos preparados de cada uno de ellos o Encarnación de Jazz de Birmingham,
que condujeron campo traviesa por 72 horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías tenido una visión o él había tenido una visión para conocer la eternidad,
que viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes,
que cayeron de rodillas en desesperanzadas catedrales rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que al alma se le iluminó el cabello por un segundo,
que chocaron a través de su mente en la cárcel esperando por imposibles criminales de cabeza dorada y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaba dulces blues a Alcatraz,
que se retiraron a México a cultivar un hábito o a Rocky Mount hacia el tierno Buda o a Tánger en busca de muchachos o a la Southern Pacific hacia la negra locomotora o de Harvard a Narciso a Woodland hacia la guirnalda de margaritas o a la tumba,
que exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron abandonados con su locura y sus manos y un jurado indeciso,
que tiraron ensalada de papas a los lectores de la CCNY sobre dadaísmo y subsiguientemente se presentan en los escalones de granito del manicomio con las cabezas afeitadas y un arlequinesco discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía al instante,
y recibieron a cambio el concreto vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia,
que en una protesta sin humor volcaron sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia,
volviendo años después realmente calvos excepto por una peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, a la visible condenación del loco de los barrios de las locas ciudades del Este,
los fétidos salones del Pilgrim State Rockland y Greystones, discutiendo con los ecos del alma, balanceándose y rodando en la banca de la soledad de medianoche reinos dolmen del amor, sueño de la vida una pesadilla, cuerpos convertidos en piedra tan pesada como la luna,
con la madre finalmente ****** [i] , y el último fantástico libro arrojado por la ventana de la habitación, y a la última puerta cerrada a las 4 AM y el último teléfono golpeado contra el muro en protesta y el último cuarto amoblado vaciado hasta la última pieza de mueblería mental, un papel amarillo se irguió torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un esperanzado poco de alucinación-
ah, Carl, mientras no estés a salvo yo no voy a estar a salvo, y ahora estás realmente en la total sopa animal del tiempo-
y que por lo tanto corrió a través de las heladas calles obsesionado con una súbita inspiración sobre la alquimia del uso de la elipse el catálogo del medidor y el plano vibratorio,
que soñaron e hicieron aberturas encarnadas en el tiempo y el espacio a través de imágenes yuxtapuestas y atraparon al Arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y pusieron el nombre y una pieza de conciencia saltando juntos con una sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus
para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y pararse frente a ti mudos e inteligentes y temblorosos de vergüenza, rechazados y no obstante confesando el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda cabeza sin fin,
el vagabundo demente y el ángel beat en el tiempo, desconocido, y no obstante escribiendo aquí lo que podría quedar por decir en el tiempo después de la muerte,
y se alzaron reencarnando en las fantasmales ropas del jazz en la sombra de cuerno dorado de la banda y soplaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por el amor en un llanto de saxofón eli eli lamma lamma sabacthani que estremeció las ciudades hasta la última radio
con el absoluto corazón del poema sanguinariamente arrancado de sus cuerpos bueno para alimentarse mil años.
11 comentarios:
Y yo, que también he lamido las deyecciones de la noche como si de la ambrosía más exquisita se tratara, leo aquí la poesía de la bella, romántica, terrible, patética, mal oliente, ineficaz, engañosa derrota.
Perdido he ya la cuenta de las veces que he asistido al espectáculo de la caida desde mis fauces hasta el remanso del inodoro del ácido en que, por milagro del metabolismo, se había convertido el excesivo güisqui ingerido, y las parodias de cocina deconstruida que aspiraban a ser las cuatro cosas semidigeridas que había picado horas antes.
Jueves noche, porque los jueves es cuando mejor se sale, pues sólo están los profesionales. Viernes noche, porque siempre llama alguien. Sábado noche, por lo de sábado sabadete.
Y llegar a casa más sobada que un billete viejo. Conservando en el aliento el amargor de la vágina y la salobridad del semén. Álito que no borran ni cepillos ni enjuages.
