domingo, octubre 22, 2006

Ariadna, especial de Otoño.


¡Lectores todos!

Esta vez no quiero que dediquen su tiempo a leer éste, mi último mensaje, sino que viajen un poquito y lean mi colaboración en www.ariadna-rc.com en su número de Octubre. Como siempre, orgulloso de poder participar en ella con este pequeño granito: "Turbios destinos de Otoño."

Darles las gracias a Ariadna, pero lo más importante,
que descubran el poder de las palabras y de los poetas que allí
se exhiben. Ya me comentarán que opinan del número. Merece la pena leerlo.
No se necesita más de media hora. Casi seis paradas de metro.

Salud.

miércoles, octubre 11, 2006

El ideal

Esto va por Fernando y Gonzalo. Ellos saben.



(tiempo estimado de lectura: 5')

Cuentan que una vez un brillante directivo de una empresa cotizada decidió no volver a hablar más en público. Y se calló para siempre. Llegaba al despacho con una gran sonrisa puesta y se encerraba inmediatamente a trajinar sus desconocidas maquinaciones: nadie supo nada más de su vida personal, sus pensamientos o intereses de propia palabra, puesto que no hablaba con ningún otro de sus compañeros, jefes o subordinados. Además, pronto comenzaría a dejar breves notas en las mesas de sus colaboradores con preguntas del tipo: “¿Has preparado el presupuesto para el cliente fulano?, dale un buen precio, le queremos en nuestra cartera.” o explicaciones que decían: “No cerréis el trato con tal proveedor: su precio es bochornoso y es un mangante.”. Ironías del destino, tal pobre modelo de comunicación resultó injustificadamente fructífero: sus vaticinios y consejos fueron altamente exitosos y los resultados le dieron la razón un día tras otro. Pero nadie conseguía explicarse el porqué de aquello. A cada mañana, los colaboradores llegaban a la oficina ansiosos por recibir aquellas notitas que ejecutan sin rechistar, puesto que sus frases contenían los más acertados consejos. Le tildaron desde RRHH de “visionario”, quiso hablar con él el mismito presidente, primero para darle una seria reprimenda a su ilógico comportamiento-según los tradicionales postulados del más serio “management” institucional-, más tarde para felicitarlo y elogiar su modelo de gestión, pero todo fue completamente imposible. Igual que entraba, se iba de la oficina: en silencio, sin coger el teléfono, sin responder a los correos. Aquel año en la Asamblea General los accionistas recibieron beneficios inesperados: la empresa había adquirido participaciones en una pequeña empresa, totalmente desconocida dentro del sector, y los nuevos productos comercializados había sido un rotundo éxito. Todo gracias a la recomendación del silencioso directivo.

Lo novedoso por nuevo vale el doble y las noticias corrieron rápido. Se habló de él en la prensa especializada, en las escuelas de negocio, en los núcleos corporativos de las otras hermanas competidoras. Envidias aparte, aquel éxito sostenido no tenía parangón anterior y sin mediar explicaciones o justificaciones de porqué o cómo funcionaba aquello, todos se lanzaron a la labor más hermosa y trascendente de la tarea empresarial: la copia. Por todos los lados surgieron los imitadores que querían preguntarle, o al menos, quizás tan solo rozarse con su saliva para adquirir tan preciado don, pero aquel hombre erre que erre, continuaba inmutable, silencioso y apartado de cualquier hipotética relación con amigos o extraños.

Como no podía hacerse otra cosa, aunque era evidente que aquel comportamiento parecía singularmente exitoso, rápidamente se puso de moda que los ejecutivos no hablarán más e iban a la oficina a horas distintas para no coincidir con nadie: las acciones de las empresas de comunicación cayeron en picado: total, ya no era necesario nada, ni teléfono, ni correo, ni mensajería de ningún tipo y lo único práctico eran aquellos papelitos donde todo el mundo escribía sus cosas al resto.

Como se pueden imaginar mis queridos lectores, aquello fue un completo desastre. Aquel trimestre nadie dio pie con bola. Los clientes descontentos, los proveedores impagados, inclusive algunos empleados se vieron en la calle. Pero en todo aquel jaleo había algo irracional e incomprensible porque nuestro directivo, pese a toda la adversidad, seguía cosechando éxitos y se mantenía indiferente a lo que sucedía fuera de su original estrategia de incomunicación.

La vida es tiempo de cambio y mucho más ante los fracasos y pronto todo el mundo se olvidó de él. Aquel método no funcionaba y era peligroso, se decían los unos a los otros, ¡es un impostor!, confesaban los que fueron sus más acendrados seguidores, en los foros económicos fue tachado de inmediato de apostata y dejó de recibir las innumerables invitaciones que por otro lado nunca había aceptado. Pasaron los meses y la rutina retornó. Las escuelas de gestión organizaban ahora cursos de liderazgo donde se preconizaba una relación directa, intensa, constante con los empleados.

¿Y qué pasó con nuestro particular directivo? El otro día tuve el orgullo de cruzármelo en la nueva sede mundial. Había sido apartado y ejercía un discreto cargo de segunda línea, insulso en la organización, donde allí cosechaba sus estupendos éxitos intrascendentes. Yo sabía que era feliz porque seguía sin pronunciar palabra y no cejaba en su personal método de gestión. Al pasar me sonrió, pues siempre lo hacía de esa manera. En realidad lo hacía así con todo el mundo.

Mire para atrás: esta vez, haciéndome un guiño, había dejado caer un papelito, una nota para mi. Mi nota.

Y se leía: “Cree con fuerza en tu ideal, allí está el éxito que los otros no sabrán encontrar. Sé tú mismo. ”

martes, octubre 03, 2006

Verdugo Freiheit


(tiempo estimado: 5' imágen: jjfef)

Se amputó el corazón de un tajo. Su americana teñida por tercera vez; se avergüenza (tiembla su voz). Al golpear con los nudillos, baja (fango) la cabeza.

- Siéntese.

Ha cruzado las piernas.

- ¿Rellenó el impreso?

Lee la etiqueta de su pulcra y nueva tarjeta que brilla.

- Antes... desearía que respondiese algunas preguntas.
- ¿Sí?
- Hemos (usa un tono frío, distante, mágico, absoluto y plural) finalmente decidido reconsiderar su posición...

Golpeando la pluma, arrebañando el papel. Le duele su brazo. El brazo quiebra y dirige sus pensamientos, le abandona al entrevistador que sigue.

- Lo más importante: Vd. Es inteligente y desempeñará de forma inteligente la nueva actividad. Esta mejora económica le permitirá otras ropas, tal vez mejor alimentación, caprichos cada mes. Seguramente que desea su nueva posición social en el Centro.

Las paredes tiemblan, se recogen abrazando sus cuerpos. Son cuerpos de animal. Ha sonreído (tal vez algún asomo de duda arrojaría al vacío su candidatura) al recomponer su gesto. La ventana se cierra con estrépito: alucinaciones. Semanas de.

Extiende sus piernas. La sangre circula libre.

- Bien. ¿Desea iniciar...?
- ... cuanto antes.

Hubo tenido pesadillas por semanas. Poseído por sus voces, lamentándose.

- Evidentemente, puede mantener el anonimato, ocultando su rostro. Nosotros le procuraremos una celda apartada.

Le ofreció otro de aquellos cigarros secos y de sabor ácido. Conocer los nombres, convivir por semanas, para verlos morir.

- Sincérese si así lo desea. ¿Se siente preparado?
- Sí.

No lo estaba. Nadie lo está. La muerte no espera.

- Debe conocer los procedimientos del castigo. Mantenerse al margen y tan sólo actuar en el momento preciso. Debe aprender a limitar el sufrimiento. Unos ojos sin vida, ojos desesperados, el fin terminal. Sobre todo, que no exista compasión, para ellos significa toda una victoria. La victoria del reo.
- Sí.
- Lea las Escrituras si esto le ayuda. No hable. El buen profesional que secciona hábilmente. Tómese el tiempo que necesite, Freiheit. El juez y la Junta examinan su expediente. Sabe, esta decisión le beneficia, amigo. Vd. Dispone de habilidades y disposición al trabajo.

Estas palabras rebotan. Su eco se deposita y distribuye.

- Hemos tenido otros muchos antes, fíjese, eran escrupulosos, un poco sucios a mi entender. Había terror en sus cabezas, en sus movimientos.

También el terror se impregna y duele, forma y constituye a Freiheit. Terror al oír la voz y la súplica. Esa lenta respiración o la fragilidad de sus vidas al ser recordada. Conocía el valor asignado al alma, el justo precio del comerciante, el camello traficando o de la prostituta que nunca pagó. Podía escuchar sus cuerpos al arrastrarse cada noche junto a su cama, recordándole lo sucedido, heridos mortalmente.

- Como Vd. ya conoce, aquí todo es relativamente diferente. El reo ajusticiado ejemplifica al resto. Entiéndame. Y siempre tendremos algún espectador importante, es el espectáculo.
- ¿Podré abandonar el módulo?
- Como ya le dije antes, dispondrá de una celda individual a su disposición. Serán ingresados puntualmente sus honorarios. Y fumará.
- ¿Y mi condena?
- Tarea bien difícil aplacar la ira del ciudadano. El asesinato es un delito complejo. Aunque siempre existe un correcto tribunal dispuesto a reconsiderar su caso.

Tal vez al equilibrar la balanza, el peso de los cuerpos ajusticiados supere el crimen del camello y su veneno, el voluptuoso cadáver de la ramera o la avaricia del tendero y su tienda de licores. Quizás sumando a todos aquellos miserables, equipare su culpa y la dignifique. El guiño del entrevistador abstrae su pena, su pasmo, el horror de sus pensamientos.

- Colaborando con el sistema Freiheit, uno se integra otra vez en él. Aporta sus esfuerzos a la causa de la justicia, evitando nuevos crímenes.

Había matado antes y volvería otra vez, con el frío goteo negro y sin fin. Mataría por orden del carcelero, por orden del Comisario. La procesión de deudores no cabrían dentro de su celda o en su cerebro. El reo debe recibir consciente su castigo, por ello es siempre misión del verdugo mantenerlo lejos del desmayo. Ha mirado con ojos ciegos de la muerte, los ojos desesperados de sus víctimas.

- Freiheit... ¿qué piensa ahora?

