miércoles, diciembre 17, 2008

«La Regenta»

Hace unos días mantuve una charleta sobre la calidad de los contenidos. Nadie lee a nuestros tostones clásicos porque aburren y no aportan, se decía. Quizás yo opine otra cosa.

Dicen de «La Regenta» que es un libro ufano de viejos, un mar de palabras vanas, un vacuo entretenimiento decimonónico y truculento, un relajo de los siglos lentos, algo obsoleto como cuando comparas tu móvil con el de hace seis años y te preguntas cómo pudiste soportarlo tanto tiempo, qué pesado era y aquella antena larga que siempre te molestaba. Nadie lee ahora «La Regenta» salvo en los monasterios de los ingenuos, salvo en las aduanas no transitadas entre montañas, o quizás en el metro mientras te transportas por su línea más larga de un extremo a otro, o si debes esperar la cola del INEM sin esperanza, porque eres un apátrida acostumbrado a lo feo, a lo inútil.
A qué demonios sabe la literatura si apilamos los libros y las estanterías se comban con su peso. Si Clarín fue un mamón que no supo hablar de códigos indescifrables, que no supo colar de rondón ninguna penetración salvaje, que no dulcificó la timorata maldad de las cosas, que no hizo cabriolas para entretenernos y darnos relajo, que no abrevió y escribió sus dos pesados tomos, que no utilizó siglas de SMS.
Cosas aparte, tampoco Clarín leyó a Harry Potter, y, oh, qué sorpresa, no le dio por la novela histórica, ni siquiera practicó el género de guerras ni el folletinesco. Y todo para qué: me pregunto qué valor tuvo tamaña excreción. Propongo se nos apilen en singular fogata todos sus ejemplares publicados y que sean condenados sus tenedores a cruel castigo: quema o lectura, y que ellos elijan. Cuando no quede ni un solo ejemplar llamaremos entonces al espíritu de Clarín, el espíritu que nos restituya del horrendo castigo de sus palabras. Porque es cierto señores, «La Regenta» es un libro envenenado, una fornida noche perpetua: afortunados sus no lectores, aquellos vapores serán no probados y el sopor no contaminará vuestra sangre y seréis prósperos y audaces, que llenaréis vuestros corazones de pistraje de Noche Nueva.

Desprecio

El pasado día 25 de noviembre fue el Día de la No Violencia Contra la Mujer.

El Otero, permanentemente desactualizado, obra en construcción viva, les invita ahora a que detengan el motor de sus vidas, y donen varios minutos a dicha "causa", reflexionen un instante para después seguir con su camino. Que les guste.

De casi todos sus desprecios ella prefería los más taimados porque eran los que más necesitaba, los que más le dolían, los que más la precipitaban al abismo. Había intentado de todo: ser su cómplice, su amante, acendrada ama de casa, jornalera del hogar sin horarios. Sierva y señora. Nada había sido suficiente para apagar aquel pozo húmedo. Porque él se lo había dicho desde un principio, «conmigo tendrás a tu mejor amigo o a tu peor enemigo». Parecía un trabalenguas pero fue ciertamente un acertijo tramposo, nunca adivinó que sería fundamentalmente lo segundo, sería su verdugo, y que las bofetadas nunca dolerían tanto hasta verse finalmente sola como una perra a sus sesenta años, sabiendo que algo se le había perdido para siempre.
Él no supo dar amor y ya no era lo importante. No le odiaba por eso. Estaba cansada. Se despreciaba a sí misma. Era un papel roído, un payaso vapuleado, un excremento solido carente de sentido. ¿Qué le hicieron mantenerse con vida? Veamos: sus dos hijos. El perro. Su madre. Nada más.
Pero todo esto le sabía a obligaciones asfixiadas, a un ir y devenir caduco, más ahora porque ellos dos habían crecido y no la necesitaban en su vuelo, el perro era un cabrón egoísta y su madre había muerto hacía mucho tiempo. Nada más que eso. Había decidido ponerse una visera de burro y tirar con todas sus fuerzas, sola, muy sola, tan sola como su alma le permitiera aquella singladura, era su camino, pero ahora todo había terminado sin previo aviso.
De todos los desprecios hubo un tiempo que llevó su justa cuenta. Hubo un momento que el dolor físico fue soportable porque tenía fin en sí mismo. Fue como el insomnio para los sonámbulos, el patíbulo de los ahorcados, el arma homicida que llevara siempre a rastras, que parece que no te pesa pero que te hiere, y deja una huella absurda, senil, un brazo cercenado por el que pierdes sangre pero no mueres.
Él la golpeaba y luego volvía a hurtadillas a la cama para pedirle perdón, lloraba, se arrastraba, se retorcía simulando ser un león herido. Juraba que no volvería a hacerlo jamás: y le besaba. Todo mentira, todo pose. La torpe justificación del macho, del bruto que no ve sino huesos, piel y carne a quien hollar. Y cuando todo sucede sin que sepas que tú NO ERES EL CULPABLE, y cuando nadie te dice, «ABANDONA A ESTE ANIMAL, vete, déjalo, que se pudra en su miseria», y te enseñan que la servil posición debe ser tolerada, te sientes acorralada, te sientes presa de tu pánico, de unas ganas infinitas de arrojarte por la ventana. Y no pudo ser, la vida se le pasó de largo, le atropelló sin excusas.
Esta fue mi abuela y aquel era el que decía llamarse mi abuelo. A veces me pregunto por cual clase de amor fuimos traídos, otras muchas me sorprendo imaginando aquellos desprecios, porque en un tiempo fueron carne y pan de todos los días y todas las mujeres. Hoy, cuando visito a mi abuela, postrada en la silla, y veo en sus ojos el calor pesado de los años, me doy cuenta del sabor de los sacrificios, de la necedad de los valores apergaminados, de su mano destrozada por la artrosis, huesuda y deforme, que me acaricia, casi como cuando yo era un bebé desnudo y me invita a que nada de esto me suceda.