Y agarrar el frasco de primperán y echarle un buen tiento, a ver si hay suerte y no lo hechas todo mañana.
Y dormir el sueño intranquilo del paso idiota de la existencia indolente del que no siente la inclemencia de la vida sobre la piel desnuda en un predio infinito de vulnerabilidad porque los algodones de espinas en los que se desangra no le dejan ver la profundidad del dolor ni la importancia de la risa ni el respeto por el resto.
Y otras cosas... Que por prudencia no digo...
Tiene que ser difícil vivir suficiente tiempo al límite para poder entrar en otra densidad del tiempo y del mundo, estoy convencido de que es posible, pero nos condicionamos tanto... nos falta valor. Supongo que lo ideal es que ese camino no llevara a la autodestrucción, lo que ocurre es que lo ideal raramente existe.
La experiencia de la eternidad en medio de la noche, la música, el sexo, las drogas, es jodidamente bueno y recomendable, detener el cronómetro-erosión inducido en nuestras vidas.
Como siempre muy interesante. La sensación inquietante, turbia, mezcla de vileza e inocencia, incontaminado e intranquilizante en sus descripciones.
En la misma línea, pero más actual (de hace unos meses) os recomiendo (os lo puedo enviar si no lo encontrais) que leais y escucheis con detenimiento la magnífica canción de Sufjan Stevens dedicada al famoso asesino John Wayne Gacy Jr.
Es interesante conocer un poco la biografía del elemento, pero estoy convencido que merecerá la pena y que sorprende el modo de tratar un tema tan aberrante.
Os incluyo el texto:
"His father was a drinker
And his mother cried in bed
Folding John Wayne's T-shirts
When the swing set hit his head
The neighbors they adored him
For his humor and his conversation
Look underneath the house there
Find the few living things
Rotting fast in their sleep of the dead
Twenty-seven people, even more
They were boys with their cars, summer jobs
Oh my God
Are you one of them?
He dressed up like a clown for them
With his face paint white and red
And on his best behavior
In a dark room on the bed he kissed them all
He'd kill ten thousand people
With a sleight of his hand
Running far, running fast to the dead
He took of all their clothes for them
He put a cloth on their lips
Quiet hands, quiet kiss
On the mouth
And in my best behavior
I am really just like him
Look beneath the floorboards
For the secrets I have hid"
Superinteresante hilo de conversación. Me han encantado todos vuestros comentarios y sugerencias. Voy a empezar a lanzar textos de la 'cerveza': Reflexión y pornografía existencial.
¡Gracias a todos compañeros!
Aunque no es el tipo de poesía que suelo leer, es gratificante y de agradecer todos estos descubrimientos tuyos, que permiten además descubrir de lo que estás embebido, pues suele recordar a algún que otro poema tuyo. Seguiremos compartiendo contigo todas las fuentes posibles y no cerrar las puertas a ninguna posible influencia. Apoyo fervientemente las odas a la cerveza...
¿Han presenciado alguna vez una exposición de pintura con las creaciones de los participantes, generalmente jubilados y am@s de casa, en alguno de los cientos de cursos de pintura al que son obligados por la ley a emplear parte de sus excedentes financieros la Cajas?
¿Han observado los bodegones, los floreros, las estampas idílicas, rurales o marinas...?
...
En el comentario anterior he cometido una redundancia, demasiada "pintura"... Permitan que les ofrezca mis disculpas más sinceras por semejante cacofónico error... Ignoro qué me paso... Bien es cierto que estoy en esos días... Las hormonas... Ya saben...
El sabio frestón es guay
Sobreabundado, a riesgo de ser tildada de plomo...
Yo no he visto lo que pasó a ciertas "best minds" (a dios gracias). Parece que no necesitaron aditivos psicotrópicos (más allá del tinto de la tierra y unos cigarrillos)para iniciar un horrible viaje por la desesperación, la inmundicia, el odio, la cutrería... La muerte...
