domingo, mayo 22, 2005
Mi tierra.
Esta Castilla que Antonio Machado glosara en sus versos. Que Azorín perfilara con su prosa. Que Unamuno abrasara en su pensamiento. Esta Castilla que va derramándose, desangrándose en hermosura, que triguea eterna, y que con los años, se nos envejece sin poder hacer nada. Mis pueblos se mueren. Ya lo sabéis.
Castilla es mi tierra. Yo me crié por aquellas lugares; no me preguntéis porqué, el otro día confesaba a mi amigo Santi que necesito ver siempre horizonte enfrente de mis ojos. Una línea sobre la cual reposar mis pensamientos. Él es un formidable leonés del norte, hombre de estructuras verticales, acostumbrado a las crestas, a los picachos, a la verdura. Yo, sin embargo, quisiera arrancar un trocito del páramo yermo para acercarlo a la ciudad.
León y Castilla, ambas tierras (y sin olvidar al Bierzo, otro día contaré cosas de él), salvando las fronteras políticas (que poco me importan), tienen en común un severo languidecimiento. Una penuria que dura ya varios siglos.
Soy emigrante. Marché de mi tierra. Por cobardía, tal vez. Por necesidad, seguro. Ahora me acoge una urbe, calzada de asfalto, de contaminación: es Madrid. Y los viejecitos, en aquellos pueblos permanentemente olvidados de la meseta y las montañas que rodean a Castilla, se nos mueren. Las casitas de adobe. Los palomares de Valladolid. Los trigales. Los visitamos de vacaciones, y nos sonríen, son gente honesta, sencilla, que no esperan más de la vida cuando ésta les ha pegado tantos revolcones. Llegamos ruidosos, con nuestros vehículos diesel ultramodernos y cuando nos queremos dar cuenta, marchamos en caravana. Y haya se quedan otra vez solos.
Para finalizar, otra recomendación: si tienen algún tiempo, tomen el camino de Támara de Campos, en la provincia de Palencia, muy cerca de Fromista. En 1039, tuvo lugar allí una singular batalla, que produjo la primera unión de castellanos y leoneses. La villa, ensartada en la historia, conserva tesoros singulares como el órgano de San Hipólito. Por cierto, está iglesia estuvo a punto de desaparecer hace una década.
Retratos de lo que fue una tierra de héroes. A caballo por la meseta. Una tierra, ahora frágil. No lo olviden.
Título del cuadro de Sorolla: "Tormenta en Peñalara. Segovia."
jueves, mayo 19, 2005
Las tetas.
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- Follar bien, tío, moral de caballero. A todos nos hace falta. Un buen culo donde menearse. Nada de pajas, ¿entiendes?, quiero decir que están muy bien cuando tienes quince años o no te jalas un roscón, pero nosotros debemos reivindicar las buenas costumbres: follar y follar.
Ya desde pequeños hubimos de demostrar unas dotes especiales al ojeo. Madroño y yo de pura risa nos mirábamos, abrumados de nuestro afán clasificatorio. Era un amante rápido, veloz, precavido a zancadillas, ajeno a imprudentes romanticismos. Su sexo era próximo a un proceso digestivo. Dotado, vidente orgiástico, entusiasta de lo retorcido.
Algo desentrenado, eso sí, últimamente. Tomando café, muy chistoso, recordaba las veces que juntos salimos de safaris. Los meses de verano ofrecían espectáculos poco habituales. Mangas amplias, escotes y vuelos, ceñidos, labios y pezones pronunciados. Entusiasta nato.
Claro que había cientos de leyendas, hermosos desvirgadores de hembras, orgías y todo lo demás. Me lo explicaba muy lentamente, repitiéndolo mil veces. Cada gesto, una palmada, la ceja que contraía, el botellín de Mahou en la mano.
- Hay que vivir.
Apoyado en la pared frente a mí, fumaba. Oteaba con sus ojillos verdes, acechaba. Era todo un deporte.
- Ellas sólo esperan para que tú las entres. Eres demasiado buenazo. Quieren hombres, no tímidos... mira esa, a que te gusta, debes pensar que te la vas a comer. Hay que hacerlas daño, de otra forma ...