jueves, noviembre 06, 2008

OBAMA REX

El imperio tiene un nombre nuevo y éste se llama Obama. Es negro, pero por hoy su tez se nos clarea:

-Tengo un sueño - le susurran-, habrá un día en que crucemos las calles todos iguales, y el cielo se retrate bajo un firmamento de soles y estrellas.

Hoy el imperio nos sabe a desfiles, a banderas barradas, a masas que se apelotonan para darle la mano, a embajadores que relamen en sus discursos, a perros que se mudan de acera y envían misivas de despedida, a viejos enemigos que se entrevistan en privado.

Y Obama dice: yes, we can. Y millones de libertos alzan sus brazos, porque siempre nace un tiempo cuando otro se nos acaba (¿y qué dices a esto fiero Fukuyama?). Hubo un tiempo de esclavos negros, pero esa es otra historia. Clinton dijo de sí, que él había sido el primer Presidente negro, y que se había teñido de brea su rostro y su rostro cómico nos recordaba a los primeros fotogramas del “The Jazz Singer”.

-Tengo un sueño -le susurran-, veo una América libre, veo un anuncio en tecnicolor de United Colors of Benetton, veo los amantes de la codorniz abrazados bajo la farsa de la cópula y de la democracia.

Si me encuentran, quiero que lo hagan con Obama. Quiero morir junto a su tumba. Ya sé que es un treta tonta, que su voz me seduce como a las putas en la Castellana, que es un actor de lo falso, que conduce ruinas y lleva la tristeza del capital atada: que es un político.

Pero, ah, sé que necesito soñar por instantes. Creer que detrás de esto yace un prestidigitador honesto. Que el imperio manda a sus huestes con tiento, que mañana habrá nieve y no barro, que los idus de marzo no sobrevienen envenenados.

Que hemos dado un paso para atravesar aquel límite.

martes, octubre 28, 2008

Boots Of Spanish Leather (BOD DYLAN)



Marcho lejos mi amor
marcho lejos de mañana
¿Hay algo que pueda enviarte a través del mar
desde el lugar al cual voy?


No, no hay nada que puedas enviarme mi amor
no hay nada que desea poseer
y tan sólo que te cuides y que regreses intacto
a través del océano solitario.

Sí, pero yo pensaba que podrías querer algo delicado
Una joya hecha de plata, tal vez de oro,
quizá de las montañas de Madrid
o quizás de la costa de Barcelona.


Tal vez si pudiera poseer todas las estrellas de la más oscura noche
y los diamantes del océano más profundo
los cambiaría por tu un único beso
porque sobre todo es lo que más deseo.

Podría estar fuera por mucho tiempo
y por eso te lo estoy pidiendo.
¿Hay algo que pueda enviarte para que me recuerdes
y hacer mi ausencia más llevadera?


Cómo puedes pedírmelo de nuevo,
tan sólo me arrancas las tristezas.
La misma cosa que quiero de ti hoy,
la querré por siempre mañana.