El verdugo Freiheit, utiliza la cuchilla hábilmente. El joven barbero de otros tiempos, eliminaba a sus víctimas sin dolor. El camello murió al desangrase, borracho por la sobredosis. La prostituta terminó el baño caliente, amordazada. El comerciante, un certero tajo al cuello. Rápido y preciso.

- Firme la ficha, si así lo tiene decidido.

Al firmar, ha retenido la pluma. Freiheit contempla asustado su letra con su nombre, su conformidad, la monstruosidad del acto. El sudor ha revuelto la frente y sus cabellos. El entrevistador retira la ficha rápidamente de su vista, como evitando la catástrofe que se avecina.

- ... Freiheit ...

El entrevistador fija su mirada al verdugo. El verdugo yergue la pluma pasmado y borracho por el dolor. Dirige su rabia a las pupilas cínicas del funcionario, culpables de. Una oleada ha nublado el entendimiento, el irracional juicio que dictamina. Ejecutor mismo, clava junto al corazón la pluma. Por segunda y tercera vez, una nueva herida mortal.

El cuerpo se desploma al suelo.

A los gritos de Freiheit, acude la guardia. El verdugo apoya su cabeza en la mesa ensangrentada. El funcionario ha muerto.
Por los pasillos corren voces y noticias del verdugo Freiheit en su primer día de trabajo.

martes, septiembre 26, 2006

LA TERAPIA


Lectores todos.

Les invito acomoden su vista y disfruten del breve fragmento de mi novela "LA TERAPIA". Si alguna vez tienen oportunidad, les recomiendo se dejen escapar el Viernes Santo por Santo Domingo de Silos.

Tal vez si leen el texto podrán comprender porqué.

(tiempo estimado de lectura: 5 minutos)

Fue levantado mucho antes de que despuntasen las primeras luces del alba. Sin apenas tiempo para desperezarse, le pusieron bajo las
órdenes del mayordomo, que organizaba a los monjes en los incontables trabajos de preparación de las imágenes, bruñido de candelabros, limpieza del coro y puesta a punto de los detalles de última hora. Dada su escasa habilidad para trasladar los pesados volúmenes de canto desde el scriptorium, le fue encomendado el repaso meticuloso de los diversos ornamentos de gala.
La actividad del cenobio se contagiaba también, intensamente, fuera de los muros; las mujeres se acercaban al abrevadero y fuentes de la entrada, para completar lo antes posible las faenas de recogida de agua fresca o la colada atrasada. El molino dispensó grano nuevo durante toda la noche, pues la hornada de pan blanco debiera estar concluida antes del primer oficio, y el mercado fue poblándose de puestos, no vencida la madrugada, ocupando también las callejas adyacentes a la plaza principal. Extranjeros, venidos de no se sabía dónde, portaban estandartes o desempaquetaban mercancías. Hoy los campos no se trabajaban, las yuntas reposan en los establos, dormitando. En el valle de Tabladillo, aquella madrugada, el verso «Vidit suum dulcem natum moriendo desolatum dum emisit spiritum» («Vio a su dulce hijo morir desamparado cuando entregó su espíritu», Stabat Mater) fue seleccionado como lectura por el prior Tomás. Avanzó despacio, casi inmóvil, a los ojos del pueblo congregado a los Laudes, alzó una Biblia entre las manos por un instante, un tomo de abultadas dimensiones y lomo interminable, que difícilmente se podía sostener en el aire durante largo rato y dejó resbalar la frase, áspera y doliente, para dejarla desfilar por boca de todos, deforme si no entrecortada, al ser repetida por los espectadores legos, y canónica, contenida en su expresividad y muda, en las mentes de los
monjes. Al terminar, depositó el libro en su atril, y cuando el menor eco del templo se hubo desvanecido, giró la cabeza y, dirigiéndose a los allí congregados, repitió el fragmento final del verso, enfatizándolo hasta deformar casi los fonemas: «desolatum dum emisit spiritum». No pronunció ninguna otra palabra. La schola cantora de monjes repitió el texto, declamándolo con su canto.
Era habitual que los vecinos del monasterio participasen tan sólo en las Vigilias o en Completas, puesto que sus trabajos y obligaciones diarias precisaban apurar al máximo las horas de luz. De esta forma, llegada la señalada festividad del Viernes Santo, cabía la posibilidad de volcar su fervor pascual sobre todas las actividades de culto del monasterio, y los monjes, sabedores de esta situación, las organizaban con sumo interés y dedicación. Por otro lado, de forma excepcional, quedaba autorizado para esta festividad, como día de mercadeo matinal y feria, tal que la plaza y sus aledaños eran un completo hervidero de paisanos, salvo en aquellos momentos de natural interrupción, asociados a los oficios de Eucaristía, Tercia y Sexta, cuando el río humano se agolpaba, esperando participar de la oración cantada de los religiosos.
A diferencia del mercado en cualquier otra jornada habitual, no se comerciaba con ganados, lanas o productos de huerta. Género exótico o extravagante, pimienta, clavo o cualquier otra especia llegada a través de los puertos catalanes, se pesaba y canjeaba. Telas de buen paño traídas de Soria, Segovia y Cuenca competían en desigualdad con las excelentes manufacturas procedentes de Flandes. Ungüentos, emplastos, elixires, remedios misteriosos... en fin, una inexcusable relación de formulas sanadoras y bebedizos tóxicos, conviviendo junto a los tradicionales tenderetes repletos de toneles de vino tinto joven y jugos destilados. Apartados a primera vista de la masa, famélicos mendigos ofrecían servicios adivinatorios. Algún ciego leía la mano, mientras sus cuencas vidriadas por el glaucoma dibujaban círculos arrebatados a las alturas.
La feria remozaba a los asustados campesinos, que día tras día sobrevivían a sus calamidades y miserias, la feria enajenaba sus frustraciones, les trasladaba a un mundo diferente y efímero de
posibilidades, donde por todo mal y carestía cabría encontrar una dulce cura. El hambre era combatida con el arma de la fe, el pan ofrecido generosamente por el Hospital mendicante del cenobio, los ahorros, duramente acumulados por los campesinos, eran aventados con alegría en pos de la posesión de aquel precioso tesoro deseado. Muchos aparecían con una triste vaca, vieja y enflaquecida y pugnaban en interminables regateos por cerrar un trueque, contra un espabilado comerciante, que enarcaba su ceja e imaginaba el peso en canal del animal.

sábado, septiembre 23, 2006

La Aurora


A veces la lechuza levanta el vuelo un poquito, otea el horizonte, y examina un amanecer blanco y absurdo del que se imagina una ristra de morcillas de Burgos: son los poemas malogrados de los millones y millones de falsos poetas que cuajamos la red. En el paraíso de los poetas, Lorca toca el piano con admiración: luce una sonrisa canina y cuenta que una vez marchó de viaje a NY. Y susurra: no se preocupen Vds., señores poetas míos, porque habrá buena caza mañana, o quizás la musa se ponga de tiros largos para enseñarles sus pechos de luna.

Hasta aquel momento, me dispongo a hacer equilibrios con el mejor libro de poemas de mi estantería: “POETA EN NUEVA YORK”. Bienvenidos a mi rincón transquilonado, mi terapia más sencilla e impúdica de transpiración corporal. Alzo la cancela, pongo el tenderete. No vendo lechugas, tampoco sexo transeúnte. Afilen su cerebro, guarden sus carteras, que aquí lo único que cuesta es el tiempo. Y me callo que Lorca no sabe esperar.

¿Quién de Vds. No cambiaría un Audi 4 de paquete por un segundo de inspiración, por tres versos, o una imagen torva, casi desdibujada o ni tan siquiera eso de este poema?



La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible:
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados:
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

viernes, julio 28, 2006

La lechuza vuela de vacaciones


La lechuza vuela de vacaciones. Agosto es un mes de asueto, de relajo. Un mes donde cierran hasta las ventanillas de los blogs.

A modo de asueto (que no adiós), les dejo con dos noticias: Mi último poema, publicado en la genial Ariadna, en su último número de verano. Y para los amantes de la prosa, otro pequeño avance de mi próxima novela, Spanish Texas.

¡Qué lo disfruten y a remojarse bien!



(tiempo estiamdo de lectura, 5')


Julián mira su reloj, son las 22.30 horas. La esfera reluce y las manecillas disparatadas no paran de dar vueltas, torpes y locas. Y siente un gran calor aprisionándole las sienes. Parecieran las arenas del desierto. También siente cierta humedad que le huye por los muslos, siempre más arriba. Siempre. Y un cansancio sepulcral que le estuviera arrebatando las piernas. La habitación es negra, un pozo, la nocturnidad misma. Maldice a Haruna, a la negra bruja, por aquel horripilante mejunje que lo ha intoxicado, que le derrumba: es el puto «Yambó», dice para sí.

Se hecha una mano a la cintura: está completamente desnudo. Y siente que de la oscuridad, una cabeza se bambolea entre sus piernas, como si una boca le aprisionara el miembro viril, le sobetease la piel del escroto, una lengua le restregase los huevecillos y unos dedos le manipularán los testículos peludos. Aquellos malabares le arrancan un gemido entrecortado por la tos. Siente como si allí mismo, un poco más abajo, una mujer le estuviera haciendo una mamada, una paja o como quiera que se llame aquel sorbeteo tontiloco. Sí, siente los labios de aquella mujer asimilando sus líquidos y de cuando en cuando una respiración honda, el valido o respingo del cordero enfermo. Piensa con sorna que la pobre Haruna seguramente no debiera tomarse tantas libertades con los nuevos clientes, aún después de haberlos dejados semiinconscientes con su brebaje nigromántico del «Yambó»... aunque quién sabe, tal acto quizás se lo cobrara después como servicios extras. Julián sonríe, en la oscuridad palpa hasta encontrar la cabeza de la mujer que sujeta para acompasar su movimiento a voluntad. Que gozada de hembra. Imagina un foco que alumbrase a la negra en su escenario, en su atril del vicio, a la actriz o meretriz amortizada por las grasas, sus enormes ojos encendidos como dos yescas, su enorme pandero oscilando tembloroso, acompañando la danza hirsuta, sus dedazos morcilleros, sus uñas largas y postizas adornadas de pura fantasía, todo podía ser si se taladrase aquella oscuridad pétrea y horrorosa. Pero luego se da cuenta de que algo falla. Tardó tiempo pero al fin pudo comprender que aquella mujer no era precisamente Haruna. No podía ser ella. Porque tenía el pelo liso, el cabello que se le descolgaba hasta la cintura, suave o más precisamente delicado, y algunos mechones que se alcanzan más abajo del cuello, y no el pelo rabioso y trenzado de una negra; no sería tampoco aquél el cabezón oval de la bruja, ni sus enormes hombros, hombros de porteadores de navío, sino un cráneo tocado por formas delicadas, levemente apepinadas, donde el mentón le sobresalía y no era la cara de pelota de la medium. Y finalmente, la manera de chupársela, eso también lo conocía, y como. Aquello contenía una rabia, una furia que no sabía explicar, que no respondía al juego hostil y resabiado de las putas, porque, y le vino a la cabeza como una exhalación, aquella mamada no podía ser sino clasificada como parte de un puro acto de amor.

