lunes, junio 27, 2005

El principio de ‘Le Chatelier’.



Luego fue que pisó el acelerador, suavemente. Y el atasco de la N-I desapareció, lejos. Y llegamos al puerto. A mi lado, las estribaciones del Guadarrama, sus crestas erguidas, envalentonadas. Miré la hora; La tarde se asfixiaba y el sol de junio, altanero, hería los pinares por las alturas.

Entorné los ojos. Diría que me quedé transpuesto. En la radio, qué se yo: una sordina de voces, una vicisitud laxa de músicas y noticias. Zarandeado y embotado por el sueño (el cuello de goma, flexible, jirafesco) tomamos un desvío, casi justo en la cumbre, para hacer una parada técnica, café en mano. Era una pequeña casa rural.

Allí Raquel, sentados fuera, al cobijo del alero y de fondo con el canturreo de los pajarillos, me habló del principio de Le Chatelier. Ella lo tenía bien claro. Me dijo:

- Cuando un sistema es sometido a una tensión, éste reaccionará con igual fuerza para compensarlo.

Sonreía maravillosamente mientras lo contaba, quizás por mi cara de tontuelo. Yo recordaba aquella ley, desvanecida en mi memoria, casi del Bachillerato. Pero ella es Química y entiende la realidad a través de estos conceptos. Lo tiene grabado a fuego.

Habíamos hablado del mismo tema muchas veces antes y ahora se repetía como un sacrificio al trasunto del viaje. Hablábamos de la transformación de la sociedad española: libertad de pensamiento y de expresión, tolerancia, pluralidad de modos de vida, solidaridad, modernidad y progreso, frente a los comportamientos recalcitrantes y como, sin saber porqué, otras voces se alzaban, nacidas de Dios sabe donde, contra esta corriente. Voces reaccionarias.

Le dije que me sorprendía su número, eran muchos, demasiados: y me producía pavor. Todo el esfuerzo de las pasadas décadas podía verse desperdiciado. Nuestro empeño democrático, puesto en peligro por este movimiento. Se rió como siempre que me pongo tan melodramático. Era el aire de la montaña, el relajo, que me produce esta posición tan cómica. Me dijo que no debía confundirme. La realidad era así y yo lo sabía. No podemos esperar que todos piensen igual. Es necesario. Aunque sean posturas desalentadoras.

También le dije que cómo habían permanecido en silencio cuando yo ya les creía trasnochados, agotados en su discurso. Y como entre muchas voces, se escuchaban gritos pasmosos de tiempos pasados, sea cual fuese su bando. Fanfarrias que atronaban.

- Ya lo sabes, es el principio. Quiero decir, el principio de Le Chatelier. Hemos digerido muchos cambios y es tiempo de manejar algunas compensaciones. Todos deben tener su voto. Hay que guardar un cierto equilibrio para continuar.

Asentí y vacié de un trago el café. La tarde caía, el sol lamiendo los geranios que se descolgaban tan hermosos por la ventana. Me columpié con satisfacción. Me dije:

- Buen trabajo éste, el de mi amigo Le Chatelier. Pues confiaremos.

jueves, junio 23, 2005

Latin Queen.

Este Mikelow va a resultar un tipo conocido.

Un compañero mío que estudió en Berkeley encontró algún libro suyo.

Poemas editados por no sé que institución penitenciaria (¡imaginad!). Y ha oído hablar de él en algún otro blog de Internet. Menudo pájaro... Me ha traducido uno que dice así:

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Mikelow: Deja ya la puta canalla.
Déja que vomite toda la noche.
Que su corazón se(a)(r)rastre y sea tra(s)vertido.

La joven columpiadora se mece provocando. Y desnuda su boca y su silencio, los labios irradiados por fuego, al son de la cadera breve.