Y me llega su carta un día lejano
Habla de la marcha
Dice que no sabe cuándo podrá volver
Que depende de cómo se sienta.

Y bien, si tú, mi amor, piensas así
estoy seguro que tu pensamiento se evade
y estoy seguro que tu corazón ya no está conmigo
sino con el país al cual marchaste.

Entonces ten cuidado, ten cuidado del viento del oeste,
ten cuidado del viento tormentoso.
Y sí, hay algo que puedes traerme de vuelta a casa,
Unas botas españolas, unas botas españolas de cuero.


Oh, I'm sailin' away my own true love,
I'm sailin' away in the morning.
Is there something I can send you from across the sea,
From the place that I'll be landing?


No, there's nothin' you can send me, my own true love,
There's nothin' I wish to be ownin'.
Just carry yourself back to me unspoiled,
From across that lonesome ocean.

Oh, but I just thought you might want something fine
Made of silver or of golden,
Either from the mountains of Madrid
Or from the coast of Barcelona.

Oh, but if I had the stars from the darkest night
And the diamonds from the deepest ocean,
I'd forsake them all for your sweet kiss,
For that's all I'm wishin' to be ownin'.

That I might be gone a long time
And it's only that I'm askin',
Is there something I can send you to remember me by,
To make your time more easy passin'.

Oh, how can, how can you ask me again,
It only brings me sorrow.
The same thing I want from you today,
I would want again tomorrow.

I got a letter on a lonesome day,
It was from her ship a-sailin',
Saying I don't know when I'll be comin' back again,
It depends on how I'm a-feelin'.

Well, if you, my love, must think that-a-way,
I'm sure your mind is roamin'.
I'm sure your heart is not with me,
But with the country to where you're goin'.

So take heed, take heed of the western wind,
Take heed of the stormy weather.
And yes, there's something you can send back to me,
Spanish boots of Spanish leather.

Copyright ©1963; renewed 1991 Special Rider Music




jueves, octubre 23, 2008

Los huesos de Lorca

Pero también fueron los huesos de Mozart. Y los de Pericles. Era el arte y era la libertad pisoteada. Era la madrugada tormentosa y ceñuda.
Y todos fueron arrebatados por el odio, fueron secuestrados, ametrallados, sepultados de por vida. Me pregunto qué pensaría Lorca al verse morir, qué pensaría su compañero de fosa. Me pregunto qué se ganó aquel día disparándolos, pero también me pregunto qué ganaremos ahora con todo esto a vueltas. Que no sea la criminal venganza.
Ponemos en hilera aquellos huesos, los transportamos en cofres, recordamos su pérdida. Hay quien escribe libros y jurisprudencia sesuda, a mí tan sólo se me ocurre esto: haya paz con los muertos. Un pueblo debe guardar la memoria precisa. Pero esta no se escribe en lápidas a la puerta de las iglesias, no se deletrea en panteones construidos ad hoc, no se persigue en juicios sumarios. Haya perdón, mis muertos caminan conmigo. Sus huesos sean la ceniza del camino. Que la memoria sea la vergüenza de habernos matado siendo todos hermanos.
Pero sepamos que Lorca no murió en balde. Digamos que hubo un tiempo de furia y que los nuevos que vengan aprenderán a ser una piña, y que las ideas son fuerza, pero deben ser sobretodo libres. Busquemos razones de convivencia. De lo contrario, muchos brazos se levantaran de sus fosas, son cadáveres doblemente entregados, doblemente fusilados, por los que fueron y por los que son ahora.



Noticia asociada: Garzón autoriza la apertura de 19 fosas, entre ellas la de Lorca

martes, octubre 14, 2008

Instrucciones para descorchar una FELICIDAD



Instrucciones para descorchar una FELICIDAD: busque la excusa, cualquiera vale, no por divina o humana que le parezca la rechace; Detenga allí sus preocupaciones. Lance albures. Busque la precisa compañía; Desentierre anhelos. Entrecruce promesas. Regale tiempo. Pero no sea tentado por exclamaciones luengas. Y deje, pues, actuar al silencio: sabe expiar en felicidad lo que antes supo a reposo.