Hablaba así. Medio en broma o en serio, quién sabe.
- Claro que tiene razón. La tiene porque somos un par de mocosos con apenas veinte años, sin dinero, pero sobre todo con muchas ganas. Tiene la razón en que nuestras aspiraciones se reducen a bien poco: follar.
- Pero hay otras cosas.
- Costumbres burguesas.
- ¿ Cómo ?
- Tú y yo no tenemos coche. No hay pelas. No hay papi adinerado. No hay drogas. No hay emoción. A qué coño vamos a llegar. No quiero crecer, me jode verme trabajando y explotado, manteniendo a una esposa gorda, tres hijos, la hipoteca. No hay trabajo. no hay expectativas. Qué nos queda a nuestros veinte años. Lo sabes, justamente eso, los veinte.
Hay un ridículo juego consistente en creerse alguien importante, salir al centro, mirar los culos-culos, hablar con menosprecio. Pasear y creerse a sí mismo dueño. Pasear por la tiendas. Entrar y preguntar por un traje demasiado caro. Es nuestra estúpida destrucción, la de los llamados mediocres. Las tetas. Cientos de sujetadores transparentes, divertidos, ramificados.
- Leí que los pezones tienen conexiones nerviosas directas al clítoris de la mujer. Pueden sufrir espantosos orgasmos sencillamente si manoseas sus pezones.
No deseábamos crecer. Era fácil vivir sin más respondabilidades.
- Eres la hostia Madroño.
- Y tú un parao.
- Lo sé.
A los trece años perdió la inocencia ( así lo explica ) y nada pudo remediarse.
- Al principio yo también era como tú, dulce, amable ... pero mira, que me las dieron, y me los pusieron. Tú no sabes lo que jode cuando te engañan, como cambias. Imagínate en un baile, y ves como alguien le soba las tetas, y ella dejándose como una puta. Te vuelves malo. Pero tú eres aún así.
Menudos consejos.
- Lo peor llega cuando imitas esta maldad. Te gusta hacer daño, el dolor físico nunca es comparable a nuestro propio e interno orgullo dañado.
- Pero todo puede pensarse de otra manera. Imagínate. Ella se deja. Bien, puede que no sepas como manejarla. Ellas son más inteligentes que nosotros, nos seleccionan, en realidad nos dominan, son casi monstruos ...
- ... con tetas.
Cuando se nos había subido lo suficiente el alcohol, discrepábamos sobre como debíamos actuar con ellas, y casi nunca llegamos a conclusiones definitivas. Ellas adornaban terriblemente sus deformes permanentes. Existían sonrisas cómplices entre nosotros. Cinemascope a nuestros ojos, hablando de cine o de cultura, se resbalaban nuestras miradas en su escote, y aunque ellas parecían no darse cuenta ( en verdad toda ), continuábamos jugando a mostrarnos dignos en apariencia, y por dentro, un fiero instinto se cegaba. Al final, como buenos chicos, siempre invitábamos, deseando escaparse algún beso furtivo.
lunes, mayo 16, 2005
La soledad del cosmonauta (I)
Pues eso; En noviembre del año pasado, leía, como era costumbre www.ariadna-rc.com. Es una revista fantástica, os lo prometo (otro día os contaré como les conocí en vivo y directo). Un bastión de creatividad y buen gusto de la mejor literatura en Internet. Palabra, que no me gano gana por hacerles publicidad.
Pues allí, proponían un número especial, que titularon LA SOLEDAD DEL COSMONAUTA, un número inspirado en los primeros vuelos orbitales y las sensaciones de sus viajeros. Y solicitaban colaboraciones. Tuve la fortuna de que aceptasen la mía, tres poemas. Aquí os presento el primero de la serie, aunque no perdáis la oportunidad de visitar su sitio web, es imprescindible.