Yo no lo he visto... Pero algo me han contado...:
1936-1939
Como quien desatara ahora un paquete de cartas para decir
al nuevo amante "quiero que sepas que no me importa
nada el otro tiempo, que ya no hay huella alguna, que
ya no reconozco lo que me hizo sufrir" , abro aquella
ventana de la cárcel donde ni siquiera " la mentira y
la envidia" me tuvieron encerrado.
Yo sé lo que es el miedo, y el hambre, y el hambre de mi madre
y el miedo de mi madre; yo sé lo que es temer la muerte,
porque la muerte era cualquier cosa, cualquier equivocación
o una sospecha; porque la muerte era un accidente en la
primavera, una pared contra la ternura, un día con boca de
muerte, y dientes de muerte y esperanza mortuoria.
Yo sé lo que es enfermar en una celda, y defecar entre ratas que
luego pasaban junto a tu cabeza por la noche...
¿Qué me decís ahora los que creíais que sólo me han movido a
cantar los lirios de un campo imaginario, y la rosa de papel,
y la novia como Dios manda...?
¿qué me decís los que me visteis pronto limpio y peinado, como un
niño que quiere llegar con puntualidad al colegio sin que
nadie adivine el estrago de su corazón familiar?
Aunque también os digo que todo era hermoso cerca de la muerte
menos la muerte misma.
Respirar, y amar de lejos, y morder un pedazo de pan era hermoso.
Y era hermoso que me prepararan un hato de ropa limpia, y que
me hiciera llorar el olor que traían las sábanas.
Y todo era como nacer cada día, y cada día era más bello que la
propia esperanza, y reír tenía un valor más profundo que el
profundo pozo de la inquietud, que la oscura caverna de la
impotencia...
Gracias, Señor, por haberme dejado sin heridas en el alma y en el
cuerpo, por haberme dado la salida sin odio, por no tener
lista de enemigos, ni lugares donde llorar por el propio
desamparo...
Yo sé lo que es amor; de lo demás no sé.
Quito el balduque porque ahora es tiempo.
He leído en un periódico: " Voici enfin les lettres de Víctor Hugo
á Juliette Drouet".
Se abren ahora porque ya no importa.
Así yo quiero abrir mi corazón, desatando la cuidada cinta que le
rodeaba sin herirle, y quiero que leáis estas cartas antiguas
que el mar violento de mi patria trajo hasta el arenal de mi
juventud absorta e invadida.
Os juro que no hay una sola gota de sangre que haya querido
conservar fresca sobre el tiempo; que quisiera haberme
dolido más para ofrecer ahora reparación con mi olvido,
o mejor, con mi memoria reclinada en la triste memoria de
mi hermano, como aquel que en la noche del invierno se
junta al caminante, y no pregunta, y une su frío al frío como
alivio...? No oís cuánto he callado? ¿Qué piedra iba yo a
arrojar contra los añicos de vuestros cristales? ¿ qué cuenta
podía pasar a los muertos o a los hijos de los muertos?
Ahora quito la cinta de las cartas. Leed; leamos. Son amor vencido.
Tiempo del corazón. Males del hombre. Golpes de España...
Quemo lo que es mío. Yo, solo, me he quitado " el dolorido
sentir".
José García Nieto
(06/07/1914- 27/02/2001)
Veo que se está formando el germen de un laboratorio de ideas poéticas en este blog, y lo digo aunque parezca rimbombante, porque me parecen interesantes las ideas que quieren explorar sin miedo caminos en la creación. Y no esas entrevistas sobre poesía que ofrece una vez cada 15 días a las 2 de la mañana la2, donde no se sabe de que hablan los interlocutores. Vamos que creo que cuando nos ponemos a crear y lo ponemos sobre la mesa para compartirlo surgen las verdaderas chispas. Esperamos esas obras...de la cerveza Felix.
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