El anterior texto se presenta al
II concurso de microrelatos Martín Berdugo. Si disponéis de otros 60 vocablos os recomiendo participar. Objetivo: describir la palabra "felicidad", el premio: vuestro relato en 30.000 botellas de la bodega. ¿Tentador, verdad?

viernes, septiembre 26, 2008

Mi afonía

Me preguntaba un amigo qué pasaría si pasáramos una temporada callados, o en silla de ruedas, o cerrando los ojos, etc. Para probar, simplemente para probar. Es estúpido, pero vivimos dando por supuesto que tenemos cosas que no valen nada y que permanecen allí, apegadas a nosotros, y que es imposible desprenderse de ellas porque nunca nos fallaron hasta ahora. Y son nuestras herramientas para tantear el entorno, son nuestros palos de guía, nuestras calzas y nuestro chubasquero.
En mi caso era mi voz, y digo que era porque estoy descubriendo cuántas cosas cambian si te quedas sin ella: llevo casi tres meses mudito. Sin palabras hacia fuera aunque muchas dentro de mí. Los médicos dicen que no me asuste porque todas las enfermedades tienen su fin. Que ahora soy un «paciente» y mi impaciencia es como una losa, un impedimento gravoso y lastimero que frena la sanación. Y me callo y así la gente me augura una pronta mejoría.
Yo sé que todo esto pasará pero mi mochila no quedará vacía de este viaje. Ahora sé que sucede cuando eres mudo o sordo; justamente el otro día, en el parque, nos encontramos con un chiquito de aproximadamente cinco años. Tenía algún tipo de problema que un artefacto en su oídos intentaba corregir o tal vez aliviar. Estuvo jugando con nuestro bebé. El chaval se mostró sensible como creo que no había visto en ningún chico de su edad. Se comunicaba con signos, con algún sonido, pero poco más. Y de su interior emanaba un terrible esfuerzo por llegar a nosotros, y un arrojo por vivir que hacía tiempo que no veía.
Estos son mis pequeños héroes de los que tomo nota. Hacen mi silencio llevadero, me obligan a escuchar, otro ejercicio que no práctico con asiduidad, me obligan a distanciarme, a sentarme en un lado y esperar a que amanezca.

martes, abril 15, 2008

Tu sonrisa



Marina regenta un puesto de helados. Es chilena (como Violeta Parra). Es una mujer vital, fuerte y emprendedora. Tiene la palabra franca y dos brazos para trabajar con fuerza y orgullo. Y sueños. Muchos sueños, sueños para arrancarse un palmo del suelo, para construir. Para tirar como un buey, fuerte y seguro.

Pero Marina es también una maga. Maga porque ha sabido concentrar en sus palabras todo un sabio sortilegio y ha hecho de tu sonrisa un talismán seguro para nuestro futuro. Porque tiene tu sonrisa de bebé un sabor a primavera, a rama verde, a fuerza centrípeta, a camino por desgranar. Y te cojo ahora en brazos y tú me palmoteas la espaldas y me besas o me baboseas y te arrancas raudo a gatas. Y me hablas con palabras que yo no conozco aunque comprendo a veces. Siempre sonríes como la luz del sol, como un olivo que hubiera germinado ayer mismo. Marina dijo que tras su vuelta de Chile, con la pesadilla del jet-lag y la tristeza de la familia que dejaron allá, sus tres niñas le dijeron que necesitaban verte, aunque fuera por un leve instante, por un momento. Porque los bebés dan suerte, y dan amor y más cuando tienen una sonrisa como la tuya: una sonrisa capaz de cambiarlo todo.

Eso nos contó ayer mismo, era media tarde, las familias paseaban y ella había recién inaugurado su puesto de helados. Ahora es solo suyo y son mejores tiempos para su familia. Y mientras nos decía esto y nos imaginábamos a las niñas pidiendo verte, tú allí mismo le sonreías, era extraño, sabía que le comprendías perfectamente aunque tan solo fueras un bebé de apenas un año.

Y de repente todo cabía en su lugar y las cosas permanecían en un equilibrio hermoso. Porque si somos lo que antes fuimos y construimos, tú serás la semilla de tu sonrisa, tú serás el árbol que nazca de ella.

jueves, abril 10, 2008

Sobre la reestructuración empresarial

Son tiempos jodidos para la lechuza, mi pequeño mundo empresarial está siendo sometido a un vaivén profundo. Escribo algo para animarme, luego escucho a Bod Dylan. Ahora me siento mejor. Que lo disfruten.