Tira del pelo para alzar y atraer la cabeza de la mujer. La mirada se cruza con la suya, polarizada por una distancia absurda, como si fuera una película en blanco y negro, proyectada a miles de kilómetros de distancia, una realidad en la cual Julián se hubiera colado de torpe «partenaire». No era Haruna, y sí una jovencita blanca, pálida como la luna, que le miraba desde un punto muy próximo a sus ingles. Entonces ambos gritan, la mujer lo hace aún más, y no se reconocen, quizás porque es imposible que se conozcan, quizás porque ella nunca le ha visto antes ni le verá nunca después, quizás porque Julián conoció aquel rostro de unas pocas fotos y a aquella mujer se la suponía muerta en aquel preciso instante, y es el propio rostro, el cuerpo mismo, la cadavérica bilocación de Laura, que debiera estar descomponiéndose pasto de los gusanos, quien se le aparece ahora y allí mismo para joder con él, o tal vez, amar a Julián con aquella fuerza salvaje de los arrancados de la ultratumba.

Julián cierra los ojos con fuerza. Se lleva las manos a la cabeza, y se tapa las orejas, como evitando escuchar sus pensamientos, se levanta, huye en pos de una esquina enloquecido, dónde quiera que pueda esconderse del especto, y se golpea accidentalmente el cráneo con una lámpara, cae rodando. Unos pasos se acercan, él se acurruca asustando, se hace un nudo. Con fuerza descomunal le desenlazan las manos, encienden un mechero enfrente de sus ojos.
-¡Qué joder te está pasando ahora!
Ahora es Haruna, que regresa desnuda, monstruosa, sus pechos descolgados, su celulitis y su piel negra, que le mira y le pregunta con indignación mientras blande un inmenso consolador fosforescente.

viernes, julio 07, 2006

Jose Hierro

Saben, tampoco conocí a José Hierro. Una pena. Sí a sus familiares, con los que tuve el placer de disfrutar de una velada hace ya tiempo. Así descubrí la figura humana del poeta antes casi que sus versos. Durante una temporada el runrún y la figura de José Hierro planeó sobre nuestra tertulia de Alcalá de Henares. Luego, fue que me compré su último poemario, “Cuaderno de Nueva York”, Ediciones Hiparión, ISBN 84-7517-589-9, para deshacer el sortilegio de una vez.

Al leer este poema se me reproduce la congoja del corazón, como la pesadez del sabio que antes de morir, revelara un secreto, su secreto de vida.


VIDA

A Paula Romero

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito “¡Todo!”, y el eco dice “¡Nada!”.
Grito “¡Nada!”, y el eco dice “¡Todo!”.
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

lunes, julio 03, 2006

Ángela Vicario


Bajo el epígrafe de "Las ideas son el azote y la esperanza de los pueblos", se desarrolla mi Ángela Vicario: es un texto con solera que fue publicado en su primera versión, hace ya una década, en la editorial universitaria "Cuadernos de tertulia", y ahora, corregido y estilizado (tras leerlo en Valladolid en un cuentacuentos y en alguna presentación literaria) se recoge en el 5º aniversario de la revista Margen Cero.

Quisiera recomendar su lectura (10'). El paso del tiempo le sienta bien, se lo dice su padre, que hace de Ángela Vicario el bastión personal de los sueños por los que merece la pena luchar. El idealismo de juventud del que nunca es bueno desprenderse.

Que disfruten de su lectura: Ángela Vicario. El rapto.

NOTA: La fotografía es de Pedro M. Martínez.

martes, junio 27, 2006

A través del espejo

“El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve” (Antonio Machado)


¡Hagan juego señores!

La ruleta de la fortuna, gira que te gira, avanza para alcanzar ya su tercera vuelta, y les regala nuestro tercer número: porque esta vez nos hemos transformado en espejos, sí, créanselo. Todos Vds. habrán leído a Lewis Caroll, tal vez recuerden a Heráclito, pero tengan cuidado, que nuestro nuevo número de Caleidoscopio de Ideas no solo va por esos andurriales. Es ocioso mirar a través del vidrio, que las historias son permeables, y sin querer se nos sueltan, parecen perrillos sin cadenas: es la invitación a la disipación nocturna, a la reunión disoluta de una groupe de escritores sin futuro, de poemas de barra de bar, de mil y una vidas imaginadas, de oraciones y despertares, son 2950 gramos de una vida recibida frente a otros, los sueños de despedida, son mantras para hurgarnos las entretelas y son también imaginaciones sometidas.

Hablamos de todas estas cosas, pero todavía hay más. Hemos inaugurado una sección que bautizamos "Los malditos": los textos de nuestros malditos favoritos (la biografía de F. Scott Fitzgerald está marcada por el alcohol y Allen Ginsberg no es precisamente un ejemplo de tierno poeta colegial) que nos gustaría compartir con Vds. Ah, esperamos sus recomendaciones.

Y nada más. No les entretenemos. Descárguense el fichero y reserven la próxima hora en su agenda. No atiendan el teléfono. No salgan de casa. Y sepan que nuevos y mayores cambios se avecinan para nuestra revista, y que estos cambios siempre serán buenos si les tenemos con nosotros, por allá fuera, leyéndonos.

[Picasso Muchacha ante el espejo Óleo sobre lienzo 162, 3 x 130, 2 cm Museum of Modern Art, NYC]

domingo, junio 25, 2006

La vida breve.


(foto original de Daniel Rodríguez)

Cuando sentimos las horas como hastiales
arcadas y gárgolas o girolas
de una
catedral imaginaria.

Cuando se nos pudren los relojes
y las pulseras que fueron nuevas o hermosas
son
una cinta
un halo
una excusa.

Cuando te piden la hora
y no sabes que esfera
sabrá contenerla.

Cuando eyaculas tiempo
y tus huesos son todo mansedumbre
sin aquel sustento,
carentes del elixir que los ennoblezca.

Porque suena a viejo
y es viejo
pero tiene vida.

La vida es breve,
como el mes de abril laminado
o un verano en play-back
o tal vez un océano desecado por la era geológica.

La vida es breve,
y es inútil disecar sus pausas
y preguntarse donde fuimos
y porque cedimos nuestro paso
aquel preciso día,
si tuvimos fuerza de mula
para arar los campos.

La vida es breve,
como contingente es lo hermoso
como las anochecidas de Urueña
como los picachos que no alcanzaremos nunca en los Ancares.

La vida es breve,
y no hay baúl que atesore la pérdida
no existe otra estrella fugaz
capaz de equilibrar la balanza.

No queda moneda que pague repetir la misma canción del jukebox
no existe andamio, ni librería que guarde tus libros
ni las páginas
serán recontadas o releídas

porque el vial es de un solo sentido
y somos nosotros los transeúntes
y el autostop conduce a la misma
frenética
abierta
desconchada
noche,

y la muerte se agita
nos alinea
unos antes que otros,
pero en orden ocioso,

si mirar la hora
si pensar que será tarde:
arriba se cuece de veras
la sentina del tiempo
y el verbo preciso que ya no recuerdo,

cuando sentimos las horas como hastiales
arcadas y gárgolas o girolas
de una
catedral imaginaria.

viernes, junio 09, 2006

Mi brindis

Así pasen los años,
apasionados
torvos
lustrosos años

y vea tu cuerpo mecerse
y cimbrearse
como ahora veo los rostros
y troncos de los rosales
de tu patio

y sepa que
todo tuvo su exacto cometido,
que mereció la precisa pena:
ser hoz o ser rastrillo,

que convidamos la noche
juntos,
y la compartimos
como pan amasado
a medias.

Así pases uno, diez
cincuenta siglos
aunque se derritan las puntas del iceberg
aunque emigren los caracolillos del amazonas

pese a que tengamos caminos
prestos, prestados y presos
pero también haya los otros,

los poderosos

que se desandan con
las jornadas,
que son jóvenes y pioneros
como la golondrina que
perdió su nido
y lo comenzó siempre de nuevo

a estos caminos desconocidos
en los que merece la pena
gritar (para que no desfallezcas),
me refiero

en los que apostaría
mis ropas, y todavía
desnudo, pondría mi
cerebro, mis tripas, mi corazón,
te convido a pasear por ellos

Así pasen los años
que las canas sepan a eso,
a canas,
y vea tu rostro
y sienta tus abrazos
y participe de lo tuyo

porque yo no sabría hacerlo
de otro modo y
porque ya nada guardaría
su preciso, su necesario sentido.

martes, junio 06, 2006

Madrid, 666

Quedé con Lidia cerca de Cuatro Caminos para hablar del proyecto “Caleidoscopio de ideas”. Fuimos a un italiano y entre plato y plato hilvanamos una estrategia ganadora: conquistaríamos la luna con nuestros textos. Construiríamos puentes para que la gente los atraviese descalzos, y los versos fluyan hermosos por sus bovedillas. Seríamos una legión de poetas ensoñadores.

Pero Vds. saben que les miento. Es inútil, porque hoy es 060606, el número de la bestia. El Apocalipsis de San Juan dice muchas cosas, todos quieren leer en sus líneas profecías terribles; que si el dragón de las mil y una cabezas, que si el anticristo apóstata, etc. Y yo cuando leo la cifra, les diría que me recuerda al prefijo fragmentado de un número de móvil, si no lo fuera de verdad.