Ahora se cae la tarde en Madison Street. La lluvia empapa-ensucia y tuerce los cristales en las oficinas del viejo. La cortina aplastada, filtrando la luz, le dice:

- Oh, pequeña reina que chupas las lágrimas./ La pequeña diosa latina que exige por moneda la torva promulgada. / Deja hoy tus peleas en las avenidas./ Las pandas, improvisando un torpe ritual americano de puta iniciada. / Líbrate del luto, seis meses de tu chulo: Limpia tus manos del signo canalla.

viernes, junio 17, 2005

La soledad del cosmonauta (II)

Otra entrega de mi serie de poemas “LA SOLEDAD DEL COSMONAUTA” (http://eloterodelalechuza.blogspot.com/2005/05/la-soledad-del-cosmonauta-i.html) que apareció este mes de enero en la revista Ariadna-rc.

A la gente de www.ariadna-rc.com les conocí hace cosa de un par de años en Alcalá de Henares. Leíamos poemas en una maratón, en la Facultad de Filosofía. Fue fantástico, gente muy especial.

Recuerdo también: extraños tiempos aquellos; USA había invadido IRAK y en mi tertulia de literatura de Alcalá, los ánimos estaban alterados. Aquel preciso día subí al estrado de la Facultad y leí poemas duros, intensos, comprometidos. Ya os los enseñaré en próximas entregas.

Por suerte el cosmonauta posee la más completa visión del Cosmos y de nuestro planeta azul.

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Viaje (galáctico) de Antonio Machado

Caminante no hay camino
sino estelas...


El cosmonauta sueña
su feto flotando por la cosmografía del vientre materno

(a merced del silencio)

la noche parecida al líquido amniótico
y la vía láctea con su cordón umbilical.

Porque fueron voces que recuerdan antiguos paraísos arcanos
y son laberintos resonantes que jamás nos devolvieron

(a merced del silencio)

serán destinos secuestrados de un largo viaje
que fue, en parte, feto castrado

y en todo, naufrago de mar.

miércoles, junio 15, 2005

Detective Mikelow

Más textos de mi alterego:

Versos rescatados de entre las hojuelas del poeta detective Mikelow (Minnesota 1940), cuando fue encontrado su cadáver, aunque nunca después su cabeza, de entre la basuras, escombros y restos orgánicos (escondrijos no clasificables de maleantes y macarras, traficantes de sueños) del boulevard de Harlem, NY.

Este viejo y singular detective investigaba un caso de abuso de menores.

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Será que la lechuza imita los jadeos de parejas copulando.

Será por los próximos parecidos de los guiñoles, donde los reflejos de los políticos y famosos se prodigan.

Será que por cada llamada que recibo imito una respuesta a la medida, facturada con su margen preceptivo al 40%.

Será que cuando nada parece lo que es, cada día esto me importa mucho menos.

Somos actrices pornográficas de un cuento inventado sin argumento. Me pongo los guantes de boxeo, parezco una bailarina tatuada. Un expedicionario hacia su viaje fantástico, dirás lo que sepas, que la vida te pondrá donde le de la gana.

Será tarde para cambiarlo todo. Graznaré y graznaré pero llegarán las razones de la gran jodienda.

Le digo al cliente: Sepa que los indicios son comprados en las celdas. Los abogados se comercializan en restaurantes, los jueces en barras americanas. Diga su cifra que yo inventaré nuevos nombres. Descifre su mensaje que yo le pondré rostro.

Hay canciones de postín, pero como buen delator nunca os deletrearé su letra. Cuando salte a la calle, sepa que muchos le vigilan. Lo prudente es mantener una imagen poluta, un sangrado preciso de víctimas hasta las pantorrillas, yo mercantilizo su odio porque ya otros habrán puesto su valor de seis cifras.

Será por la noche encerada que parece de otros.

Será por las víctimas alquiladas en los pasos de cebra.

Será por la precisa reunión de los comanches lanceados.

Será por el necesario sínodo de los arcángeles devora-niños.


jueves, junio 09, 2005

Imágenes de móviles perpetuos.