De la reestructuración empresarial hemos obtenido el sueño heredado del cieno, el asfalto o el barro que se devora, el pie que pesa más que mide, el vacío, el hierro fofo o el catafalco de fin de semana. El poeta como ídolo maldito, un ave fénix que sin embargo nació tullida. Señores, el mundo de la empresa nos vomita, como los chulos de las esquinas a sus rameras, nos chuta las meninges operadas, es un ruido sordo, una ocupación que se entretiene y nos conduce a la cárcel, un vicio aquiescente, un dosel de tálamo contrahecho, un ardid de buhonero torvo, de Circe o Medusa, de Ulises torturado. Es la felación máxima, esto es, peor que levantarse pronto por el coito propio de la factoría, de los números, del amor sin tregua ni plaza, del viento fracturado de los clientes que se engañan con vehemencia. Me siento un muñecote, una figura de plástico vomitada, un pétreo aroma de tugurio, la lechuza parda contrahecha.

Dicen que nosotros trabajamos por dinero. Yo no, que yo lo hago únicamente por vicio, soy una puta malquerida, un Quijote descerebrado que atiende a su negociado sin cortapisas. En la cúpula del poder, bajen cien peldaños, tuerzan a la tercera, hablen con el bedel y yo estaré detrás suyo, espiándoles para siempre, exigente escriba luctuoso, certera madame del lupanar, prospero auspiciador de la vehemencia laxa e impotente.

Lo práctico de la ley: el movimiento se contrarresta y saldremos para llegar al mismo lugar. Alguien decía por aquí, "le cambiaron para seguir haciendo siempre lo mismo". Yo recojo mis útiles (un círculo de “O” de canuto negro). Pero como no tengo otras herramientas ni me las dan, replicaré la carátula allí donde quieran que me embarque, haré lo mismo, mismo gesto, mismas palabras. El poder es férreo, aunque lo es más la burocracia, la inercia, el tándem donde yo ya no pedalearé jamás. Miren esta cara gris, afeitada, hirsuto material el mío, pandilla de lobeznos adocenados, diminuta hormiga, obrero de pirámide, diez toneladas de polvo y lodo para descansar con la doncella prometida, aquella de barba y voz cavernosa que se maquilla, el ósculo ventilado, el centurión de espada ametrallada. Joder, que serán cien reestructuraciones para descubrir que todo ha servido para nada, o que mi vida ha sido un entretenimiento parco de nombres, candencias y dependencias.

Hermanos, os insto a que os levantéis, elevéis el grito para decir no, basta de estulticias, de tanta autoridad dirimida, de tanto trasiego y confusión improcedente, de tanta reestructuración apelmazada, de tanto organigrama malquerido, son novelas y caballerías que leemos para secarnos los sesos entre todos.

Pero sabed que soy un cobarde. Que finalmente no haré nada. Hoy me iré a casa y puede que de camino alguna lágrima caiga y el resto se me seque en los ojos.

domingo, marzo 16, 2008

Imagine



Pero presten atención a la última mirada del vídeo, un instante antes de su fin, en el silencio, con aquellos pajaritos de fondo. Era Lennon despidiéndose. Era su deseo para antes de marchar lejos, era su capital contribución al desaliño humano.
Yoko y Lennon pasean para alcanzar el mundo mágico de la utopía de las palabras, el no lugar a donde nadie ya acude, el caserón tan albo como la muerte, y es también aquel piano que ha crecido en nuestras cabezas, porque fueron los años 80, inaugurados con el cadáver caliente del músico. Hay canciones bellas y otras que nunca nos pertenecen y ésta es una de las últimas, porque Lennon se llevó su espíritu a la tumba y desde entonces todos nos sentimos humillados al escuchar “Imagine” y saber lo lejos que estamos de su sueño. Yoko pierde la mirada, parece una virgen entretejida y yo siempre he pensado que el tiempo se nos quiebra, y que esta canción hizo torcerse los goznes, y que por segundos hubo algún arresto de fuerzas para retomar nuestro camino de bien.
Desde entonces no creo en los cantos a la paz, y sí en el marketing que confabula a los titiriteros, y yo quisiera colgarme un escapulario con la virginal Yoko, aunque siempre llegará el silencio, fíjense, justo al final del vídeo, donde no me puedo quitar de encima el rostro de Lennon que ha dejado de mirar a cámara y lo tuerce y justo entonces, sólo entonces, la virgen le sonríe.

sábado, febrero 09, 2008

Romeo Had Juliette



Cogido por las perversas estrellas
y las líneas rectas del imperfecto mapa
que trajo Colón a N.Y.,
ni del este o del oeste
él la visitó vestido con su chaleco todo de cuero
y la tierra que chillaba, se estremecía hasta detenerse,
él, con su crucifijo de diamante en la oreja
ese que le ayudaba a conjurar el miedo
él, que había dejado su alma en el coche de alquiler de cualquiera,
dentro de sus pantalones escondía un trapo
para limpiar el desastre causado
en la vida del grácil cinturón de Julieta.