De camino casa, tras salir de la oficina, lo reflexioné una y otra vez. No me dejaba de perseguir. Y fíjense, lo he marcado, aunque claro está, me quedaron por adivinar el resto de dígitos. Luego pensé si no se tratara de un teléfono abreviado de SMS, de esos de concurso televisivo. Lo probé, tecleando con ganas:

666 La bestia

Si tengo suerte, algo habré ganado: un viaje en cesión a la luna no creo, quizás un pequeño lote de libros de Goethe o tal vez un cedé de Gound con la opera de Fausto. Pues bien, ahora en todos los sitios se habla del numerito. Pobre San Juan, hoy tenemos cientos de escritores y guionistas de los diarios rebuscando entre sus alucinaciones con ahínco.

Sin embargo, si tienen tiempo, les recomiendo cerrar su reloj y enfrentarse al viejo texto, pero esta vez sin fabulaciones, Vds. solitos. Sin falsete. Deben sentir el horror del sinsentido humano, y lo frágil y ridículo de nuestros estigmas. Todos ellos caducos, tienen su fecha: el 666. Pero no nos pongamos filósofos trasnochados (¿Eso decía Machado?), porque no vale ni merece la pena. Y bien pensado, no me pagan por ello.

Para terminar, les confieso otra mentirijilla: Lidia y yo nunca fuimos a la luna. Nos quedamos bien cerquita, y no pasamos del Retiro (será por lo de la Feria del Libro), y quizás nunca llegamos más lejos de algún cruce entre las calles Goya o Velásquez. Porque nuestra estrategia es táctica, pequeña aunque realizable; cada piedrita, un texto de Caleidoscopio. Cada revista, nuevos amigos que nos lean y que se animan a escribir con nosotros el camino.

martes, mayo 30, 2006

La condición humana en Google Trends


Les quiero presentar mi nuevo juguete: www.google.com/trends

Su funcionamiento es muy interesante pues lleva la cuenta agrupada de las palabras que utilizamos todos en nuestras consultas al “sacro santorum”, es decir, a Google. ¿Increíble, verdad? Luego, mediante este servicio, podemos comprobar el éxito que tienen, lo de moda que están en la red (imagino que de allí proviene el nombre); es decir, cuanto son utilizadas por los internautas del mundo mundial y cuanto, por ende, nos importan los temas que hacen referencia. Así www.google.com/trends nos permite tomar el pulso al espíritu humano, y en cierta medida es un espejo de nuestros propios pensamientos: ¿pero qué tiene que ver todo esto con literatura y con mi página?

La gracia del asunto aparece cuando lo que hacemos es una comparativa entre una palabra y otra. Veamos. Pongamos, por ejemplo, si escribimos “amor, odio”, es decir, amor frente a odio: observamos claramente un resultado aparentemente interesante, pues la herramienta nos muestra aproximadamente una relación 5 a 1 a favor del vocablo amor (5 búsquedas de amor frente a 1 de odio). Ahora probemos con otros términos contrapuestos: verdad vs mentira, para descubrir una relación aproximada de 4 vs 1. Seguimos arañando nuestra investigación: ¿Y si elegimos muerte vs vida? Pues la brecha es mucho mayor: 1 vs 7. Uhm quién diría... nuestra red parece acusadamente vitalista, positiva. Bueno, una ricura, diría yo. Pero no se rían, no sean malos.

Ahora les invito a que elijan nuevos ejemplos contrapuestos:

Inténtelo Vds. mismo con estas dos palabras: guerra frente a paz. Verán desalentadoramente un ratio de 2 búsquedas de guerra contra una de paz. Parecemos mucho más interesados en matarnos que en pedirnos disculpas. ¿Y si elegimos felicidad vs dolor? ¡Encontramos una relación 1 frente a 10! ¿Y si ahora escogemos riqueza frente a pobreza? Imagínense cual es el vocablo más utilizado... pues gana de lleno la pobreza.

Hagan juego señores. Inventen sus palabras, construyan sus comparaciones. Muchas de ellas son evidentes (tv frente a libro), otras hermosas (padre frente a madre), otras intuyen reflejos sobre nuestra condición humana (inicio frente fin). El comentario de esta semana es abierto, ya me dirán por donde quedan sus pesquisas y que rincón del alma humana y su condición han husmeado.

Y que la suerte les acompañe.

martes, mayo 23, 2006

Gracias

El recuerdo de la voz de Violeta Parra en el magnetofón de bobinas de mi padre me perseguirá por siempre. Quiero confesarles que su canción quedó señalada muy dentro mi. Y años después, conocí sus versos, y vislumbré su belleza, su intensidad, poemas descubiertos por casualidad en algún libro de Bachillerato.

Hablo de Violeta porque ella daba así las gracias, de esta manera tan especial, y así ahora quisiera dárselas a todos Vds., a todos aquellos que me leen por ahí fuera: gracias por los comentarios recibidos a la anterior entrada en esta bitácora.

Y digo gracias, porque no hay mayor felicidad que compartir aquello que más remueve y cimenta el alma a un tiempo: ¿No les parece una contradicción entretenida?


Por eso les agradezco regalarme sus intensos espacios de tiempo, y leerme, y por supuesto, darme la vida.


_____

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros, que cuando los abro,
Perfecto distingo lo negro del blanco,
Y en el alto cielo su fondo estrellado,
Y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
Graba noche y día grillos y canarios
Martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
Y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto,
Me ha dado el sonido y el abecedario.
Con él las palabras que pienso y declaro,
"Madre,", "amigo," "hermano," y los alumbrando
La ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados.
Con ellos anduve ciudades y charcos,
Playas y desiertos, montañas y llanos,
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio el corazón, que agita su marco.
Cuando miro el fruto del cerebro humano,
Cuando miro al bueno tan lejos del malo.
Cuando miro el fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa, y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
Los dos materiales que forman mi canto,
Y el canto de ustedes que es el mismo canto.

Y el canto de todos que es mi propio canto.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.

martes, mayo 16, 2006

Carpe Diem


Denme un respiro: a veces enciendo el ordenador y me nacen estas palabritas tontas.
Ya sé que son inútiles fanfarronadas. El poeta nace y muere castigando
las palabras. A veces me levanto e imagino que por leves instantes -no se lo
crean- fuera un escritor famoso, de novela, por supuesto. Que los desconocidos hicieran hasta cola en el Corte Inglés para leerme. Luego me doy cuenta que todo se corresponde a una turbia pesadilla de la que hay que despertar.

Pero, mientras, me enfado y presento una inútil dimisión no aceptada.
Y sobre todo, Carpe Diem, compañeros.

............

Les anuncio oficialmente que
hoy mismo me mudo,
dimito del oficio este de poeta magro
y me marcho,
emigro

digo bye bye:

Con la mochila de Bob Marley
o los petas de Rimbaud,

Del sueter obrero de Dylan
con los calzones plagiados del señor Machado,

A las galeras de Cervantes marcho,
me llevo mi rinoplastia de pirata
tal vez un abrigo prestado por Chopin

Barato malverso poemas,
los michelines
de mis sueños taimados

ojalá llueva donde yo me vaya
y que tengamos 2 copas de vino,
o la tumba parda para distraernos

Atrás dejo los amigos, parricidios
y tecnocracias

Palabras asesinas
Asesinos personalizados

Y hoy les dejo, salgo de casa, Dios mediante,

aquí les firmo:

Carpe diem.

jueves, mayo 04, 2006

LOS GENOCIDAS COTIDIANOS


Gonzalo, en su último post, habla del Genocidio Cotidiano (notar las mayúsculas) y del silencio de la sociedad actual. La verdad, dicha sea, tenemos poco tiempo ahora: nuestro afán consumista es entretenido, apenas nos permite concentrarnos en tales detalles (la muerte por hambre), que suelen colarse tan solo de rondón en los blogs de los escritores desconocidos como somos nosotros.

Diría que cada tragedia tiene su voces, y aquí,
en la Europa acomodada, como también dice Gonzalo,
se gastan 30 millones de euros en coliseos para
entrener nuestras conciencias. Y luego me dicen que la palabra no cuesta, y que es muy fácil ponerse a escribir y chacarrear como una vieja. Pero, ¿y si se hiciera el silencio? El más profundo y radical silencio por castigo: Vds. veran, pero yo no aguantaría, estaré hecho de otra fibra.

Ahí les dejo dos perlas: la primera, un atardecer en Urueña. Allí estuve con Gonzalo y él conoce la belleza que se encierra en esa comarca. Únicamente soportaré un silencio, y será el de la inmensa llanura que se otea desde sus murallas (imaginen mi lechuza reposada sobre uno de los cubos de la muralla). Y un poema, de Blas de Otero, que conmocionó mi infancia y que veinte años después, aún me hace temblar. También habla del genocidio cotidiano.

Mis ojos hablarían si mis labios
enmudecieran. Ciego quedaría,
y mi mano derecha seguiría
hablando, hablando, hablando.

Debo decir "He visto". Y me lo callo
apretando los ojos. Juraría
que no, que no le he visto. Y mentiría
hablando, hablando, hablando.

Pero debo callar y callar tanto,
hay tanto que decir, que cerraría
los ojos y estaría todo el día
hablando, hablando, hablando.

Dios me libre de ver lo que está claro.
Ah, qué tristeza. Me cercenaría
las manos. Y mi sangre seguiría
hablando, hablando, hablando.

lunes, abril 24, 2006

El despertar de la anestesia

Todos nos morimos
y todos nacemos

a veces en silencio,
apenas duramos un castañeteo de dientes

otras veces parece que fueron casi 100 años tensos

pero de veras les digo,

que cambiaría mi olvido
por un minuto más de sus besos

como las eternidades callejeras
del amor,
lo cambiaría todo por columpiarme en sus ojos,

tal como lo hice este fin de semana
antes de dormirme
y despertar, después,
y luego,
ya resurrecto.

martes, abril 18, 2006

La literatura "desesperada"


Otro día les hablaré de Roberto Bolaño y de como supe de él: Hablaré también de Jonny, del "Largo Adiós" y del "Penicilino". Hoy quiero ser breve y por eso les dejo con este fragmento de "Los detectives salvajes".

Y reflexionen sobre la literatura salvaje. Hoy me hierve el entrecejo.