Tomadas de la red, consultando a Google por perpetuum mobile. Ilustran mi cuento "El físico imaginario."

¿Hermosas, verdad?



miércoles, junio 08, 2005

El físico imaginario (entrega 2 de 3)

(continúa de mensajes anteriores. Tiempo de lectura: 7 minutos)


Entonces fue, que el alcalde, uno de los pocos letrados del villorrio, desvelado aquella misma noche, y a vueltas con el discurso del jovenzuelo, a la luz de la luna y acompañado por las voces de la corneja, pergeñó grandes luces y riquezas en toda aquella situación. Muy de mañana, a grandes zancadas se dirigió al granero, y allí mismo se lo encontró, perfeccionando su invento. Y le ofreció su colaboración. Él chaval miró a lo alto, se quedó pensativo y meditabundo por un momento y fue que instantes después aceptó su ayuda. Las palabras que utilizó parecieron como improvisadas a los oídos del alcalde, aunque si bien, habían sido preparadas con harto esmero durante las semanas anteriores. Delante de sus narices puso en marcha el mecanismo de un empujón, el alcalde dio un respingo, y la maquinaria comenzó su doloroso traqueteo, pero el ingenio se detuvo casi inmediatamente. Le dijo que siempre se pararía después del primer impulso debido a las fricciones y deficientes materiales utilizados en su construcción. Era simplemente un juguete que mostraba sus ideas, los principios de su física, y que necesitaría ayuda y financiación para construir un dispositivo que funcionase realmente. El alcalde aceptó inmediatamente, emocionado por el reto con lo que sellaron allí mismo el nacimiento de su sociedad y proyecto conjunto.

Pasaron las semanas. Fue una etapa feliz para el rapaz. Con la ayuda económica del alcalde los trabajos avanzaron rápidamente. Encerrado en su granero construía y construía febrilmente, dibujando y perfeccionando su obra.

Y por otro lado el alcalde no se quedó quieto esperando fuese rematado el proyecto. Bien mirado, la suma puesta a disposición era bien alta y convenía recuperarla y aumentarla cuanto antes. En sus viajes a la capital no dejó de relatar a todo quien se encontraba las excelencias del motor que construía su protegido. Tanta fe tenía en sus resultados. En su boca, repetía una y cientos de veces un mundo en el cual el carbón, el petróleo... serían inútiles porque el motor perpetuo se convertiría en una fuente inagotable de trabajo.

- ¡ Arrogante ignorante ! – no pude reprimir esta interjección. Me encontré a mi mismo devorando fieramente el postre, mientras escuchaba aquella sorprendente historia.

- Créasela punto por punto... efectivamente, la ignorancia suele ser atrvida consejera... aunque también el hambre y la miseria. Eran tiempos duros, sabe, para aquella región que subsistía sin electricidad ni infraestructuras de comunicación. El país entero vivía aislado, autárquico, sin fuentes de energía y por aquel entonces cualquier memo, prometiendo una fuente inacabable de energía, ¡ todo un sueño !, sería por lo menos escuchado con interés. La mezquindad de los burócratas dificultó inicialmente el proyecto, aunque aquel alcalde era persona ducha y tenaz en sus relaciones, y más pronto que tarde se las ingenió para convencer en los múltiples gabinetes del Ministerio a no sé que Vicesecrecario, que intrigado por aquella insensata historia decidió enviar un técnico cualificado, tan siquiera para elaborar un informe preliminar.

Y así fue: una fría tarde invernal, las sombras cernidas sobre el cierzo y las nubes encapotando el cielo, tuvo lugar la primera visita. Mientras el técnico del Ministerio, aterido y hastiado por los lugareños, no se separaba ni por un instante del brasero que a tan buen fin le habían proporcionado, la máquina dolorosamente comenzó su movimiento. Por un primer instante pareció detenerse, pero como impulsada por una fuerza maravillosa, no se paro, es más, continuó, con ritmo cansino aunque sostenido, ininterrumpidamente. Los presentes contuvieron un suspiro tenso y casi de puntillas abandonaron el granero. Y al día siguiente, cuando antes de partir a la capital, el técnico revisó la situación de la máquina, se la encontraron, con sus goznes y ruedas manteniendo su movimiento constante. Parecía milagroso, puesto que nadie más había entrado o salido del lugar, custodiado en todo momento por la autoridad del poblacho.