And romeo wanted juliette
And juliette wanted romeo
And romeo wanted juliette
And juliette wanted romeo

Romeo Rodríguez cuadra
sus hombros y jura mientras se desliza un peine a través de su negra cola de caballo,
estará pensando en la habitación solitaria
la pila que próxima a la cama hiede,
es entonces que otea su perfume con los ojos
y la voz de ella, que le parecía como si fuera de campana.
Fuera, en la calle, estarán vaporizando el crack
y los traficantes sueñan
con alguna uzi que apenas antes han estrenado.
Me gustaría poder golpear aquella farola
justo aquella, detrás mía, con este fuerte brazo,
dice el pequeño joey diaz,
hermano, dame otra pipa
esos vecinos del centro no son nada jodidamente buenos
y estos italianos necesitan una lección más,
el poli que murió en Harlem
¿te piensas que le habrían dado aviso?
pero yo estaba bailando cuando su sesos se despanzurraron por la acera.

And romeo had juliette
And juliette had her romeo
And romeo had Juliette
And juliette had her romeo

Guardaré toda Manhattan en una bolsa de basura
con latines escritos en ella que digan:
es duro aquí importar una mierda
y los de Manhattan se hunden y son como una roca
en el obsceno río Hudson, qué jodidos.
Ellos escribieron un libro entero sobre esto,
ellos contaron que era como la vieja Roma:
el perfume quemó sus ojos
y mientras, aún permanecía asido con fuerza a sus muslos
y algo refulgió por un minuto
y luego fue desvaneciéndose y luego, desapareció.

jueves, enero 24, 2008

Last Great American Whale


La lechuza os propone una nueva entrada de mi adorado Lou Reed, procedente de N.Y.,que por cierto no me ha sido posible encontrar esta vez en youtube. Aquí está la letra original y mi propuesta. No va de casualidad este comentario, más bien al hilo (hilado) de las presidenciales, y quien sabe también algo se rasque de las nuestras. Y que os guste.
.

Dicen que nunca tuvo enemigos
que era una grandeza a conservar.
Fue la última superviviente de su progenie
la última de este lado del planeta.

Medía media milla de morro a rabo
plata y azabache con poderosas aletas.
Dicen que podía partir una montaña en dos
así fue como nos llegó el Gran Cañón.

Dicen haberla visto en los Grandes Lagos
Otros también dicen que estuvo por la costa de Florida
mi madre dijo haberla visto en Chinatown
aunque tú nunca debes creerla todo.

En Carolina el sol brilla con fuerza durante el día
y el faro tintinea fantasmagórico de noche.
El jefe de la tribu asesinó al hijo del alcalde,
un jodido racista,
y fue sentenciado a muerte en 1958.

Claro que el chaval del alcalde era todo un cerdo
escupía a los indios y cosas mucho peores
por eso el viejo chamán hundió un hacha en la cabeza
su vida comparada con la muerte era apenas nada.

Los hermanos se reunieron junto al faro
a cantar, a conjurar un vendaval o una tormenta.
El puerto se resquebrajó y
la Gran Ballena brincó fuera del océano con ímpetu,
causando un enorme maremoto
una gigantesca ola que derrumbó la cárcel y liberó al jefe.

La tribu rugía su triunfo
los blancos se ahogaron, y los marroncitos y rojos al fin fueron libres,
aunque la desgracia finalmente llegó:

Algún miembro local del NRA (Nacional Rifle of America)
tomó su bazoka del armario del comedor
y pensando que podía hacer puntería sobre los indios
voló los sesos de la ballena
con su arpón metálico.

Joder, a los americanos nos les preocupan
las cosas, y menos aún la tierra y los mares,
la vida animal no les interesa para nada
menos aún la del propio ser humano.

A los americanos no les preocupa demasiado la belleza,
se cagarían en los ríos,
hasta arrojarían el ácido de sus baterías a un manantial,
pero miran las ratas muertas flotando en la playa
y les jode si entonces no pueden bañarse.

Dicen que las cosas están hechas para la mayoría
nadie cree la mitad de lo que ves,
y nada de lo que tú escuchas,
Es como mi amigo y pintor, Donald, me contara:
“Pincha con un tenedor en su culo,
dales la vuelta y
ya, estarán hechos"

martes, enero 15, 2008

Tempus Fugit / El torbellino de la ciudad


La lechuza ha tejido la siguiente reflexión sobre el tiempo y los torbellinos de la ciudad. Las prisas y los trabajos que nos arrancan la vida.