(tiempo estimado: 7 minutos)

Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano. Grave error, como se verá a continuación. Tomemos, por ejemplo, un lector medio, un tipo tranquilo, culto, de vida más o menos sana, maduro. Un hombre que compra libros y revistas de literatura. Bien, ahí está. Ese hombre puede leer aquello que se escribe para cuando estás sereno, para cuando estás calmado, pero también puede leer cualquier clase otra clase de literatura, con ojo crítico, sin complicidades absurdas o lamentables, con desapasionamiento. Eso es lo que yo creo. No quiero ofender a nadie. Ahora tomemos al lector desesperado, aquel a quien presumiblemente va dirigida la literatura de los desesperados. ¿Qué es lo que ven? Primero: se trata de un lector adolescente o de un adulto inmaduro, acobardado, con los nervios a flor de piel. Es el típico pendejo (perdonen la expresión) que se suicida después de leer el Werther. Segundo: es un lector limitado. ¿Por qué limitado? Elemental, porque no puede leer más que literatura desesperada o para desesperados, tanto monta, monta tanto, un tipo o un engendro incapaz de leerse de un tirón En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o La montaña mágica (en mi modesta opinión un paradigma de la literatura tranquila, serena, completa), o si a eso vamos, Los miserables o Guerra y paz. Creo que he hablado claro, ¿no? Bien, he hablado claro. Así les hable a ellos, les dije, les advertí, los puse en guardia contra los peligros a que se enfrentaban. Igual que hablarle a una piedra. Otrosí: los lectores desesperados son como las minas de oro de California. ¡Más temprano que tarde se acaban! ¿Por qué?¡Resulta evidente! No se puede vivir desesperado toda una vida, el cuerpo termina doblegándose, el dolor termina haciéndose insoportable, la lucidez se escapa en grandes chorros fríos. El lector desesperado (más aún el lector de poesía desesperado, ése es insoportable, créanme) acaba por desentenderse de los libros, acaba ineluctablemente convirtiéndose en desesperado a secas. ¡O se cura! Y entonces, como parte de su proceso de regeneración, vuelve lentamente, como entre algodones, como bajo una lluvia de píldoras tranquilizantes fundidas, vuelve, digo, a una literatura escrita para lectores serenos, reposados, con la mente bien centrada. A eso se le llama (y si nadie le llama así, yo le llamo así) el paso de la adolescencia a la edad adulta. Y con esto no quiero decir que cuando uno se ha convertido en un lector tranquilo ya no lea libros escritos para desesperados. ¡Claro que los lee! Sobre todo si son buenos o pasables o un amigo se lo ha recomendado. Pero en el fondo ¡lo aburren! En el fondo esa literatura amargada, llena de armas blancas y de Mesías ahorcados, no consigue penetrarlo hasta el corazón como sí consigue una página serena, una página meditada, una página ¡técnicamente perfecta! Y yo se los dije. Se los advertí. Les señalé la página técnicamente perfecta. Les avisé de los peligros. ¡No agotar un filón!¡Humildad!¡Buscar, perderse en tierras desconocidas!¡Pero con cordada, con migas de pan o guijarros blancos! Sin embargo yo estaba loco, estaba loco por culpa de mis hijas, por culpa de ellos, por culpa de Laura Damián, y no me hicieron caso.

miércoles, abril 12, 2006


La vida tienes sus lecciones sencillas,
cosas tales como:

¿Dónde se tiran los polvos que se atragantan por la casa,
o
las borracheras
de amistad arrepentida?

¿Qué será de la alergia de existir,
de una primavera estúpida de hace casi diez años
o de la rubia
que pasó a gatas
sin recordarte?

Hay besos con sabor a porro y éstos están prohibidos
pero ¡ay! si no hay cojones a saborearlos,
hasta dónde llegaría nuestra cuenta de banco.

Me dicen que escribo en rincones
y lo hago a ratos y a escondidas
son como una excepción del tiempo
como un polvo rabioso y desentrenado.

Creo en Bakunin
pero también en la mafia siciliana,
todos juntos o revueltos
parecen un grito atroz
un baile lascivo adolescente.

Temo que la vida me coja de costao
y la cornada me taladre
lo juro,
me taladre y no me recupere más tarde,

y mi semen sepa todo ácido,
olor a vísceras contrahechas de matadero senil
y mi lechuza asilvestrada
vuele bajo
o ya no vuele

y no tenga por hogar el páramo

sino la jaula de telaraña cromada,
una jaula de puta madre toda dispuesta
y hasta inclusive
en una esquina haga su pis y todo,

y no quiera salir más, allí mismo hable con desconocidos
esos viejos verdes dispuestos a envergarme,
ociosos cornudos y graciosos
que vengan a velar la pena del
pájaro memo.

miércoles, abril 05, 2006

Héroe Local

(fragmento de mi novela "Héroe Local". Tiempo de lectura: 3 minutos)

Sabía mantener la vista fija como nadie. Elegía un objeto, lo poseía en su interior, lo tomaba, lo repetía mil veces. Lo estático. Su dominio. En el sexo, lo pasivo. Círculos. Pi. Sin fin. FIN.

Odiaba los finales.

- Odio los finales. No les soporto. Es Perecer. Imagínate, aquella aguja donde se posan las cigüeñas. Me planto y las domino. Ellas no me ven y pronto sabría más de ellas, cada movimiento instintivo, el rizado del plumaje, sería una más, así hasta confundirme, sin pulso, me nacerían las alas, volaría ...

Lo dinámico parecía confuso. No era estable. Ser consciente de la perpetuidad de una posición, sus detalles.

- Te arrojas al cielo. Azul sin nubes. Limpio. Constante. Eyaculas. Terminas. Comienzas. Centras toda tu pasión en un momento fijo, tan inamovible. La recoges entre tus brazos y la besas. El beso es corto, pero si lo mantienes en la cabeza, lo congelas. Sabes, el beso resulta ser la aguja con las cigüeñas, vives y sólo vives para este beso, ni eso, es la imagen fija del beso que te repites. La vida es así. Sé parar el tiempo. Te miro, brillan los ojos y amo tu brillo, amo el momento.

Era el dominio del círculo. Señalaba las cigüeñas. Guiñaba los ojos al sol mientras lo repetía. Me había contado que mantuvo fija la mirada frente al espejo más de seis horas. Después se quedó dormido. Había memorizado su rostro y no podía olvidarlo. Memorizó el gesto, el reflejo, la luz, la piel, las cejas, mantuvo la impresión en la vigilia, la petrificó. Grabó el espejo. Durmió y el espejo siguió dentro.

Nunca creí su historia. Evidentemente exageraba. Sabía fijar la mirada, absorber al contrincante, desnudarlo, examinarlo. Media, tres cuartos, dos horas. No contra sí. Ni soñar con uno mismo.

Arrebato. Vampirismo. Pronunciaba detenidamente las palabras.

- Una vez - se reía - cuando conocí una tía, le propuse joder en silencio. La desnudé. La poseí. Se extrañó. ¿ Qué haces ?, en un descuido la até a la cama. La penetré. Al principio ella se resistió, pero cuando comprendió se mantuvo quieta. Y lo hicimos. Ves la cigüeña. No son horas. Es un siempre. Siempre estuvimos ella y yo, encima y debajo, en silencio, mirándonos la boca, gozando. Lo entiendes. Somos así.

Y se reía aún más.

miércoles, marzo 29, 2006

¿Por dónde andará mi amigo Rafa? Todavía conservo sus versos, de una humanidad longeva y despreocupada. Hoy pregunté a Google y me dice (que todo lo sabe), que sí, que aún sigue allí, en Valladolid, mi tierra, atareado con sus cosas, con las de siempre, volcando con la gente y todo lo social.

El poeta Rafael Valdivieso hace más de una década me enseñó que la poesía se compromete siempre con la realidad. Le producían jocosidad los versos pulidos y bastardillos que se estudiaban en la Universidad, los profesores enfangados en la especulación crítica, etc. Es un hombre arremangado con los problemas que más nos duelen, y para él, las palabras no son sino la radiografía más pura y diáfana de lo cotidiano, de lo feo, pero sobre todo, de lo humano. Del hombre, fulanito de tal, que se estremece por el día a día. Por eso le encantaba (y supongo que le encanta) hablar con la gente, la gente más anónima y normal, y en cada uno de sus retratos, enfocar nuestras pequeñas cosas que nos mueven.

Espero algún día volver a cruzarme con sus versos.


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Cuando deseo tocarte
todas las moscas resultan odiosas
en torno a tu cuerpo.

a veces intento espantarlas de tus labios

con un beso rabioso,
pero tú no me sigues
y me pones en las manos
un montoncito de diminutos cadáveres.

Luego, cuando se ha hecho de noche
y estoy solo y confundido,
recuento lentamente mi secreto botín
de antiquísimos insectos.

Rafael Valdivieso (de Papel de Envolver)

Poetas,
no hay problemas:
todo va de puta madre...

¿Todo va de puta madre?
Tó..vá..pú..má
....do..de..ta..dre.

¡Todo va de puta madre!
¡Qué trocaico tan sutil!

Rafael Valdivieso Ortega
(de "Papel de envolver", Ediciones Errorodio Erroramo)

martes, marzo 21, 2006

El cromosoma de Javier Krahe


Hoy escuché lo siguiente por Radio3: El día 23 de Marzo se estrena “Esta no es la vida privada de Javier Krahe”.

Y no es para menos celebrarlo. Cuesta escuchar voces que la naftalina, las discográficas y la publicidad no hayan transustanciado con los años -con perdón del agua y del vino-. Pocos son los afortunados, pero quedan -pocos- artistas que luchan por permanecer siendo ellos mismos, pese a que las habitaciones de la fama les abandonen, pese a que nos los representen agostados por los años. Y Javier Krae es un poeta de esta guisa, de este cromosoma.

La buena madera permanece. No la derrumba la carcoma. Como dijo un buen mío: y el tiempo que lo vea...

Como brindis, os dejo con el por siempre conocido poema-canción, EL CROMOSOMA (¿adivináis por qué?), tomado de su ya celebérrimo disco-actuación “LA MANDRÁGORA”.
Y otro día hablaremos de Sabina.

