En memoria de las víctimas y sus familias, todos inocentes.
Había vomitado toda la noche.
Por la ventana, la mañana se colaba: tenue, lúcida, ambivalente.
Sara apagó el despertador un instante antes de sonar. El zumbido eléctrico se desvanecía en su mente con celeridad.
Al levantarse, mecánicamente miró la cuna. Dentro, el pedazo de tierra y cielo se desbrozaba en arrumacos. Tomó al primogénito, y en brazos, sonrisa cándida, lo acunó.
El bebé movía sus manitas, manipulando el aire. Pensó, vaya con el glotón, ya me pide otra vez la teta. Mientras lo amantaba, veía, a lo lejos, los últimos embotellamientos de Walthamstow Avenue. Unos se movían rápidamente hacía la estación de cercanías, otros se hacinaban afanosamente con sus furgonetas para preparar el día de mercado.
Todavía con el niño en brazos bajó a la cocina. El piso crujía. La casa donde nació Mary Lou, un antiguo caserón victoriano, había sido prácticamente remodelado por la familia de Azzi. El padre de Azzi (el viejo abuelo) regentaba una frutería en el mercado y su posición era ciertamente cómoda al ser ya un emigrante integrado en la comunidad. El abuelo de la criatura era de origen indonesio, huido de la sangría de Suharto, allá por los sesenta. Abandonando su país llegó a Londres, allí trabajó en la construcción hasta ahorrar lo suficiente para establecerse por su cuenta. Rehizo su vida, allí conoció a su mujer, otra emigrante, esta vez Marroquí. También allí nació Azzi. En el mismo Walthamstow su hijo Azzi conoció a Sara veinte años después. Allí fue concebida Mary Lou. Daba gracias a Alá en sus oraciones por aquella prosperidad recibida.
Dieron las nueve. Ahora Sara le cantaba una vieja canción de cuna a su bebe: en ella, los anglosajones eran vencidos por los normandos, era la batalla de Hastings y corría el año 1066.
Mary Lou tiraba con sus deditos de la larga melena plateada a su madre y su pequeña sonrisa recibía la nana. Escrito contra el frigorífico, una nota estilizada en árabe: era la letra de Azzi. Había tomado el metro muy pronto y le recordaba que hoy trabajaba cerca de la estación de King’s Cross.
Sara recordó todo aquello. Sonrió. Está noche le daría la buena noticia. Porque tendrían esta vez un varón. La parejita.
Anotó cuidadosamente en su recuerdo aquel día: era el 7 de Julio, Jueves.
4 comentarios:
La tesela infinitesimal. Las gotas de lluvia perdidas en el tiempo del replicante / Yo blog.
Este es el mundo real, lo cotidiano, lo ínfimo, lo que hace que nos levantemos cada mañana y nos acostemos esperando despertar.
Magnífico Félix.
Este texto mejor que ningún otro, explica por qué el centenar de ataques habidos contra la comunidad musulmana hasta ayer en Inglaterra, son equivocados y empeoran las cosas.
Otra cuestión a considerar, será que nos expliquen de manera valiente -sin esteriotipos ni partidismos- por qué los suicidas eran todos de la segunda generación de familias inmigrantes ya integradas en la comunidad (como lo que has escrito también) ¿Por que algunos Azzi o Mary Lou deciden convertirse en terroristas suicidas a cambio del paraiso? ¿Por qué los padres de esos chicos han gritado ante las cámaras de la BBC, que no podían creerse lo que habían hecho sus hijos con toda una vida sin problemas económicos por delante? ¿Por qué había uno de ellos visitó Afganistán por ser un revoltoso y había vuelto serio y bien plantado según su familia, gracias a la buena mano de un religioso, qué monstruo ha visto allí han gritado en la televisión? ¿Por qué eligieron el suicidio en vez de hacer detonar las bombas a distancia como en Madrid, tan seguro está su cabecilla de encontrar muchos repuestos para la causa?
Preguntas
Ya te lo dicho Felix, expresado de manera magistral
Si me golpeas el rostro tendré que preguntarme por qué lo haces, tendré que comprenderte: para perdonarte ¿y/o? para eliminarte.
Si a tu juicio soy el abyecto responsable de la injusticia que padeces y si me condenas a la pena capital en grado de ensañamiento, tendré que juzgarme tras un escrupuloso sumario, tendré que declararme culpable o inocente: para sufrir en silencio mi ecuánime castigo ¿y/o? para usar legítimamente contra ti toda mi violencia.
No debo despreciar un odio tan generoso que antepone radicalmente el bien común al propio. Es una cuestión de supervivencia.
La incertidumbre que pesa en los ojos se convierte en realidad desoladora, cada tragedia individual está precedida de una historia, bella porque toda vida humana es un proyecto respetable, con la maldita excepción de los que tienen como fín quebrar el futuro tranquilo de la gente.
Nadie nos quitará el deseo de seguir viviendo y luchando por lo que queremos y los que queremos.
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