«Es el torbellino de la ciudad donde duerme la miseria propia de las clases absurdas, de los cincuentones empeñados en el triunfo propicio de la dura maquinaria o la de los becarios que asistieron al postrero maratón pornográfico y que llegaron borrachos a sus puestos de trabajo; es el torbellino donde la miseria duerme, la puta miseria de los ejecutivos que vendieron sueños y trucaron libertad en barracas, todo ello remachado por una borla de acero pulido. Es este un viaje atroz de la vejez que nunca exhibiremos, a lo ñoño, en parte a lo no valiente. Somos dueños del círculo vicioso de las cerraduras vigiladas y parece mentira que suba tanto la marea (y que baje la bolsa), que fumar sea un deporte perseguido y domiciliado y que la noche sepa a mocedad devanada y a sepia a un mismo tiempo; que sea éste un dolor ácido como la miel de los funcionarios, un sabor a cultivar entre los minerales de los huertos de los profesionales solteros, en los estudios apantallados por los creativos, en las pestañas a las que nunca perteneceremos pero que sudamos con la boca clausurada, palabras a las que también debemos regresar tal vez de madrugada o quizás por las tardes tras un largo paseo entre confesiones apegadas y cañas. Somos huérfanos de nuestros encéfalos, somos camaradas asesinados por las codorniz de las oficinas, por su canto de nueve a cinco todos los días, por los niños numerados de los departamentos contables que no educaremos jamás, por las cautivadoras de lamentos telegráficos, por las fisgonas de los confesionarios y las porterías, por los financieros y sus porcentajes subrogados fuera de plazo, por las pájaras que se beben nuestro vino y lo vomitan, por el amontillado, inclusive por aquel jerez que nunca llegó a fabricarse, quizás por la pájara primavera que vemos pasar en la ventana, por la puta mocedad que entregamos en aquella propicia quintaesencia que se nos escurrió el día que nos besaron justo a tiempo, aquel preciso día que construimos nuestro C.V. de lágrimas, entre rosas de granito y cerros ahumados desde los que nos descolgamos en un lamentable vuelo de águila. En el torbellino de la ciudad nos paseamos y nos buscaron las manos o los codos o las extremidades y luego nos miraron tanto a los dientes, blancos y desgastados, y andamos a gatas y reptamos por las aceras hasta hacernos heridas y si hacía frío entonces nos arropamos más pero nunca será suficiente para amamantarnos con deseo: es el torbellino de la ciudad donde la muerte vino como habría llegado antes el tren de las tres, como habríamos comprado el periódico con puntualidad metódica durante veinte años seguidos, como nos auscultaba el doctor cuando nos dolía el pecho y tosíamos, como nos limpiamos la pus de los ojos, como nos follamos entre las sábanas calientes de la madrugada. La muerte vino y fue menester acompañarla, eran sus dientes fríos y sus cuencas algo cerradas y sus orgullos y sus gusanos ociosos de podredumbre. Llegó la muerte y se nos llevó al valiente capitán de fragata, al policía uniformado de duende, al filósofo de pavanas, al constructor de lutos y cenefas, al meneador de aljibes de calima, al porteador de plagios, al obrero de almonedas y presagios, al libelo de los escrotos, al musicólogo adiestrado en clave de fa, la muerte que se nos llevó sus espumas y nos dejó el mismo torbellino de la ciudad liberada, la ciudad mística que solíamos rodear de este a oeste para emborracharnos, la misma ciudad que acompañamos y meamos y paseamos con sus setenta costuras abiertas, la ciudad que visitaron nuestros abuelos, que levantamos y retrocedimos en cerros místicos, que vomitamos cuando otros se la gastaban en las bibliotecas, la ciudad que pertrechó la muerte de (co)razones y tramontanas. Solo entonces habría de llegar el gran mago imberbe, y con su inmensa borla insólita insinuar la vaga palabra mágica del destino que tejería el sueño. Será solo entonces cuando por fin nos transfiguremos en la virtuosa máquina. »

miércoles, enero 09, 2008

Xmas in February (Lou Reed)


Otra tema de su album de New York. Demasiado tarde para ser navidad, aunque quizás sea demasiado pronto para vengan los carnavales de este año. Y esta vez dedicado al Vietnam, a una guerra (una más) que no se ganó. Pura coincidencia. O Escuchadlo.