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lectura: 3 minutos

Hace tiempo que me importa un comino
que el último jalón de mi camino
caiga lejos de Roma
hace tiempo no juego al acertijo
tan esdrújulo de un padre y un hijo
y una blanca paloma

Y lo cierto es que no me desespero
desde el día en que al célebre madero
lo comió la carcoma
pero si me preguntan y lo digo
aparte de algún que otro íntimo amigo
todos creen que es broma

Y como con eso no se bromea
esperan que dios me dé con la tea
de churruscar Sodoma
o que al menos diga yo reconfortante
que me he hecho mahometano o protestante
hablamos otro idioma

Pues nada más que eso me faltaba
que tuviera que asirme a la chilaba
del profeta Mahoma
ni a tripa de Lutero ni aún de Buda
prefiero caminar con una duda
que con un mal axioma

Porque dudo que al final de este asunto
la cosa no se acabe con un punto
si no con punto y coma
y no espero un cielo o un infierno
no más confío en que seré algo eterno
gracias al cromosoma

Tranquilo puedo vivirme mi historia
sabiendo que a las puertas de la gloria
mi nariz no se asoma
la muerte no me llena de tristeza
las flores que saldrán por mi cabeza
algo darán de aroma.

lunes, marzo 13, 2006

El cadáver exquisito


¡Amables lectores de Caleidoscopio de ideas !

¡Recobren la cordura con la dosis precisa de nuestro nuevo
cadáver exquisito!

Nuestra pequeña tramoya literaria tiene el honor de invitarles al segundo número, que a tal fin hemos titulado de esta guisa.

Para incitar a su lectura y posterior digestión, ahí les dejo con nuestra editorial, a modo de frugal aperitivo.

Si pinchan en
nuestra revista, podrán suscribirse a ella, o mejor, reenviarla a su mejor amigo (o enemigo) para que pueda recibir los próximos números.

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“Le cadavre exquis boira du nouveau vin”, que quiere decir: “El cadáver exquisito beberá el nuevo vino”.

Bueno... o casi todo, siempre que tengamos cuidado con los denostados excesos y no conduzcamos. Además, por ahí escuché que la frase había inaugurado la susodicha técnica surrealista del “cadáver exquisito”. En Wikipedia nos hablan de cómo se utiliza: los jugadores escriben una secuencia de relatos tal que cada narrador deberá continuar lo escrito anteriormente por otro. El resultado, un colage de imágenes. Un cuadro pictórico, un “caleidoscopio” seriado.

Ni mucho menos en nuestra humilde publicación hemos tomado al pie de la letra la famosa técnica, pero, por lo menos, nos ha inspirado en su esencia: no busquen un ligazón a los textos, nuestro pegamento existencial es sutil, vago, pero eso sí, es una apuesta o experimento absurdo por vislumbrar los paseos de la existencia.
Tomen asiento, pues, resérvense algunos minutos de su apretada agenda o rastreen ociosamente por nuestras secciones de Poesía, Cocina literaria y Prosa. Escarben las pupilas. Por allá entran los músicos con sus timbales y los actores y corifeos ensayando sus papelitos en esta representación.
El telón se alza.

miércoles, marzo 08, 2006

Dije sí.

Este poema lo escribí hace años, pero conserva su fuerza y
también su misería y negación (por contraposición al título sarcástico).

Habla de caretas puestas al descubierto
y también de otras, muy ocultas dentro de nosotros, que nunca desvelamos. Estas, precisamente, son las peores.

Perdonadme por no haber escrito algo nuevo: la lechuza está últimamente confinada en su oficina-claustro de cristal.

De verás dije sí mil veces /
(hechizado)

de veras recogí correctos excrementos
y los canjeé por ilusiones /

me convertí en payaso de tijeras /
subí y nadé como antes nadie /

de veras volteé mi cadáver y mentí

de veras sí, que dije
y cerré los ojos / como esperando.

Dije sí.

viernes, marzo 03, 2006

La oración de Caronte

Tras el funeral, que fue más bien breve, Mikelow paseó hasta llegar a los muelles del “Wide-end”. Los rallos cansinos del mes de marzo se desconchaban en los rizos grises y cobalto del río Hudson. Las gaviotas penduleaban ociosas sobre los mástiles de los pesqueros o las cisternas-ataud de los petroleros, camino del Golfo.

Como si el silencio hubiera llenado los recovecos y estancias nínfulas del corazón, el río se agostaba, se interrumpía mansamente y alcanzaba las aguas del Atlántico. Se asomó a la barandilla, al final del paseo: a sus pies, un pequeño dique, y al fondo, una pequeña embarcación, pintada a franjas negras y rojas, donde el capitán esperaba pacientemente la llegada de su presa. Se pasó, quién sabe cuántas horas, días, hipnotizando el horizonte de fondo. Todo fue en vano.

El tiempo se había consumido por completo, apenas restaba el justo instante para entonar la oración de Caronte.

martes, febrero 21, 2006

I saw the best minds of my generation destroyed by madness...

Con estos premonitorios versos se nos despacha el obsceno Allen Ginsberg en su irrefutable poemario, "AULLIDO".

Para quien no le conozca aún, otro poeta loco-maldito, carne de cañón de los medios atiborrados, borracho, drogadicto y transgresor de una sociedad americana de mitad de siglo XX, dicotomizada entre buenos y malos, un canto pervertido y desgraciado a los perdedores, a los diferentes, a los castigados.

Sepan que lo recupero con una maldad horrible y sepan que hay muchas razones precisamente en estos momentos. Últimamente se nos impone un afán por moderar tontamente nuestras palabras, como si pudieramos con nuestras ideas alocadas y desabridas arañar a los dioses.

Pero como dicen por ahí, los dioses deben estar aún más locos si cabe, quizás porque muchos profetas hablan a sus oídos y les dictan las palabras que luego nos obligan a aprender, punto por punto. Palabras taimadas.

Espero que Allen, esté donde esté, no se dedique a este burdo menester.

(tiempo estimado de lectura de la primera parte del poemario: 10 minutos. Traducción de Rodrigo Olavarría)


Para Carl Salomón

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,

arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,

hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna,

que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz,

que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados,

que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre los maestros de la guerra,

que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la calavera,

que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando al Terror a través del muro,

que fueron arrestados por sus barbas púbicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana hacia Nueva York,

que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche,

con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin,

incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo,

realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente,

que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico,

que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi’s, escuchando el crujir del Apocalipsis en el jukebox de hidrógeno,

que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al puente de Brooklyn,

un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio desde ventanas desde el Empire State desde la luna,

parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras,

intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la sinagoga arrojada en el pavimento,

que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del Atlantic City Hall,

sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos tangerinos y migrañas de la china con síndrome de abstinencia en un pobremente amoblado cuarto de Newark,

que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se iban, sin dejar corazones rotos,

que encendieron cigarrillos en furgones furgones furgones haciendo ruido a través de la nieve hacia granjas solitarias en la abuela noche,

que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos instintivamente vibraba a sus pies en Kansas,

que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios,

que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural,

que subieron en limosinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle en la medianoche invernal,

que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante Español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África,

que desaparecieron en los volcanes de México dejando atrás nada sino la sombra de jeans y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en la chimenea Chicago,

que reaparecieron en la costa oeste investigando al F.B.I. con barba y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas sensuales en su oscura piel repartiendo incomprensibles panfletos,

que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del Capitalismo,

que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos aullaban por ellos y aullaban por la calle Wall, y el ferry de Staten Island también aullaba,

que se derrumbaron llorando en gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos,

que mordieron detectives en el cuello y chillaron con deleite en autos de policías por no cometer más crimen que su propia salvaje pederastia e intoxicación,

que aullaron de rodillas en el subterráneo y eran arrastrados por los tejados blandiendo genitales y manuscritos,

que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo,

que mamaron y fueron mamados por esos serafines humanos, los marinos, caricias de amor Atlántico y Caribeño,

que follaron en la mañana en las tardes en rosales y en el pasto de parques públicos y cementerios repartiendo su semen libremente a quien quisiera venir,

que hiparon interminablemente tratando de reír pero terminaron con un llanto tras la partición de un baño turco cuando el blanco y desnudo ángel vino para atravesarlos con una espada,

que perdieron sus efebos por las tres viejas arpías del destino la arpía tuerta del dólar heterosexual la arpía tuerta que guiña el ojo fuera del vientre y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano,

que copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrillos una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de conciencia,

que endulzaron los coños de un millón de muchachas estremeciéndose en el crepúsculo, y tenían los ojos rojos en las mañanas pero estaban preparados para endulzar el coño del amanecer, resplandecientes nalgas bajo graneros y desnudos en el lago,

que salieron de putas por Colorado en miríadas de autos robados por una noche, N.C. héroe secreto de estos poemas, follador y Adonis de Denver -regocijémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de muchachas en solares vacíos y patios traseros de restaurantes, en desvencijados asientos de cines, en cimas de montañas, en cuevas o con demacradas camareras en familiares solitarios levantamientos de enaguas y especialmente secretos solipsismos en baños de gasolineras y también en callejones de la ciudad natal,

que se desvanecieron en vastas y sórdidas películas, eran cambiados en sueños, despertaban en un súbito Manhattan y se levantaron en sótanos con resacas de despiadado Tokai y horrores de sueños de hierro de la tercera avenida y se tambalearon hacia las oficinas de desempleo,

que caminaron toda la noche con los zapatos llenos de sangre sobre los bancos de nieve en los muelles esperando que una puerta se abriera en el East River hacia una habitación llena de vapor caliente y opio,

que crearon grandes dramas suicidas en los farellones de los departamentos del Hudson bajo el foco azul de la luna durante la guerra y sus cabezas serán coronadas de laurel y olvido,

que comieron estofado de cordero de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lodoso fondo de los ríos de Bowery,

que lloraron ante el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música,


que se sentaron sobre cajas respirando en la oscuridad bajo el puente y se levantaron para construir clavicordios en sus áticos,

que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados de fuego bajo el cielo tubercular rodeados por cajas naranjas de Teología,

que escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes,

que cocinaron animales podridos pulmón corazón pié cola borsht & tortillas soñando con el puro reino vegetal,

que se arrojaron bajo camiones de carne en busca de un huevo,

que tiraron sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo, & cayeron despertadores en sus cabezas cada día por toda la década siguiente,

que cortaron sus muñecas tres veces sucesivamente sin éxito, desistieron y fueron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron,

que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de versos plúmbeos & el enlatado martilleo de los férreos regimientos de la moda & los gritos de nitroglicerina de maricas de la publicidad & el gas mostaza de inteligentes editores siniestros, o fueron atropellados por los taxis ebrios de la realidad absoluta,