El técnico anotó todo aquello con celo y discreción, marchando además con un dibujo resumido del artefacto. Al cabo de una hora o así apareció el pupilo, puesto que no le habían permitido asistir a la demostración para evitar cualquier manipulación de su obra. El alcalde le abrazó paternalmente, vivamente emocionado por el desenlace, y le comentó la feliz noticia. Grandes dudas había albergado durante los días anteriores, creyendo no disponer para la fecha concertada de algún dispositivo que, cuanto menos, funcionase un breve instante. Pero el jovenzuelo no se alteró lo más mínimo ante sus palabras y le guiñó un ojo cómplice. Luego le llevó aparte y le señaló, entre la maraña de poleas, un cabestrante escondido, que subía hasta el piso superior del granero. Le confesó que allí había permanecido oculto, para manipular y accionar el mecanismo que mantenía en movimiento el motor durante la demostración. Aquello llenó de tristeza al alcalde, aunque pronto comprendería las buenas intenciones del zagal: únicamente un dispositivo en perfecto funcionamiento sería admitido como válido por parte del Ministerio. El chaval había ejecutado aquella malicia en aras de perfeccionar su mecanismo. Más, luego, le vino a la mente nuevas y más sesudas preguntas: ¿Cuánto le costarías las postreras mejoras?¿Y podría, con su modesto capital, financiarlas?

Pasadas las semanas, las noticias que llegaron del Ministerio fueron harto alentadoras. Se había creado una Comisión, encabezada por un importante Catedrático, sabio de prestigioso renombre. Se decía que el artefacto sería trasladado a la capital para ser allí estudiado con detenimiento. El alcalde, que aún albergaba sueños de fama y grandeza recibió a los periodistas de un noticiario nacional: los titulares decían, “Portento de la física inventa una máquina que revolucionará el mundo.”. Quizás, a causa de esta publicidad, comenzaron a llover cartas interesándose por el asunto. Amables piropos, estudiantes reclamando mayor información para sus tesis doctoral, empresarios deseando favorecer la constitución de una sociedad conjunta. Y finalmente, otra tarde lluviosa que parecía aplacar las primeras ráfagas primaverales, vestidos de gris (imitando la luz decaída), aparecieron ellos, en un lujoso Hispano Suiza. De su interior salieron, los cuatro entrajetados, fumando grandes habanos. Alquilaron la fonda entera para instalar allí su base de operaciones, y comenzaron a espiar día y noche todos los movimientos del muchacho. Sus trajes elegantes, de amplias solapas, sus gemelos de oro y los relojes de marca, relumbraban en la cantina, mientras hacían mil y una preguntas a todos. Al tercer día concertaron una entrevista. Comieron y bebieron en abundancia y tan solo al final, abrieron un maletín repleto de fajos de billetes.
- ¡ Mi máquina no tiene precio ! – les gritó enojado el muchacho y salió corriendo. Aunque la mirada del alcalde, desorbitada y convulsa parecía decir todo lo contrario. Y fue, que desde aquel día, las cosas fueron de mal en peor. El alcalde dejó de interesarse por el progreso de la máquina, como confiado de un resultado que de una u otra manera le resultaría siempre favorable: y pensaba que los altos sueños han de tener un precio, y que necesariamente éste ha de que ser también alto. Luego los entrajetados abandonaron el pueblo y el jovenzuelo supo que su máquina día a día iba siendo un poquito menos suya.