____


Sam yacía tirado en la jungla
soldado envuelto en agente naranja /
y la niebla y la línea mermelada del horizonte /
con Hendrix, sonando por boca del jukebox extranjero /
todos rezaban por ser salvados /
aquellos chavales eran fieros /
animales sin ningún miedo: /
este es el precio que pagas
cuando invades /

Xmas in February.

Sam perdió su brazo, fue en algún pueblo fronterizo /
sus dedos se mezclaron con los otros restos /
si no fuma
el dolor nunca cesaría; /
la mitad de los muchachos fueron empaquetados
en bolsas negras
con sus nombres impresos: /

Xmas in February.

Sammy fue un bocado tan breve /
bocado del pueblo industrial de obreros
todos trabajaban en la fundición /
pero la fundición tuvo que cerrar /
creyó que en la armada
tendría su futuro,
aunque aquello fue música estéril, una voz casi como la de /

Xmas in February.

Sam miraba el muro de la guerra,
quizás fuese tan solo por un instante, ahora que está en casa
su mujer y su hijo le dejaron
él no trabaja
es el recuerdo de la guerra que nunca ganaron
es el tío de la calle con un cartel que dice
“Ayudad al vet(erano) a volver a casa”

pero él está ya en casa
y no hay navidad en febrero

y nunca no importa
lo que ahorres.

martes, enero 08, 2008

Las flores de Ariadna




Les prometo que hoy he visto las flores de Ariadna.

Del cielo se descuelgan sabores azules y pétreos, verdes y cierzos como madrigueras. Hielos y noches que despueblan los campos, que desmochan los cantos de los páramos. La tarde cayó hace tiempo y una tornasolada ventisca rueda ya por las esquinas, arrastra sus susurros y las voces arrasadas por los caminos. Pienso, es cierto: nadie pertenece a ningún lugar y los huesos nos serán enterrados para luego no ser sino tierra. Y sí, es cierto también que los poetas fueron voces, fueron del “regio”, del corifeo de barderas bordadas, de proclamas y sus victorias; pero, ¿y ahora?¿Quién los reclama?

Apago el motor del coche, apago sus luces. Paro en cualquier cuneta del camino. El atardecer se parapeta tras una deslomada repoblada por pinos, con algunos secarrales y cuchitriles donde se guardan los aperos de labranza. Pronto la oscuridad contagia el paisaje. Llega lo negro. Así es Castilla.

Y pienso, cuando encuentre a Ariadna saldré a describirle mi destino. Sí, en pocas palabras, tal vez en una cuarteta, en un haiku, en un romance. En tres palabras. Y en dos.

Cuando llegue Ariadna lameré su corazón porque dentro se guarda nuestro mayor secreto. Siempre quise escribir algo así. Hurgo en la radio, encuentro una emisora donde ponen un tema de Neruda y lamento no guardar algún papelito para garabatear sus palabras de golpe. De golpe. Por aquí la noche es fría y tangible, es un eco al que se llega desde el centro mismo, con el silencio atroz de sus hielos, de sus inviernos de piedra. Pero pasearía por estos caminos del páramo para siempre hasta dar con Ariadna, quizás se esconda entre los majuelos o dormite por las hojas de la higuera. Quizás transportada por el runrún de la lechuza.

Si ven a Ariadna díganle que los poetas de hoy tienen VISA, que compran pasquines, que van a la piscina, que vomitan café y tienen prisa, que se acomodan al ruido. Que viajan desnudos a la muerte. Y hay galerías y pasadizos donde guardan su silencio en cofres, y pesan sus palabras y las intercambian por adoquines, que trabajan en fabricas rojas. Que venden su sangre y escriben en los ascensores.

Porque hay que escapar. Plegar velas. Volver a casa. Canjear tu hipoteca por un terreno de cebada, por un pozo y la luna. Hacer membrillo con tus propias manos. Tener una razón para ser uno mismo y nunca más en fila de a dos. Precisamente esto le diré a mi bebé cuando crezca: cuenta cien para ser digno, construye los versos pero vete.

Cuando vuelva Ariadna cambiaré su hilo por mi tocado. Ordenaré mis libros, pintaré sus flores doradas. Y si me buscan, cuenten de mi que todo fue un escándalo. Si me buscan, que ni los viejos me recuerden, ni tengan espacio mi versos, ni mi armadura cuelgue en la pared, ni mis botas hayan dejado huella alguna.