que saltaron del puente de Brooklyn esto realmente ocurrió y se alejaron desconocidos y olvidados dentro de la fantasmal niebla de los callejones de sopa y carros de bomba del barrio Chino, ni siquiera una cerveza gratis,

que cantaron desesperados desde sus ventanas, se cayeron por la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron descalzos sobre vasos de vino rotos y discos de fonógrafo destrozados de nostálgico Europeo jazz Alemán de los años 30 se acabaron el whisky y vomitaron gimiendo en el baño sangriento, con lamentos en sus oídos y la explosión de colosales silbatos de vapor,

que se lanzaron por las autopistas del pasado viajando hacia la cárcel del gólgota -solitario mirar- autos preparados de cada uno de ellos o Encarnación de Jazz de Birmingham,

que condujeron campo traviesa por 72 horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías tenido una visión o él había tenido una visión para conocer la eternidad,

que viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes,

que cayeron de rodillas en desesperanzadas catedrales rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que al alma se le iluminó el cabello por un segundo,

que chocaron a través de su mente en la cárcel esperando por imposibles criminales de cabeza dorada y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaba dulces blues a Alcatraz,

que se retiraron a México a cultivar un hábito o a Rocky Mount hacia el tierno Buda o a Tánger en busca de muchachos o a la Southern Pacific hacia la negra locomotora o de Harvard a Narciso a Woodland hacia la guirnalda de margaritas o a la tumba,

que exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron abandonados con su locura y sus manos y un jurado indeciso,

que tiraron ensalada de papas a los lectores de la CCNY sobre dadaísmo y subsiguientemente se presentan en los escalones de granito del manicomio con las cabezas afeitadas y un arlequinesco discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía al instante,

y recibieron a cambio el concreto vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia,

que en una protesta sin humor volcaron sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia,

volviendo años después realmente calvos excepto por una peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, a la visible condenación del loco de los barrios de las locas ciudades del Este,

los fétidos salones del Pilgrim State Rockland y Greystones, discutiendo con los ecos del alma, balanceándose y rodando en la banca de la soledad de medianoche reinos dolmen del amor, sueño de la vida una pesadilla, cuerpos convertidos en piedra tan pesada como la luna,

con la madre finalmente ******
[i] , y el último fantástico libro arrojado por la ventana de la habitación, y a la última puerta cerrada a las 4 AM y el último teléfono golpeado contra el muro en protesta y el último cuarto amoblado vaciado hasta la última pieza de mueblería mental, un papel amarillo se irguió torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un esperanzado poco de alucinación-

ah, Carl, mientras no estés a salvo yo no voy a estar a salvo, y ahora estás realmente en la total sopa animal del tiempo-

y que por lo tanto corrió a través de las heladas calles obsesionado con una súbita inspiración sobre la alquimia del uso de la elipse el catálogo del medidor y el plano vibratorio,

que soñaron e hicieron aberturas encarnadas en el tiempo y el espacio a través de imágenes yuxtapuestas y atraparon al Arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y pusieron el nombre y una pieza de conciencia saltando juntos con una sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus

para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y pararse frente a ti mudos e inteligentes y temblorosos de vergüenza, rechazados y no obstante confesando el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda cabeza sin fin,

el vagabundo demente y el ángel beat en el tiempo, desconocido, y no obstante escribiendo aquí lo que podría quedar por decir en el tiempo después de la muerte,

y se alzaron reencarnando en las fantasmales ropas del jazz en la sombra de cuerno dorado de la banda y soplaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por el amor en un llanto de saxofón eli eli lamma lamma sabacthani que estremeció las ciudades hasta la última radio

con el absoluto corazón del poema sanguinariamente arrancado de sus cuerpos bueno para alimentarse mil años.



martes, febrero 14, 2006

La venganza más exquisita


Como la rama de invierno desnuda,
estos haikus se contorsionan con los vientos flacos y fríos que me rodean. Son en parte venganza exquisita y en parte conmiseración aparente.

1.

Si los cobardes cupieran en cajas de cerillas,
La mía tendría el tamaño exacto del
tálamo-sarcófago.

2.

Al tahur de sueños
por intereses de almoneda.
Y que no falte.

3.

Hoy los sueños del Marketing
dan fiebre,
son fantasmas trastablillados
por ilusiones.

4.

La competencia urgente es cometa;
A los ejecutivos les divierte
enlazarse con las cuerdas
de Ariadna.

5.

Tengo tres amigos que bucean:
por fantasmas,
juegan al ajedrez
y se mean.

6.

Dime la venganza más exquisita:
Chicle de rosas por
cianuro potásico.

lunes, enero 30, 2006

LA TERAPIA

Hace tiempo que tenía pensado elaborar este post. Y ha llegado el singular momento: es largo, imagino que si os seduce su lectura, deberéis disponer de unos diez minutos. No os pido más. Se trata del primer capítulo de mi novela (no publicada), titulada "LA TERAPIA".

La acción discurre en el año 1350, en las cercanías del cenobio de Santo Domingo de Silos. Estamos en un periodo de transición y desorden, el medievo desinflándose y dando pie a las primeras luces de lo que será la posterior modernidad. Pero ahora la peste arrambla con todo: el rey Alfonso XI muere por dicha enfermedad y le sucede el polémico Pedro I "El cruel" . Pues en este ambiente se cocerá el singular encuentro con un "ser" del cual nadie conoce nada; con aberrantes deformidades, parece a primera vista que se tratara de un horrible animal. Sin embargo su mirada es humana y demuestra una inteligencia portentosa. Si lo razonable sería no dar cobijo a tal aberrante criatura, los monjes deciden acojerlo, e intrigados, le encargan al decano del cenobio la singular tarea de proceder al estudio del "ser" para así berificar su verdadera naturaleza y proceder, después, a la todavía más extraordinaria "Terapia" de humanización, es decir, la transformación de su alma bruta en humana.

Y no os doy más pistas. Serán bien recibidos vuestros comentarios.

___________________________________________

Por desgracia, la Terapia había comenzado demasiado tarde, y tarde habría de terminar. Además, le parecía bastante dolorosa, y lo era, hasta límites alarmantes.

La transformación no resultaba aparente. Había días que sentía verdaderos retrocesos y no podía evitar aquella horrible sensación de flaqueza, dominándolo. Podía parecer que las reclusiones fueran el principal motivo de cada uno de sus diminutos progresos, si bien, como ya acertaba a comprender en su interior, esto no era cierto. Su mecanismo le traicionaba, y por momentos, la Terapia avanzaba, lo conquistaba fatigosamente.

Todos los días había que levantarse mucho antes del alba, el lucero despuntando firme en el horizonte, aunque él nunca lo veía, tras los muros claustrales. Vagabundeaba desnudo cerca del huerto, rebuscando nabos enterrados, escarabajos o patatas, remolacha para alimentarse. La húmeda tierra, la gelidez de la madrugada lo despertaban el primero, para recordarle su real identidad, su repugnante fisonomía y sus costumbres.

Al toque de la primera oración se dirigía a la capilla. Pero antes, la Terapia le exigía vestir con escrupuloso rigor el atavío de la orden. De esta forma, su aspecto físico sería parcialmente tolerado. Los monjes más intransigentes, no obstante, forzaron la construcción de una rejilla que constituía un tabique, justo debajo del coro, donde tendría que permanecer en todas las ocasiones para que su presencia pasara inadvertida.

La memorización obligada de cada uno de los ritos practicados del lugar no resultó dificultosa. La oración le proporcionaría grandes satisfacciones, le ofrecería un encuentro duradero y cotidiano de «Salvación» (aquella «Salvación» que le parecía un milagro con significados insondables).

De aquí que repetía día a día aquellas mismas voces, las repetía para llenarlas de nuevos significados (era la Terapia misma): ora et labora, pero acaso sus enormes deformidades, el dificultoso y renqueante desplazamiento bípedo o aquellas limitadas habilidades manuales, impedían gran parte de las actividades más habituales del lugar. Tal vez fue por esto que le quedó asignada una cotidiana lectura dedicada de los tomos y ejemplares de la biblioteca. Rodeado de copistas y glosadores le fueron seleccionados los títulos que compondrían su educación. En lo que nadie reparó (al menos así fue para la mayoría en un principio) fue en su incomprensible dominio del alfabeto occidental, su erudito conocimiento de lejanas lenguas muertas. ¿Cómo entonces podría realizar tan inteligentes y brillantes comentarios? De memoria repetía a sabios ancestrales, únicamente conocidos por los más doctos. La voz cavernosa, áspera y silbante declamaba sus frases, enunciaba y refería pasajes procedentes de los rincones menos visitados de la Biblioteca. Se ganó un pequeño espacio, donde su consideración y apreciaciones, día a día, tuvieron que ser tomadas un poco más en cuenta.

Tal era el trabajo principal, pero la Terapia le exigía completarlo con nuevas obligaciones, mucho menos agradables; la limpieza de las cuadras y los establos, de los animales. Alcanzar un nuevo estadio y superar el anterior. La suciedad barrida por un cubo de cal viva o un caldero de agua no significa que nos olvidemos, más que temporalmente, de todo aquello que somos. Los animales apestaban, de la misma forma que él lo había hecho (y aún y por siempre le repetían), hedía un animal entre sus excrementos y mientras él los limpiaba, aquellos animales le miraban y sus berridos le señalaban como un pobre ejemplar desahuciado en tierra de nadie, mudando, transformándose en algún otro ser, todavía mucho más repugnante que ellos mismos.

Se repetía: la Eucaristía significa la transustanciación, la total conversión del pan y vino en el cuerpo y sangre de Cristo. Aquel misterio infinitamente repetido, sorprendente a sus ojos y que el resto consideraban un hecho cotidiano. Sin embargo, él no era capaz de verlo (aquello no se ve con los ojos humanos, se ve a través de la fe). Pero ¿y si sus ojos iban paso a paso humanizándose, cómo podría ser tan ciego como para no distinguir el continuo milagro de su transformación? Aquello le dolía en sus lágrimas recién conocidas, la Terapia se iba depositando laminarmente en su alma.