(finaliza en el próximo mensaje)

Camino de la vida canalla


El camino de la vida canalla nace cuando la vida dobla su esquina, y detrás de ella, de improviso, la muerte cimbrea sus cascabeles. Tengo un sabor de boca, estraño y desapacible. Todo es precario. Nada permanece.

Perdonad si mi estilo no es correcto. Si la calidad del poema tiembla. Son versos urgentes, que se rasgan por la madrugada. De la pesadilla misma. Como cuando el teléfono suena y trae malvadas noticias.

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Hubo tiempos para dividir mi cuerpo y la cabeza por nada.
Llamando a la puerta por sonreír con putas en cueros lanceolados.

También supe que llegaría el tiempo de la viuda negra:
El ritmo rasta de la vida canalla.

Y dije: viste, muchacho, lo que se cuece.

Cuando el dolor se alcance a reposar su vaso (entonces) / habremos llegado.
Cuando se pierda la sombra, y me desdoble en quebrantos,
los lloros de las adormideras (entonces) / habrán llegado.

Ahora tengo cuatro brazos,
y si las cuentas me salen
dormiremos al raso

nos aventan las desgracias
y nos crecen los enanos.

La vida canalla se presenta por si sola.
Nuestro cuerpo desnudo y fragmentado:

Sueño una maquinaria de preposiciones ciega.
Te daré mi abrazo, si la muerte llega.

jueves, junio 02, 2005

El físico imaginario (parte 1 de 3)

Hace cosa de un mes, apareció reseñado en el País una breve e interesante historia sobre un jovencillo (creo que indio) que engañó a sus paisanos haciéndolos creer que había sido seleccionado por la NASA en un examen para astronauta. Parece increíble, puesto que el chaval era un completo iletrado. La bola fue tomando tintes dramáticos, tales que la noticia llegó a oídos de un importante noticiario. Lo entrevistaron y el suceso transcendió. Así, engaño tras engaño, pudo convertirse en héroe nacional. Desgraciadamente, la realidad truncó sus aspiraciones. La historia tuvo un final triste.

Inspirándome en dicha anécdota, nació mi "Físico imaginario". Que lo disfruten.
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Levantó su mirada del plato, pesada, huidiza, hartada por los años, cansada de los memos y sus discursos envalentonados. Sus carillos colgaban hoscos y abotagardos por los hidratos de carbono, las grasas con las que abundantemente aliñaba las comidas. Y luego sonrío. Fue la primera vez que lo hizo en toda aquella presentación, como si en algún momento inmediatamente anterior pero desconocido para mi, hubiera escuchado, por fin, la frase que saciará su apetito feroz de empresario. Me dijo:

- Escucha hijo. Hace muchos años, en una pequeña aldea leonesa pérdida entre las montañas, un rapaz desapareció sin decir esta boca es mía. Eso sí, cuando volvió al cabo de los meses, aunque nadie supo donde estuvo, portaba consigo algunos pliegos y carpetas con diseños singulares.

Entonces tomó una servilleta de papel y se enfrascó en un sesudo dibujo. Al cabo, giró su obra terminada y me la plantó con manifiesta satisfacción.

- ¿Qué es esto? – pregunté aparentemente interesado.
- ¿Pues no lo sabe aún? – interpeló su joven secretario -: Es un móvil perpetuo.
- ... Un móvil perpetuo ... – repetí casi automáticamente, intentando comprender las palabras.
- Sí. – y comenzó su breve explicación – Es decir, un ingenio que permite girar un motor de forma ininterrumpida y sin intervención externa o fuente de energía.

