sábado, septiembre 23, 2006
La Aurora
A veces la lechuza levanta el vuelo un poquito, otea el horizonte, y examina un amanecer blanco y absurdo del que se imagina una ristra de morcillas de Burgos: son los poemas malogrados de los millones y millones de falsos poetas que cuajamos la red. En el paraíso de los poetas, Lorca toca el piano con admiración: luce una sonrisa canina y cuenta que una vez marchó de viaje a NY. Y susurra: no se preocupen Vds., señores poetas míos, porque habrá buena caza mañana, o quizás la musa se ponga de tiros largos para enseñarles sus pechos de luna.
Hasta aquel momento, me dispongo a hacer equilibrios con el mejor libro de poemas de mi estantería: “POETA EN NUEVA YORK”. Bienvenidos a mi rincón transquilonado, mi terapia más sencilla e impúdica de transpiración corporal. Alzo la cancela, pongo el tenderete. No vendo lechugas, tampoco sexo transeúnte. Afilen su cerebro, guarden sus carteras, que aquí lo único que cuesta es el tiempo. Y me callo que Lorca no sabe esperar.
¿Quién de Vds. No cambiaría un Audi 4 de paquete por un segundo de inspiración, por tres versos, o una imagen torva, casi desdibujada o ni tan siquiera eso de este poema?
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible:
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados:
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
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5 comentarios:
¡ Por fin !
Bienvenido o bienhallado, según se mire.
El carámbano pizpereto que atomiza el marisqueo, apenas permite desistir de los atunes enhiestos.
¡Farfullada endémica!
¡Iconoclasto edulcorado!
Pretendo armonizar un cincel espúreo con la magia de la casquería.
Heme aquí.
Heme aquí.
Ágape plúmbeo encapsulado.
¡De vuelta a la batalla!
¡Da gusto rodearse de buena gente!
Estoy contigo en que es uno de los mejores libros de poemas de todos los tiempos, nada aconsejable comparar el poema que has escogido, por ejemplo, con un poema propio, una incipiente depresión puede aparecer por cualquier esquina...
Ya de vuelta Felix, vamos a tener que celebrarlo elevando un poco el climax de estos blogs.
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