Los días de mercado iba acompañado hasta la villa silense y vendía las hortalizas que trasladaba a la gran plaza en carro. El camino zigzagueante descendía sinuoso, el burro tropezaba y resbalaban los cascos en las piedras mojadas. Descubría rostros consumidos por el sufrimiento, cansados y gastados hombres de formas escondidas tras aquellas ropas. Los niños perseguían el carro de los monjes, ya que sabían que los más piadosos entregaban los restos que no habían vendido de vuelta del mercado. Aquella extraña procesión le perturbaba. Los niños le parecían seres frágiles, seres diminutos, débiles y desprotegidos. Aquella atalaya donde vivían les proporcionaba una distancia segura, una apartada localización donde palabras como «conocimiento» y «poder» se paladeaban juntas. El prior y las autoridades del villorrio viven retiradas, nunca mezcladas. El rumor tenue de las hojas de los almendros batiéndose permite las conversaciones en voz baja. No existe ningún grito, y el castigo se recibe casi por escrito.

Arrodillados, sumergidos en el recogimiento de la capilla, los monjes encienden alguna vela que ilumine el rostro cadavérico del Cristo. Un olor seco de suciedad y cera desciende por los cruceros, alcanza el pórtico y sustenta las arcadas: es la pausada meditación, que alcanza su justo distanciamiento sobre lo humano para iluminar el tapiado, justo debajo del coro, donde aquella respiración animal, aquel abismo irreconciliable, respira y vive. La comunidad religiosa ofrece sus oraciones y sus lentas palabras de consuelo al alma que pugna entre las deformidades de la bestia.

Un horrendo vocerío, como naciendo de las fauces mismas, despierta con dolor del silencio de la oración.
—¡Satanás! ¡Satanás! —se oye, y un cuerpo pesado se golpea contra las paredes.
Una vez forzada la verja se arremolinan a su alrededor. Aquellas convulsiones, aquella baba que le nace, aquellas garras sucias, las palabras completamente ininteligibles que llenan de repulsión hacia lo desconocido.
—¡Amarradle antes de que se mate! —ordena el prior señalando al cuerpo tembloroso.

lunes, enero 23, 2006

Por qué se suicidan las ballenas


Este fin de semana, la noticia de la ballena que marchó a morir al Támesis me hizo recordar un libro que desde hacía un par de años, huérfano de alacena, vagaba de un armario a otro, del comedor al dormitorio, buscando su precioso momento de lectura. En fin, el libro se titula : "Por qué se suicidan las ballenas" (Destino libro 68,ISBN 84-233-1011-6) y el autor es otro mito, del cual solo tengo excelsas recomendaciones, Ramón J. Sender.

Circunstancias de la vida, estos días fueron en toda regla días de proceso iniciatico: un largo viaje a Oviedo me ha dado pie a desaparecer entre sus páginas. A empaparme y soñar con ellas.
El asunto no es baladí. Ramón J. Sender enfoca su sentido trascendente de manera magistral, utilizando su agudísimo sentido crítico y acudiendo a las mejores fuentes: Tolstoi, Conrad, Ramón y Cajal... pero, ¿por qué se suicidan las ballenas? Sender bucea en las inteligencias humanas y las compara con las de otros seres, las ballenas, por ejemplo: su cerebro es diez veces mayor que el nuestro y sin embargo, han sabido librarse de ese afán destructivo y nihilista que rodea al espíritu humano. El libro comienza más o menos:

"La paz ha dejado de estar de moda. Los mozalbetes de un credo u otro asesinan como si se entrenaran para el más celebrado de los deportes a lo largo de los siglos. El que mata a diez es un enfermo mental a quien hay que encerrar. El que mata a diez mil un líder político, si mata a un millón un jefe de estado. El que logra matar a veinte millones es un héroe polarizador de las corrientes históricas."

Lectura cómoda y reflexiva. No sesuda, sino de las que entran por el sentido común y por el corazón. Palabras de un sabio.

miércoles, enero 18, 2006

ALGUNAS RELACIONES ENTRE EL DINERO Y EL FRÍO

En este gran poema de Luís Rosales, "ALGUNAS RELACIONES ENTRE EL DINERO Y EL FRÍO", siempre he encontrado muchas verdades reveladas. Lo leí por primera vez de chico, aunque luego perdí su pista durante años, hasta que hace una década, más o menos, me lo topé por fin, sin querer, en esta pequeña obra maestra: DIARIO DE UNA RESURECCIÓN (Fondo de Cultura Económica - ISBN 84-375-0162-8). Es uno de mis libros de culto de poesía. Como era de esperar, arrancado de entre los cajones y olvidado en un puesto de la Feria del Libro de Ocasión de Valladolid.

Ah, perdonen por no haber presentado antes a mi poeta: Aquí Rosales, aquí mis compañeros y amigos lectores que acompañan el vuelo de mi lechuza.

Imagino que será conocido por Vds. Para los que no, no pierdan más su tiempo (que no su dinero), cuelguen teléfonos, lleguen tarde a sus citas, como yo estoy llegando para teclearlo, y no se metan hoy en la cama sin dar un par de vueltas al asunto.

Pero lean, lean...


EL DINERO SE PAGA,
hay personas que tienen millones como hay ballenas que tienen tos
porque nunca salieron del Polo,
y son sietemesinas a la chita callando,
y no saben qué hacer con el dinero,
y no saben qué hacer con el frío,
pues el dinero es acromegalítico
y a veces hace crecer tanto
que se han visto ballenas que son mayores que una ciudad,
ballenas millonarias,
que no dejan dormir a nadie con su sola respiración en diez kilómetros a la redonda,
y esto es lo grave
ya que lo marineros suelen decir que quien las oye respirar por la mañana queda cesante un año,
y quien las oye respirar por la noche
se queda tramitado y ya no vuelve a recobrar el uso de ser hombre.

EL DINERO SÓLO ES DINERO CUANDO SE GASTA,
dicen los libros y los niños,
y este principio puede vacunarnos
ya que el dinero acumulado suele tener consecuencias muy perniciosas:
distancia al hombre de sí mismo,
le da poder incomunicativo de expresar su agradecimiento con un cheque,
le entumece los pies alucinándolo,
y en esto se parecen el dinero y el frío.
Tendríamos que aprenderlo para hacer palmas con las orejas,
ya que el dinero, como si fuera un espejismo,
que no lo es,
todo lo hace posible,
todo lo hace posible, y al mismo tiempo sucedáneo,
y tiene tanta fuerza que puede trasladar un monte o destruir una ciudad,

pero no puede dar una alegría,
sólo brinda satisfacciones,
satisfacciones retaceadas, pluscuamperfectos, convergentes,
que año tras año
dejan su anonimato sobre el rostro
igual que la sonrisa se congela en la boca del muerto.
El dinero ha perdido la inocencia,
si es que la tuvo alguna vez,
por tanto,
cuando llegue el momento en que una hora vale más que un vida,
solo debe importarte
distinguir claramente entre tener satisfacciones y tener alegrías,
esta es la clave de vivir,
no hay otra,
puesto que el alquiler de las ballenas suele durar un año,
el alquiler de las mujeres suele durar dos meses
y el alquiler de los políticos suele durar el tiempo que se tarda en hacer una arma.

Y
es cierto,
desde luego,
y contraproducente,
que la riqueza nos convence de todo, pues tiene arcángeles reumáticos
que pueden conseguirnos hasta las olas en que el año pasado nos bañamos,
además,
es idolatra
y crea de vez en cuando un nuevo Dios que no nos sirve para nada,
pues no basta hacer dioses, es necesario creer en ellos,
y la facilidad es descreída,
no lo olvides,
ya que nos dice la experiencia que quien consigue cuanto quiere,
suele tener un aborto de corazón,
y le sobra la vida,
y ya no sabe que hacer con ella.

DICE LOS DIPUTADOS QUE LOS MUERTOS TIENEN CONVERSACIONES ADMIRABLES;
las ballenas se convierten en islas;
hay olivos, hormigas, enfermedades súbitas,
libros que se han escrito de pie,
pueblos desmoronándose
y cantantes
demasiados cantantes que siempre están protestando de algo.
Sí,
es cierto,
ya sabemos que hay cosas muy distintas:
dividendos,
gobiernos insepultos sobre todo en España,
castraciones,
desperdicios y esperanza de mejorar,
amores transitivos e intransitivos,
y besos que se dan a noventa días como letras de cambio
donde no se tramita la saliva,
y siempre son el mismo beso hereditario,
la misma ruina tenacísima
y desde luego el mismo frío aglutinado y uniforme
que llega hasta nosotros desde los cuatro puntos cardinales.
Y es curioso observar que con el frío,
llega también un día
en que es preciso que vayamos al Banco para pedir prestada una peseta
y entonces cae sobre nosotros lo que algunos filósofos llaman la nevada del pobre
y buscamos el Banco entre la lluvia y la nevisca a la buena de Dios,
y empezamos a andar cada vez más atónitos,
más ateridos,
y cuando arrecia la tormenta
queremos esperar pero no queda tiempo,
queremos resguardarnos pero no quedan árboles
porque algún industrial ha convertido el bosque en palillos de dientes,
y cada vez está más claro que en torno nuestro sólo hay nieve,
nieve caída y manufacturada,
nieve monosilábica y cayendo,
y seguimos andando durante toda nuestra vida para encontrar el Banco,
pero andamos cada vez con más frío,
con más impedimento y poquedad,
y al fin tropiezas en tus pies,
y caes,
y vuelves a caer
hasta que no puedes levantarte,
y te quedas quietecito y sabiendo
que la nieve interior es más fría que la nieve exterior,
y en torno tuyo la soledad se convierte en un crimen,
y todo es cielo y una sola nube,
y todo es nieve y una misma nieve
cuando ya el cuerpo te amortaja y te viste de muerto,
y al contraerte tienes un vómito que se hiela al contacto del aire
y se queda colgado, como una barba amarillenta, sobre el rostro,

y comprendes que ya no puede sucederte nada
pues has llegado al éxtasis y sólo vives para ti,
el cuerpo ha decretado tu expulsión,
y te rellena,
pero de afuera a adentro,
mientras la vida se repliega, se sume, par-pa-dea
hasta que sólo queda en ti una oscura conciencia prenatal,
y no sabes que has muerto porque empiezas a ser feliz,
y la nieve va cubriéndote sin ver la luz...

y es tan dulce mirar sin ver la luz...

y es tan dulce no sentir en el cuerpo ni siquiera el latir del corazón...

no saber dónde cantan los pájaros...

porque tú ya no escuchas,
y te quedas al fin deshabitado,
y en esto se parece el dinero y el frío.