Aquello me parecía una burla. Repasé mis anquilosados conocimientos de Termodinámica. Allí, ocultas por la pátina de los acontecimientos, quedaron las clases de mi primer curso en la Escuela de Ingenieros... aunque en un rapto de clarividencia balbucee:

- Bueno... según recuerdo ahora... este tipo de máquinas son imposibles...quiero decir, físicamente. - y continuó hablando, aclarándose la voz previamente, como si mi comentario hubiera de pasar desapercibido.
- Éste en concreto, es un diseño de móvil perpetuo clásico, bastante ingenuo, todo sea dicho, los entendidos lo clasifican dentro del grupo de primera especie, puesto que viola la primera ley de la Termodinámica, imagino que la recuerde usted: la ley de la conservación de la energía. La ley dice que ésta no se crea ni se destruye, sino que únicamente se transforma. Pero aún así, desquició a muchos sabios del siglo XVI y engañó a otro muchos, tiempo después.
- ¡No entiendo a que viene esto! – Insistí cada vez más irritado. Entonces fue que aquel gordinflón se revolvió en su asiento, se limpió la grasa de su cara y me apuntó con su barbilla. Hizo un ademán decidido de querer irse.

Su secretario sonrío cínicamente, detuvo a su jefe con un brazo y me dijo:
- Ha sabido gratamente contarnos su propuesta durante nuestro encuentro en el restaurante, la cual hemos sabido escuchar con paciencia. Permítame que le relatemos ahora nuestra historia. Y luego verá si le sirve.

Me encogí de hombros pues necesitaba a toda costa aquel contrato. Mi proyecto y mi empresa carecían de capital. Aquella frase oportuna y mi gesto supieron aplacar la rabia contenida del empresario y como contagiado de una felicidad a la par simplona e hipnótica, elevó su copa de vino, hizo un brindis tontorrón y continúo con su relato.

- Sabe, joven, a pesar de la farragosa explicación necesaria para comprender el sentido de sus dibujos, y las razones que permitirían que la máquina nunca detuviese su trabajo, el jovenzuelo, dotado de una imaginación portentosa, acertó con la argumentación y táctica necesaria para convencer a los aldeanos y elevar así sus expectativas: Fue, por aquí y allá, exponiendo primeramente las maravillas de su engendro, en el bar de la mina, entre chatos, aguardientes y bastos, soportando el sopor de la borrachera donde perdió innumerables partidas al cinquillo a fin de conseguir que los lugareños entendiesen el elevado destino de su misión; En la botica, donde en su tertulia semanal el alcalde y el maestro se explayaron en un mar de preguntas sobre el beneficio y usos de dicho instrumento en la industria moderna; Y finalmente en la iglesia, donde en su sermón, el mismísimo párroco atisbó la magnánima gracia del Señor al haberles obsequiados con tan sabio mecanismo.
Luego así todos, en la aldea, recibieron con sorpresa como el jovenzuelo se encerró en el granero de la familia y trabajó incansablemente, y como, discurrido un mes, presentó a la comunidad su invención: Una suerte ininteligible de poleas y cabos mal anudados, ruedas dentadas y engranajes de madera que supuestamente giraban unidos entre sí, siguiendo una lógica confusa, que a tal efecto él hubo denominado, la física del ‘impetus’ de los cuerpos.
En resumen. Con vivo escepticismo los lugareños se acercaron para ser testigos de la primera demostración práctica del prototipo. El chaval comenzó a enjuagarles con sus palabras ingeniosas, sus ripios: pronto ya nadie tendría que desplazarse kilómetros andando para hacer el camino entre las vecindades, ni sería necesario el agua del riachuelo para poner en marcha la muela del molino. Aquel nuevo motor que giraría y giraría día y noche sin fin, haría todo aquel trabajo por todos ellos... y mucho más; Era un símbolo de lo tiempos modernos que revolucionarían toda la comarca atrasada y apartada de la civilización europea. Pero aquel día el motor no fue puesto en marcha. Y sin embargo, pese a este pequeño detalle, la sorna y duda iniciales se trastocaron misteriosamente. Las causas, no las sabemos a ciencia cierta, pero era innegable que una extravagante inquietud poseía el ánimo de los asistentes: la oportunidad de alcanzar por fin sus sueños de progreso, quizás fue lo que, en definitiva, precipitó a las simples gentes del lugar a creerse aquel aparatoso galimatías.

(Continuará en siguientes mensajes)