A base de sueños siderales
y mantecas luminiformes
he postergado comidas y delicatesem en el espacio
hoy rozo la yema del creador enseñoreado
y masturbo la sementera de mi traje hermético
hoy soy un guiñol del espacio
y bebo el ámbar del viento solar a solas
hoy repaso el crucigrama de pilotos verdes azules o rojos
dibujando la quimera de mi corazón galvanizado
hoy veo crecer la hierba galáctica por mis entrañas
alunizando entre mares cartografiados por la nostalgia;
A veces reposo estos pequeños paseos a escondidas
(en la soledad más absoluta)
recapitulo lloros insomnes de sonda
parecidos a las ondas hertzianas de viejas estrellas desaparecidas.
domingo, mayo 15, 2005
RETAZOS DE PRISIÓN (relato circular)
Nana para Raquel
"Esta pasada semana ha sido dramática por motivos personales. A estas horas, Raquel dormita en una cama de Hospital. Quisiera acunar su duermevela y con mi vocecita, acurrucar su corazón dolorido. Por eso escribí mis versos...
Ya sabrás porque
el lobo no existe, y
la comadreja tiene dientes afilados, y
mi vida,
pienso enviarte la Luna.
Cuando pares y escuches las cornejas
tendrás dieciséis razones para permanecer
viva.
Otras tantas te daré más
si cierras los ojos y
me besas."
lunes, mayo 09, 2005
Propuesta de lectura para la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión
Qué bien, ¿verdad?
Recuerdo que en una de estas compré, hace años, "Diario de una resurección", que fue la última obra de Luis Rosales.
Cuando leí este libro, os prometo, que descubrí en su madurez literata y serenidad, un camino emocionante para recorrer, de creador, y de poeta total.
Para animaros a leer el libro os añado este poema.
He caído tantas veces que el aire es mi maestro;
sólo puede acabarse lo que al vivir se olvida,
si nuestro amor fue siempre como una despedida,
cuando todo termine quedará lo más nuestro.
Ya he empezado a morir paara aprender a verte
con los ojos cerrados y pienso que es mejor,
para toda la vida no basta un solo amor,
tal vez el nuestro sea para toda la muerte.
martes, mayo 03, 2005
Cuando el primero terminó su ascensión, rebuscó dentro de la mochila algún pitillo. Sí bien lo encontró - esforzado superviviente - no pudo encenderlo; había perdido su mechero en la travesía. La espuma de las olas se divisaba chiquita. Diminuta. Una estrecha hilera de sombras se retorcía, casi detenida como los planos paisajísticos de un film americano.
Poco tiempo después llegó el segundo viajero: un fuerte negro de tierras adentro, prácticamente desnudo y que parecía hablar quién sabe qué lengua. Le hizo una torpe seña para compartir la roca donde descansaba. Sin embargo, con la respiración agitada se hundió entre la oscuridad de las matas y desapareció. La alborada despuntaba cuando elevó su mirada bien alto, empezaba a sentir el frío denso, agarrotando su musculatura. Escudriñó la subida para, mentalmente, iniciar un furtivo recuento. Vio los bultos brincando sobre la rocas, algunos brazos y cabezas sobresaliendo. Le saludaban o se despedían, lo mismo daba.
Después descubrió, por fin, iluminada por la primeras luces, la chalupa, galopando contra la marejada y con todas sus tablillas estremecidas. Había recorrido sus postreras millas y avejentada en extremo, exhalaba, el agua tomando sus rincones. Nadie bogaba y la deriva podría estrellarla contra la costa en cualquier momento. Sin embargo, todavía quedaban dos navegantes. Una mujer era llamada a gritos desde los riscos para que saltara. Entre sus brazos, arropado en un improvisado arrullo, su bebe. Casi volcando la barcaza lo aproximó para intentar hacerlo llegar al cantil de la despeñada. Un golpe canalla de mar arremetió y los alejó definitivamente del grupo de supervivientes.
En la desesperación, gritaron, al menos para que ella se salvase. Las olas arreciaron y la chalupa se perdió de vista...
Plantado al borde del acantilado estuvo oteando el horizonte, hasta que bien entrada la mañana la mar había devuelto algunos tablones y no hubo razón de permanecer más tiempo allí. Los todoterreno de la costera llegarían en breve.